viernes, 8 de octubre de 2010

Los Chavillos

                                                                   
Aún y por tierras reacias a prescindir de su ayer, se conservan aquellas viejas “tinadas” en las que daban cobijo, pasturas y descanso  a las bueyadas tras la jornada dura, larga e intensa. Pesebreras alineadas,  de granito por lo general, piedra cercana, con la que a la vez se construyó la pared, que a modo de cercado, cortado o cortiño, que se diría en las proximidades a la carretera de Portugal, según vas transitando hacia el país vecino dejando a un lado y a otro, pueblos como Pederuelas, Fuentesaúco, Aliste, Bermillos etc......

Grandes tinadas de penseo, que se conservan y en las que se pueden percibir, aprovechando cualquier rincón ese pebrito adicional para los “chavillos”, que no son otra cosa que terneros de la anterior camada, generalmente poco desarrollados, degenerados genéticos o simplemente mal atendidos por sus madres, si es que no la perdieron; también los malahijados. Habitualmente bien tratados por los castrados destinados al trabajo,  no han ido ni en crecimiento ni en fuerza, a la par que sus hermanos o no han estado en condiciones de acudir al mercado de Astorga o Benavente, en algún caso. Entre los racionales, donde también los habemos, no han podido acudir a la Complutense de Madrid, a la pontificia de Salamanca, o la de Sevilla más cercana.

Más distantes y por estos lares de “la loma”, todavía en ese Riez, Torrechante -ya en términos próximos al de Ubeda- Torrubia y en algún otra finca ganadera que lo fué, se encuentran los vestigios de aquellos usos. Puede que en la propia ciudad, más no los tengo localizados; de otra forma les daría su dirección. Espectáculo puro, grotesco y usual.

Pesebreras, pesebreros, “chavillos”, mansos y bueyadas. De todo hay;  mejor aclararlo para su buen entender:
En el uso de pesebrero o cabestrero, de su total contenido semántico, hemos pasado al concepto actual, un tanto sarcástico, de la expresión pesebrero, que no es otra cosa que aquél ser racional o no, que come en o del pesebre, que por cierto es mucho más cómodo que comer pasto en campo abierto en la dehesa, dejándose los incisivos entre las piedras; o del fruto de su trabajo, el sufrido racional. No todos, irracionales o no, están dispuestos a comer de tal guisa, a sabiendas de que a la caída de la tarde, también a deshoras, les espera una buena ración, cómoda y sin tener que trabajársela, incluso cobrando “el quinto” por delante. El cabestrero ya no es el que cuida, doma, forma la parada y saca lustre al afinar el alambre; es simplemente aquél que lo llevan del cabestro (cabo, cuerda o ronzal) sin otra doma que la sumisión.

Son y están entre los racionales, aquellos de los que hice mención en mi pregón taurino para San Miguel. Que no quise señalarlos con el dedo, ya que por sus obras y sus hechos les conoceríais. Se señalan ellos solos; huelga que lo hiciéremos los demás.

Pero... y los “chavillos”? No tengo nada contra ellos, los irracionales. Respecto de los otros,  tan acostumbrados al pesebrito, bajo como ellos, ya que todavía no alcanzan al pesebre del común “tinao” pesebrero, de la información servil y deforme,  con señorito que les dicta, jamás reponeran y se quedaran, en eso...en “chavillos”. Se les atraganta la harina.
José Olid