En esta época otoñal el ambiente campero al igual que su entorno, cambia de
color. Un ambiente cubierto de colores
cálidos y tonos ocres, nos confieren
un paisaje que aun careciendo de la luminosidad primaveral no
deja de ser una delicia para los sentidos. Llegado este tiempo, los días se
acortan siendo la luz más tenue, es cuando los árboles se desprenden de sus
hojas cambiando su atuendo habitual disponiéndose para el duro invierno.
Paradójicamente
el ganado bravo barrunta también la estación venidera e igualmente se prepara
vistiendo un “abrigo” que aunque deslucido por su tosquedad y conocido en el
argot taurino como “pelaje de invierno”, se desprenderá de él a la llegada de
la primavera para volver a lucir esa piel fina, tersa y brillante que
caracteriza a las reses de lidia. Mientras llega esa época y el tiempo vuelva a
dar savia nueva y esplendor tanto al campo bravo con su olor a jara, tomillo o mejorana
así como a las reses que en él pastan, aprovechamos estas agradables temperaturas
otoñales para seguir disfrutando del toro bravo de una manera diferente.
Otoño,
bonita y acogedora estación llena de tradiciones, por eso me encanta noviembre.
Llegado este mes con el día de la festividad de Todos los Santos, en una gran
casa taurina solemos reunirnos un nutrido número de amigos y aficionados
teniendo la primera cita importante tras el cierre oficial pocos días atrás en
Jaén de la temporada taurina española.
También
podemos prescindir de nuestras tradiciones y “americanizarnos” aún más celebrando “Halloween” estando en casita viendo en televisión a la familia
Simpson tomando unas “pop corn” como
aperitivo, seguir con una gran serie yanqui cenando una calórica ensalada de
maíz, pizza y si acaso algún hot-dogs
pero sin kétchup, lo digo por aquello de la sangre, regado todo ello con un buen caldo de “cola
light”.
La mañana no
puede empezar mejor, un desayuno españolísimo y muy andaluz a base de migas
aderezadas de ajos y pimientos fritos, chorizo y panceta; acompañadas de unas
sardinas a la parrilla sobre leña de olivo, buen jamón, queso, pipirrana
jienense, aperitivos varios y las primeras aceitunas aliñadas del terreno,
regado todo ello con unos excelentes Vinos Finos y de Rioja contribuyen a tomar
fuerzas para el plato fuerte del día. Cante flamenco en directo acompañado de
“rebujito”, dan paso a una estupenda paella que tras dar buena cuenta de ella,
es rematada con un aromático café de puchero con miel y unas gotas de orujo,
así como unos dulces típicos.
Después
llega el plato fuerte de la jornada en el intermedio del ágape para abrir boca
de lo que sería el remate final. Unas lustrosas becerras esperan a que los más
atrevidos puedan demostrar el “Arte de Cúchares” ante ellas.
Tras la
fiesta campera, cuestión de los nervios probablemente, como por arte de magia
se vuelve a abrir el estómago y avivamos nuevamente el fuego para continuar
dando cuenta de las viandas derivadas del cerdo acompañando todo ello con
música y baile. Y para rematar la jornada con una buena estocada en todo lo
alto, sentados junto a una lumbre hasta bien avanzada la madrugada no falta la
tertulia taurina en la que para dar la categoría que se merece el día, siempre
nos acompaña un Matador de Toros. De esta manera tan “salvaje” trascurre anualmente la festividad del día de Todos los
Santos para un buen grupo de amigos.
Lo narrado
no es ni más ni menos que el acontecimiento celebrado un día del año por unas
personas que formamos parte de esta “nueva
España de las 17 tribus o 16 dependiendo de Cataluña” a los que
algunos nos tildan de “anti-progresistas”
o “asesinos y maltratadores”. Que
acompañados de niños sacrificamos en este día, peces y cerdos y; no contentos
con eso, “lastimamos” a unas pobres
vacas bravas para divertimento colectivo, jactándonos además de que por encima
de todo aún gustamos de nuestras tradiciones y su “anti producente” gastronomía, creemos en Dios y como si de otra
religión se tratara adoramos al TORO,
¿pasa algo? ¡Viva el carácter español!, el auténtico, el genuino y, no el que
muchos quieren implantar.
Seguramente
moriré de un infarto y cargado de colesterol, pero moriré con mis tradiciones y
mi fe, si ocurriera por estas fechas lo haría harto de “gachas, buñuelos,
huesos de santo” y buen aguardiente y por encima de todo mi afición a los
toros. No quiero ni espero ningún otro Mrs. Marshall.
Estas “bacanales” estarán conmigo si digo,
que no son dignas de un pueblo civilizado, esas tradiciones y costumbres hay
que “abortarlas” cuanto antes mejor,
todo sea por el “progresismo”. Pero
al igual que pasa cuando quieres dejar de fumar, cuesta y; como la carne es
débil, no puedo resistirme a la tentación.