¡Música maestro!
El sonido del toreo
Por Salvador
Santoro
Como
complemento y continuación de nuestro anterior trabajo titulado “Linares y
el pasodoble”, que se publicó - el día 9 de enero próximo pasado - en la página Web de la Federación Taurina
de Jaén y que incluía el devenir histórico de las bandas de música en nuestra
ciudad, nombrando a ilustres músicos y compositores linarenses y se hacía una
clasificación de las distintas formas de pasodoble; esta segunda entrega,
tratará de la música propiamente taurina: los toques de clarín para señalar los
cambios de tercio y, fundamentalmente, el Pasodoble Torero.
Decretados
por la Presidencia,
los cambios de tercio durante la lidia se anuncian al público a través de
toques de clarines y timbales, que deben su origen a los “de ordenanza” de las
fuerzas de Infantería o Caballería que velaban por el orden en los festejos
taurómacos. Cada coso tiene una manera peculiar de ejecutarlos, siendo muy
reconocible el toque de clarín de la Maestranza sevillana, donde no se usan atabales.
Como se diría en México, suenan “parches y metales” para ordenar el “despeje” e
inicio del paseíllo, la salida del toro y para indicar los tres tercios: el de
varas, el segundo de banderillas y el último: faena de muleta y la suerte
suprema Con una nota prolongada, también se dan los avisos a los espadas y se
devuelve el toro al corral. Desde el “palco de ganaderos” de la Plaza de Linares, vienen
ejerciendo con diligencia estos menesteres: Antonio Martín García y Antonio
Gómez Lopezosa, con los instrumentos de viento y Juan Balbuena Roque, en la
percusión.
De forma
espontánea, los espectadores ponen sonoridad y colorido a las corridas de
toros, al manifestarse con aplausos u ovaciones o, por contra, con silbidos y
gritos de censura que a veces degeneran en “división de opiniones” o una fuerte
“bronca” a los lidiadores o al presidente. Cuando hay lucimiento, el público,
acompaña rítmicamente los pases del
diestro en cada tanda con el “olé” continuo y si el lance o muletazo es muy
rápido se impone la versión sincopada: “óle”. Las llamadas “palmas de tango”,
denotan el tedio o rechazo del respetable. En nuestro pueblo, eran conocidos
dos buenos aficionados, Manolito Guerrero, que poseía especial gracejo e iba
siempre con sombrero de “ala ancha” y Adriano de Haro Guijarro, que fue maestro
de obras del Ayuntamiento de Linares. De Haro, que había nacido en Baeza en
1879, desde el tendido sentenciaba la actuación de los toreros haciendo sonar
una campana en señal de desaprobación.
Obviando un
análisis técnico del pasodoble - en lo tocante al movimiento, ritmo, melodía,
elementos armónicos, forma musical, etc. - que no es objeto de este ensayo; de
entrada, indicar que se trata de una composición musical escrita en compás
binario - de dos por cuatro subdividido en corcheas y tempo allegro moderato - que tiene un claro
origen (final del siglo XVIII y principios del XIX) en la marcha militar - su
nombre deriva del paso ágil de la infantería - formando parte de la música popular
y la idiosincrasia del pueblo español, hasta tal punto que afirmaríamos que
todo se puede expresar con un pasodoble. Dentro de la unidad del género, existe
una gran variedad de estilos en función de la pretensión del autor (por
ejemplo, dedicarlo a un torero), del entorno en que se desarrolla (un coso) o
del uso que se haya hecho después (para amenizar la lidia). Es el caso de los
pasodobles toreros, modalidad musical por excelencia de nuestra taurofilia
racial.
Fuera de la
plaza, hay numerosos ejemplos de inspiración taurina tanto en el folclore, la tonadilla (Capote de grana y oro,
con letra del poeta de la copla Rafael de León y música del maestro Quiroga, es
un velado panegírico a Manolete ya fallecido) o el cuplé (El relicario,
de José Padilla); como en la zarzuela (Pan y toros, en 1864, de
Francisco Asenjo Barbieri) o en los más cultos y refinados atriles del género
lírico, verbigracia: las óperas Carmen (1875) de Georges Bizet o El
gato montés (Manuel Penella Moreno), estrenada en Valencia en 1916. Punto
culminante en cuanto a calidad sinfónica, es la Oración del
torero (1925) obra emblemática de Joaquín Turina.
