Palabras dirigidas por Javier Hurtado a Juan Lamarca
en el acto homenaje celebrado con motivo de su pase
a la situación de 2ª actividad
La mayoría de los aquí congregados sois compañeros de trabajo de Juan. Compañeros de muchos años de profesión y, por ende, bastantes seréis, también, amigos. Los menos, lo somos por lo civil y tratamos a Juan desde hace más o menos años.
En mi caso comencé a hacerlo unas décadas atrás en el ambiente taurino. Por aquel entonces él era presidente de Las Ventas, yo periodista. Como la norma deontológico sugiere que las relaciones entre prensa y estamentos taurinos, especialmente presidentes, ganaderos y empresarios, no deben ser buenas y ha de procurarse que nunca mejoren porque, de lo contrario, ¿a quién se le colgaría la crítica acerva?, no debía confraternizar con Juan pero, obvié la máxima y enseguida sintonicé con él.
Ambos participamos también de la amistad del gran y recordado taurino Manolo Cano, gerente de la empresa Toresma durante quince años y, poco a poco, el afecto fue fortaleciéndose, principalmente porque Juan sabe ser buen amigo y, como siempre que forma parte de mi circunstancia, suele ser para aportar algo bueno, el rastro que deja pasa a engrosar la carpeta de lo reseñable y fundamental.
Todos sabéis que Juan más que un aficionado a los toros es un enamorado de la Fiesta de los Toros, la Fiesta Nacional de España y Fiesta Española que sienten y viven intensamente aficionados de diferentes países. En cambio, es poco amigo de la popularidad; de no ser así, podría haberse beneficiado de su influyente papel como presidente de la primera plaza del mundo durante tantos años y, probablemente, otro gallo le cantaría ahora.
Muy al contrario, se han aprovechado de él, de su buen talante, innumerables personajes y personajillos, taurinos y no taurinos, muchos de los cuales habrán desfilado por la comisaría solicitando la renovación del carné, o un pasaporte de urgencia o ayuda al haber perdido la documentación en viaje a las chimbambas. Y Juan, servicial y bondadoso en el fondo, acaba echándole un capote a todo perro pichi porque su carácter tiene en el hondón una gruesa capa de bondad (calidad de bueno), que no mansedumbre (calidad de manso), adjetivo que le cuadra mejor al toro que no es bravo.
La viva y recalcitrante afición taurina de Juan aparejada a la amistad que le unía a Ángel Luis Bienvenida le impulsó, años atrás, a fundar un Círculo de amigos, en torno a la dinastía Bienvenida. Juan es el alma máter del Círculo y aunque declina la asunción de cargos se ocupa del gabinete de prensa, de difundir los comunicados, las citas, los resúmenes de los actos.
Esa diaria actividad, sentado al teclado del ordenador, ha comenzado a irrigar una inactiva vena literaria y está dándose de forma febril a la escritura con mucho más conocimiento de la prosodia y la sintaxis que muchos de los plumíferos que firman en diarios de difusión nacional. No se den por aludidos los aquí presentes pues estoy refiriéndome a los plumillas de carácter feble y hebén.
Aunque, sólo Dios sabe si correo a correo, artículo a artículo llegará Juan a alcanzar la nombradía de Don Mariano de Cavia y Lac, alias Sobaquillo padre, al decir de distinguidos coetáneos suyos, de la crónica taurina. Claro que si ZP llegó a la presidencia del gobierno, ¿por qué no puede ser este probo policía émulo de Cavia?.
En cualquier caso, la forma de ser de Juan connota con la del eximio escritor aragonés. Porque como aquel, hace reverberar el alma andaluza sobre todos los desfallecimientos de la patria, que en estos tiempos de presunto progresismo, son muchos. Como Cavia, Juan es símbolo de españolismo que es una expresión de firmezas cívicas y vehemencias patrióticas. Y porque viaja con él allá donde va puedo decir que lo suyo es españolía o españolería andante.
Juan Lamarca, es un hombre de fe, un hombre honrado, un patriota de ardiente corazón, escrupuloso cumplidor de sus deberes sin otra ambición que la de contribuir al engrandecimiento de esta nuestra España que otros no cejan en dividir y recortar. A Juan, como a Unamuno, le duele España.
Metido en conversación hace gala de un lenguaje refinado y su trato con desconocidos o personas que no son de su entorno, es protocolario, elegante y cortés, pero ¡cuidado! porque puede trocarse dicaz y guasón cuando se trata, no de denostar, sino de nombrar con propiedad a la prolija fauna de politicastros, hoy más numerosa que nunca, de malandrines, malandros y demás especies nocivas, polilla de la sociedad, que entrevera y carcome el tejido social.
El carácter de Juan está barnizado de buen humor aunque eso no obsta para que, si alguien le toca los costados, se revuelva y suelte alguna fresca pero, de hacerlo, lo hará con arte y buen humor. Y en simbiosis con ese buen humor, está su independencia, admirable independencia, de espíritu y conducta.
Por lo dicho y por otras muchas más razones ---cada cual tendrá las suyas-- Juan, te has granjeado el respeto de tus colegas y el cariño de tus amigos. Si has hecho amistades por medio mundo es (y parafraseo a Sobaquillo al referirse a Juan Belmonte), porque aun teniendo en mucha estima lo de fuera, tu talante extrovertido, tu simpatía, tu bonhomía y don de gentes; “llega más hondamente lo de dentro: el corazón, ese órgano palpitante que cuando se manifiesta da al traste con todas las máscaras antropológicas”.
Juan, estamos celebrando tu pase a la situación de 2ª actividad y yo me permito decirte que retrases el jubileo y esperes un tiempo. Tú eres de los que aguantan hasta última hora. Claro que, si por cuestión de edad tienes que dejar tu puesto en la comisaría, habrá que buscarle acomodo a tu valía en algún lugar hasta que el cuerpo no aguante más y, cuando llegue ese momento, entonces sí, podrás refugiarte en tu afición y, sobre todo en tus amigos, para evitar, como diría Sobaquillo, “que se te enfríe el espíritu con las humedades de este Valle de Lágrimas”. Dios te bendiga y te guarde.
Publicado en La Montera
Javier Hurtado y Juan Lamarca en un acto de Circulo Taurino de Baeza
En "El Rincón Taurino" casa de un aficionado