Por José Ramón Márquez
Ejemplar lidiado por El Juli en
Manizales,
"mano a mano" con Morante,
en "reñida, pero noble rivalidad"
"...Lo que parece claro, tras
las últimas semanas, es que ni tirios ni troyanos comparten las razones de
estos cinco, tan pésimamente explicadas en sus comunicados respectivos. Y lo
mismo que no valen sus razones, tampoco valen algunos interesados salvavidas
que les van echando por ahí..."
José Ramón Márquez
Madrid, 01/02/2014.- Puedo decir que el otro día, en
la fiesta del ABC, no encontré a una sola persona que diese la cara a favor de
los cinco comunicantes. Conste que no le pregunté ni al crítico oficial del
centenario diario, porque no hubo ocasión de que cruzásemos algunas palabras,
ni a Álvarez del Manzano, que es un gran julero, por imaginarme su respuesta y
por la congoja que me produce pensar, cuando estoy próximo a él, que, como en
un cuento de Borges, ese hombre perdió su identidad y está ligado de por vida
al rango de Alcalde, que le ha quedado como mote.
Lo que parece claro, tras las últimas semanas, es que
ni tirios ni troyanos comparten las razones de estos cinco, tan pésimamente
explicadas en sus comunicados respectivos. Y lo mismo que no valen sus razones,
tampoco valen algunos interesados salvavidas que les van echando por ahí, como
el infumable editorialillo que publica Federico Arnás en el número 1.022 de
6Toros6 en loor –¿o en olor?– de Manzanares III, ensalzándole como epítome de
la modernidad; o como esas delirantes reseñas que nos vienen de la América en
las que se glosa cómo Julyrabea y Morante orejea, pero se olvidan de explicar
el jaez de unos desgraciados animalejos, pendejos torunos, que denigran a quien
se pone enfrente tanto o más que al insensato que los cría, y a los que
conocemos porque trotan como gamos en la www.
A la feble sombra de esos desgraciados bóvidos
acornes, Julián I de San Blas, ahora que llega el Santo del barrio, ha emitido
también su comunicado en el que se reivindica como ético, deontológico y
comprometido defensor de la tauromaquia «Lord defensor», Lord July,Dieu et son
droit.
Y como imaginamos que Morantuelo no va a decir nada,
que es muy tuno, ya sólo nos faltaría el comunicado de Tala, el camaleón,
aunque podemos imaginar que su falta de personalidad que, taurinamente, le ha
ido poniendo al sol que más calentaba en cada ocasión, desde cuando hacía
covers de Pepe Arroyo hasta lo de querer seguir la estela de José Tomás y,
ahora, del Michelín de La Puebla, le llevará a redactar un comunicado refrito
–o intertextual– en el que, sin duda, pondrá un poco de todos sus conmilitones,
el buenismo de Manzanares, un poco del art-brut de Perera, otro poco del sibilino
cálculo de Julián... y hasta, si él supiese quiénes son, habría algo de la
Escritura que firmaron Machacoy Bombita contra Menéndez de La Vega para no
torear en Madrid.
Para los que nos gustan los toros en su conjunto,
desde la piedra de Clunia hasta nuestros días, al final el esperpento de estos
cinco –V romana– y, especialmente, su fijación con Canorea, a lo que más nos
recuerda es al desvarío de Fortuna, Diego Mazquiarán, el torero que mató un
toro desmandado en la Gran Vía madrileña, acción que le valió la Cruz de
Beneficencia.
Una noche contó Conchita Cintrón (q.D.g) que Fortuna
llegó a Lima a torear, con la cabeza medio perdida y que allí acabó de volverse
chaveta. El sestaoense hizo en la capital del Perú diversas extravagancias,
como la de tratar, sin previo aviso y sin venir a cuento, de dar la alternativa
a uno de sus banderilleros en Acho, en medio de una corrida y en uno de los
toros que él debía matar. Después se fue incrementando en él una suerte de
demencia violenta y agresiva que obligó a quienes estaban próximos al torero a
recluirle en un manicomio. De entre sus monotemas, el más recurrente y el que
le llevaba a los mayores delirios de odio y violencia incontrolable era el
recuerdo de Eduardo Pagés, a quien culpaba de haberle mandado a Lima con
engaños y de haberle dejado allí abandonado, razón por la que clamaba por la
muerte del Empresario a sus propias manos. En esa monomanía vivía el pobre
hombre, y en uno de aquellos violentos ataques de locura pereció, sin dejar
nunca de culpar a Pagés de su desventura, esperando siempre el ansiado momento
de la venganza que, por suerte para el Empresario, nunca llegó.
Estos cinco de ahora, qué más quisieran llegarle a
Fortuna, grandioso estoqueador y dignísimo torero en la época de Gallito, a la
suela del zapato, han dado en desarrollar frente a Canorea la misma vesania que
la de aquél con Pagés. Más educadamente, como corresponde a estos tiempos del
Estado de Derecho que nos ha tocado vivir, pero igualmente incomprensible para
quien quiera explicar todo este esperpento mediante una relación lógica y
sencilla de causalidad, lo de estos de la V con Canorea más parece cosa de
frenopatía o de monotema, una enajenación mental de naturaleza similar a la que
llevó al infeliz Mazquiarán, flaco, macilento, devorado por la insania, a
centrar el eje de su chifladura en Eduardo Pagés, de quien Eduardo Canorea, en
lo taurino, es heredero directo.
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