Por lo que
hace a nuestro propósito, constatar que la consagración del pasodoble como
microforma musical se debe al talento de directores - todos ellos grandes
compositores - de bandas de música civiles y militares. Mencionar algunos
nombres, reflejando entre paréntesis el título más conocido: Eduardo López
Juarranz (La Giralda),
Ramón Roig Torné (La gracia de Dios), el marteño Antonio Álvarez Alonso
(Suspiros de España), Cleto Zavala (Viva el rumbo), Pérez Chovi (Pepita
Greus), Pascual Marquina (España cañí) y José María Martín Domingo (Lagartijilla),
entre otros.
De los
compositores actuales, destaca el teniente coronel Abel Moreno - prolífico y
excelente autor de pasodobles y marchas de Semana Santa - director de
reconocidas bandas de música militares como la de la Región Sur (antes Soria
9) de Sevilla y la del Regimiento Inmemorial del Rey. De su creación, los
dedicados a los diestros: Dávila Miura, que está de moda y con un
espectacular solo de trompeta, El Juli, Morante de la Puebla, Sebastián
Castella, etc. Asimismo, Manuel García Sánchez, que dirige la Banda de Música de
Pozohondo, titular de la Plaza
de Toros de Albacete, ha compuesto muchos pasodobles a toreros, periodistas y
ganaderos manchegos: Manuel Amador, Ángel Calamardo y Samuel
Flores, por poner un ejemplo de cada.
Dentro del grupo de
pasodoble-canción - aunque algunos de los ya nombrados, si no por concepción sí
por tradición y uso, lo son también - está englobado el “Pasodoble Torero”
(haciendo hincapié en esta denominación más apropiada que la de “taurino”),
modalidad de la que son verdaderos prototipos los compuestos por encargo en
1904 y en tan sólo una semana, por Santiago Lope Gonzalo - magnífico compositor
y primer director de la
Banda Municipal de la capital del Turia - para un festejo
organizado por la
Asociación de la
Prensa de Valencia en el que tomaron parte, y a ellos van
dedicados y le dan título, cuatro novilleros: Gallito (no se trata de
Joselito “El Gallo”, sino de su tío de igual nombre y apodo, aunque hay
quien piensa que el destinatario es su
hermano Fernando Gómez “Gallito”), Dauder, Vito y Angelillo,
este último menos conocido. Haciendo una digresión, Gerona (marcha de
concierto), es una auténtica obra de arte con el sello de Lope y aunque podría
confundirse con una marcha alabardera, en realidad se trata de un “pedazo” de
pasodoble, con empacada seriedad.
Mención especial merecen, por su inspiración,
los firmados por José Franco Rivate y que se titulan: Agüero (dedicado
al gran estoqueador bilbaíno Martín Agüero Ereño) y Camino de rosas (el
de más sentimiento de cuantos he escuchado), ambos muy identificados con
Linares al ser tocados con frecuencia en conciertos y, sobre todo, en la Plaza de Toros durante las
faenas y, el primero de ellos es tradición, en la vuelta al ruedo que da la banda, previa al paseíllo y en el
pasacalles que se inicia en la
Corredera de San Marcos los días de corrida.
En 2007, fue estrenado - por
la Banda del
Maestro Tejera, titular de la Real Maestranza de Sevilla - el pasodoble Orgullo
estellés (Sinfonía ecuestre), dedicado a “Cagancho”, famoso caballo de
rejoneo de Pablo Hermoso de Mendoza, compuesto por mi dilecto vecino, el
linarense José Manuel Jódar Marín, autor asimismo de admirables marchas
procesionales.
El 25 de agosto de 2002, se presentaba en el
patio de caballos de la Plaza
de Toros, el disco compacto: Homenaje a los toreros de Linares, en una
selección de pasodobles taurinos, impecablemente interpretados por la Agrupación Musical
de Linares, bajo la dirección de Jesús Viedma Moreno. Incluye - por este orden
- los siguientes títulos: Agüero (José Franco), del que hablamos ut
supra.
