Llegaste
como una extraña a pesar de conocerte desde muchos años atrás, algo que parece
increíble, que puede parecer de locos, pero precisamente de eso se trataba, de
vivir una locura que jamás tuviera fin y; lo conseguí, estar contigo, estar
junto a ti nunca tendrá fin, ni siquiera después de abandonar este mundo.
Conocido es el dicho que solo muere el olvido y lo nuestro estará tan presente
en la vida, que ni el tiempo tendrá la fuerza suficiente para el olvido. No sé
cuándo ni cómo, pero sé que voy a cumplir la promesa que te hice de amor
eterno. Porque sabes que ni siquiera la muerte podrá separarnos.
Entiendo tu juventud, una juventud a la vez madura, la cual tiene que decidir
en poco tiempo y con mucha inteligencia el sentido de nuestro encuentro. Nuestros
paseos en las tardes de otoño, aunque a distancia la mayoría de las veces no
desviamos nuestras miradas el uno del otro, nos miramos fijamente, nuestros
ojos hablan por sí mismos, entiendes mi mirada, comprendes mis palabras, sabes
que te quiero como del mismo modo sabes que me haces el hombre más feliz del
mundo, el más grande por momentos, me conviertes en alguien que no me cambiaría
por el hombre más rico del mundo; porque aunque esos momentos sean efímeros,
son sublimes a la vez.
Al estar
contigo, estando junto a ti, tu piel, esa joven piel, tan firme y tan tersa
como las mejores de las sedas de Oriente me hacen sentir en otro mundo. Cuando
fijas en mí tu mirada y vienes gozosa al encuentro de mi llamada, al
encontrarnos a pesar de nuestro amor, mides la distancia pero me rozas
lentamente durando ese tiempo que quisiera convertir en eternidad como el más
profundo de los sueños para vivir en ti y si fuera necesario, para morir en ti,
como muere el mejor de los amantes.
Paseamos largamente en otoño, si, pero mi verdadero y más grande amor por ti se
convierte en rosa perfumada por primavera, amor sincero, amor placentero, como
fruto que hemos estado mimando durante un largo tiempo.
Te preguntaría si como eres, mi amor eterno, mi fiel amiga, mi compañera firme
de aventuras al fin y al cabo ¿Cómo puedo expresar todo lo que llevo dentro, si
para mí, eres el amor en cada efímero encuentro?
Pronto volveré a verte mi amor, te amo y nadie lo puede cambiar, por siempre
serás el mayor de mis amores, mi más hermosa compañía, volveré pronto, para
acariciarte tu pelo rizado y con ello devolverme de nuevo la vida de este
letargo que en primavera despertará con toda la fuerza del corazón.
En
figuras de piedra como si fueran versos dejaré para ti aún cuando mi corazón
deje de latir, mi cariño. No los consumirá el tiempo, no se diluirán como lo
hizo alguno de nuestros queridos encuentros, serán perpetuos porque estarán
hechos con un sentimiento que viene del alma.
¡Qué bellos los momentos compartidos! Amarnos y entregarnos por las tardes para
soñar por las noches. El sol para sentir, la luna para soñar, es todo cuanto
tenemos más no importa cuando corre por nuestras venas esos románticos momentos
que se pierden ante la vista pero quedan en el alma como un preciado tesoro.
Siempre desnuda y tan sensual, eres quien me ama, lo sé, quien me desea como
nadie en el mundo, por eso quiero que las manos que te acompañen en tu caminar
sean las mías. Que mi cuerpo tú lo acaricies sin medida como tantas tardes lo
has hecho entre frondosos encinares. Quiero alzar un juramento al Cielo; que
entre nosotros solo exista el fuego que jamás se consume, algo enorme,
profundo, con sentimiento y sensibilidad, pero con medida en la justa
distancia, como el más grande de los amores.