Por eso esta tarde no me lo he pensado dos veces y
me he dado una vuelta por la ganadería de D. Iñigo Garzón al que por cuestiones
unas veces laborales, otras por problemillas médicos, llevaba algunos meses sin
verle y, la verdad sea dicha, tenía ganas de charlar un rato con él y respirar
aire puro en plena naturaleza.
El campo está que es todo un vergel. Las lluvias
caídas estos meses atrás y las acaecidas la última noche del año han
contribuido a que hoy, primer día de este 2013 haya podido disfrutar de un
maravilloso panorama.
El toro bravo, tan agradecido siempre con la
naturaleza, lo he visto -aunque parezca una tontería- a pesar de tener el vasto
pelo del invierno, con una cara como más sonriente que otros años, más
bullidor, menos vago al caminar y hasta diría que más gallardo en su mirada;
debido casi con toda seguridad a la rica hierba que este invierno está ingiriendo
y que otros le ha sido imposible por culpa de la sequía padecida.
El camino de ida a la finca ha sido maravilloso, una
variedad de colores en el camino, inusual en esta época del año y unos olores
que se mezclaban en el ambiente nos daban la bienvenida.
Y como no podía ser menos tras desearnos todos un
feliz año nuevo y ver toros y caballos; la tertulia con el señor ganadero, como
siempre, una delicia.
No va ser un buen año de toros, como ya estamos
viendo en las primeras ferias importantes, la disminución de festejos es
evidente y eso, no solo para los ganaderos, sino para una extensa lista de
personas que forman parte de la tauromaquia, no es bueno.
Ahora que ya ha llovido, que vemos a las reses comer
hierba del campo, solo hace falta que se arregle el problema de la crisis por
la que estamos atravesando y ver las ferias volver al esplendor que tuvieran no
hace muchos años. Hay que ser positivo y esta tarde me ha dado la esperanza de
que este 2013, pueda ser un buen año. ¡Dios quiera que así sea!