Portada del CD “Homenaje a los toreros
de Linares”, editado en 2002, por la Agrupación Musical
de Linares 1875
Después, Manolete - solemne pasodoble imprescindible en
Linares - de Pedro Orozco González y José Ramos Celares, autores de la letra y
música, estrenado en el coso de Los Tejares de Córdoba, el 19 de marzo de 1939,
siendo Manuel Rodríguez Sánchez, aún novillero.
Guión de director del pasodoble “Manolete”,
de Pedro Orozco González y José Ramos Celares, estrenado en Córdoba el 19 de
marzo de 1939 (Foto: José Antonio Díaz Martínez)
Le siguen,
casi por antigüedad de los matadores de toros: Víctor Quesada, del que
son coautores Marisa Montiel y Sebastián Valero (el pasodoble canción Linares
perla del Sur, lleva también la firma de éste); Paco Moreno, cuya
autoría se debe al conocido “tocaor” de guitarra, José Arqueros Contreras (“El
Pepo”) y la adaptación a banda de Manuel Vílchez; Paco Bautista,
torerísimo pasodoble de éste último maestro para un respetado doctor en
tauromaquia; El gran Sebastián Palomo Linares (Dámaso J. Sánchez), que
no es precisamente el más bonito de los dedicados a esta figura del toreo que
cuenta, al menos, con otros dos: el intitulado Palomo Linares (A.
Guijarro/Antón García Abril) que canta Marifé de Triana en la película Nuevo
en esta plaza, dirigida por Pedro Lazaga en 1966 y protagonizada por
nuestro paisano y un segundo que lleva por título “Sebastián Palomo”
(pasodoble taurino) con música de Manuel y José Luis Vílchez Martínez y letra
del cantaor linarense Francisco Coronel Merelo.
En séptimo
lugar figura, Toreros de Linares, hermosa composición de Juan Bravo. A
continuación, un elegante pasodoble de concierto del que nos encanta hasta el
título: Linares cuna torera, que lleva la rúbrica del admirado Manuel
Vílchez Martínez. Después, su hermano, José Luis Vílchez hace honor al fino
matador de toros, hoy banderillero, Sebastián Córdoba, con un pasodoble
muy inspirado y torero, que se inicia con unos acordes de Manolete. En
el lugar décimo está el que - con letra de nuestro particular amigo, el
farmacéutico Antonio García Sánchez y música de J. Luis Vílchez - se dedica al
diestro David Sánchez “Saleri”. El músico y compositor Manuel Garín,
firma el que lleva por nombre: Curro Díaz torero y de Linares, con aire
de marcha procesional en algún pasaje y que comienza con unos compases de Linares
minero. Luego, los escritos por José Luis Vílchez para la Peña Tercio
de Varas y para la
Taberna Lagartijo. Este último, también lo grabó - con
un tempo más lento - en 2005, la Banda Juvenil
Miraflores Gibraljaire de Málaga, dirigida por José María Puyana y que actúa en
la plaza de toros de “La
Malagueta”.
En la pista
catorce se encuentra el pasodoble - ciertamente bello - ganador del concurso
convocado por el Ayuntamiento de Linares en 1997, que su autor Antonio Montoya
presentó bajo el lema “Afición taurina” y renombrado a 50 Aniversario
de la muerte de Manolete. Acaba esta producción discográfica, con la
primera grabación para banda del entrañable pasodoble compuesto por Miguel Galindo,
Linares minero, que popularizara el grupo de Luisa Linares y Los
Galindos.
Para
terminar con este apartado, consignar con sano orgullo que Linares cuenta con
más matadores de toros - un total de veinte - cuyos nombres no figuran en el
CD, bien porque cuando se hizo esta antología no tenían pasodoble o como en el
caso de José Fuentes - la ausencia más significativa - porque al parecer no
llegó a tiempo la partitura, del que dice la letra de Francisco Coronel: “Linares
tiene un torero, que manda en la torería ...” con música de los hermanos
Manuel y José L. Vílchez. Animamos a todos los autores de este género musical a
que sigan componiendo y los dediquen, con igual merecimiento, a estos otros
toreros de alternativa contemporáneos: Curro Vázquez, Manuel Maldonado “El
Pelos”, Lázaro Carmona, Curro Caro, David Gil, Curro Martínez, Antonio José
Lorite, Adrián de Torres y, de forma póstuma, al bueno de Juan Sánchez “Saleri”
y a los demás profesionales del toro - novilleros y subalternos - que ha dado
nuestro pueblo; instando, asimismo, a las tres agrupaciones actuales para que
los prodiguen en sus repertorios.
