viernes, 24 de julio de 2015

Aquellos cines de verano

Por Salvador Santoro

Repasando la filmografía taurina, me viene al magín bonitos recuerdos de infancia, cuando en Linares había cines al aire libre e íbamos los amigos (los mejores: Paco Gázquez, Miguel Palomares y, el pelirrojo, Guillermo) o en familia, a ver películas de todos los géneros: de romanos, del Oeste, de “espadachines”, de aventuras y, por supuesto, de temática taurina, que eran mis preferidas.
     Por proximidad a mi casa, en la calle General Espartero, era asiduo del cine de la Plaza de Toros donde, al anochecer, se proyectaban hasta tres películas (No-Do incluido) al precio de dos cincuenta pesetas (moneda acuñada por entonces). Se llegaba con la suficiente antelación para poder jugar por los tendidos y palcos antes de comenzar la sesión. Por ser más cara la entrada, en el momento propicio, intentábamos “saltar” - burlando la vigilancia del acomodador - a “las sillas” (de anea) que se distribuían por el ruedo. De permitirlo el peculio, en el selecto ambigú, se hacía provisión de pipas, chicles y, como cosa extraordinaria, algún refresco (la Mirinda, gustaba mucho) o gaseosa de “bola” de distintos sabores, especialmente buena la de fresa. Caso contrario, de estar “caninos” y a perra gorda, nos pegábamos en los botijos de “Pepa la de los globos”, una “panzá” de agua.
    En su pantalla ubicada en el “tendido 2” y que se desmontaba los días de corrida, vimos “Nuevo en esta plaza”, celuloide autobiográfico con Sebastián “Palomo Linares” de protagonista, dirigido en 1966 por Pedro Lazaga. Para rodar escenas toreando, se filmó en el coso de Santa Margarita, una soleada y fría mañana de invierno. Con nueve años y abrigo, fui figurante entre el público que se dio cita para la ocasión.
     En el cine España - que estaba enfrente del Ayuntamiento - presencié “Tarde de toros” (1955) magnífico largometraje del director húngaro Ladislao Vajda, interpretado por los matadores de toros Domingo Ortega, Antonio Bienvenida y Enrique Vera. También, en el Roselly - que tenía cómodos asientos metálicos abatibles - sito en el Paseo de Linarejos, se proyectó la última de las cuatro versiones que se han hecho de “Currito de la Cruz” (1965), con Manuel Cano “El Pireo”, en el papel principal. Asimismo, visitábamos otros locales de exhibición como el cine Córdoba, en la calle El Agua. También, el Belén Cinema - al que llamaban “cine mosquito” por la abundancia de estos insectos, sufriendo sus irritantes picaduras - que se hallaba en la carretera de Baños. Por último, citar el Terraza Palacio, con entrada por la calle Sagunto, que ocupaba toda la manzana de la antigua casa solariega de los marqueses de Linares. En todos ellos, se pusieron en cartelera filmes como: “Aprendiendo a morir” (1962), con Manuel Benítez “El Cordobés” encabezando reparto; “El Litri y su sombra”, haciendo Miguel Báez Espuny “Litri” el rol protagónico; “La becerrada”, rodada en la localidad jienense de Sabiote, y “El Niño de las Monjas”, entre otros muchos.
     Al evocar los desaparecidos cines “de verano”, inevitablemente, me asalta la nostalgia de entrañables remembranzas de la niñez.

Salvador Santoro
(Columnista taurino)

·      Nota bene.- Publicado el día 22 de julio de 2015, en la página Web: http://jaentaurino.com, que edita y dirige José Luis Marín Weil.

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