Además de
los ya enumerados, citaremos algunos de los pasodobles toreros más
interpretados en Linares durante las faenas y en conciertos. Con bastante
asiduidad se toca: Joselito Bienvenida (1931) de Pascual Marquina, pieza
corta pero vibrante; Domingo Ortega (1931), “...torero de maravilla”, de
Rafael Oropesa y Florencio Ledesma; ¡Marcial, eres el más grande! (1933)
del excepcional compositor de Mahón, José María Martín Domingo con letra de su
esposa, Josefina Porras, y dedicado al diestro de Vaciamadrid, Marcial Lalanda
del Pino. Del mismo autor es Corazón gitano, a cuyos sones cuajó José
María Manzanares una actuación histórica, que le valió el Trofeo Manolete en
1977, cuando el que suscribe empezaba a
escribir de toros.
Los solos de flautín de Amparito
Roca (Jaime Texidor Dalmau) - dedicado en 1925 a una niña de Carlet
(Valencia) amiga de la hija del autor catalán - y el de trompeta, un fandango
de Huelva, en Nerva (Manuel Rojas) también se dejan oír, con el aplauso
postrero, en nuestro coso. Igualmente, el airoso Ayamonte (Juan Amador
Jiménez) y La entrada, de Quintín Esquembre, ponen notas de color a la
tarde agosteña. Por su parte, Churumbelerías (estampa gitana) y Ragón
Falez (acróstico de Rafaela González) hacen justicia a su creador, Emilio
Cebrián Ruiz y junto a Ramón Montes (pasodoble coreable), novillero de
Jaén; Manolo Martín Vázquez (garboso diestro sevillano) y El
brillante de Borox (a Domingo Ortega), son sus pasodobles más toreros. Al
maestro Tomás Villajos, le gustaba programar el inconfundible Anís Tenis
(M. Miralles), que lleva el nombre del anisado de esta marca y, por torería,
nos agrada especialmente El Tío Caniyitas, que el coruñés Ricardo
Dorado Janeiro dedicó al crítico taurino José María Gaona, que firmaba con este
seudónimo.
También y a texto corrido,
añadir: Ópera flamenca (Luis Araque), La Puerta Grande
(Elvira Checa), Tercio de quites (Rafael Talens) y el alegre Carrascosa,
de Texidor, en honor al ganadero Laurentino Carrascosa, que suelen interpretar
las mejores tunas universitarias. Y tantos otros, que conformarían un largo
inventario.
En la variedad de pasodoble
de concierto, merece párrafo aparte Hidalgo el Decano, preciosa y
conseguida obra que incluye un solo de clarinete de difícil ejecución, de mi
estimado amigo Manuel Vílchez Martínez - músico que posee la difícil facilidad
de plasmar en el pentagrama su innata inspiración - y que está dedicado al que
fuera trompeta solista de la banda de Linares, Francisco Hidalgo Cárdenas, fallecido en 1980. El maestro Vílchez, ocupó
durante veinticinco años la plaza - obtenida por oposición en 1954 - de
subdirector y requinto de la
Banda Municipal de Linares, luego hasta su jubilación
dirigiría la de Jaén. Fecundo compositor, con más de 150 obras de distintos
géneros, registradas en la
Sociedad General de Autores de España. Como curiosidad, desde
su etapa de cantante, se le conoce en Linares por Manolo Alhambra, nombre
artístico sugerido por el recordado Emilio Gijón Crespo con motivo de una
actuación junto a Raphael en el desaparecido Teatro Olimpia y que hace
referencia a su nacimiento en Granada, aunque con nueve años se trasladó a
nuestra ciudad.
Como adenda final, en una
corrida de toros - el espectáculo más auténtico - viendo torear con duende y
por derecho, a veces, también se puede “escuchar” lo que José Bergamín dio en
llamar: “La música callada del toreo”.
Nota bene.-
Publicado en la página Web:
http://federaciontaurinadejaen.com, de la Federación Taurina de Jaén, el 16 de enero de 2017, festividad de San Marcelo I.
N. del A.-
Este ensayo fue publicado con anterioridad en Diario JAÉN.