El héroe como definición, es aquella persona
admirada por haber realizado una hazaña excepcional, especialmente si esta
requiere un extraordinario valor.
Pero ser héroe implica deber, compromiso, asumir
unas obligaciones con responsabilidad y juicio que van más allá del innegable
mérito de ponerse delante de una animal de 45 arrobas; lo hacen los corredores
en las calles de la cuenca mediterránea con los "bous" o en los
múltiples encierros de otros puntos de la geografía española. Tampoco merece el
calificativo el faquir circense tragacuchillos, escupefuego incendiario o el
equilibrista aún sin arnés a metros de la consistente carpa.
Héroes son aquellos que, lejos de temer
las balas enemigas, se colocan en la vanguardia del batallón, sirven de espejo
para los que vienen detrás, nacen, viven y mueren tras la conspicua vocación de
saberse Torero, aunando valor y tragedia como una dualidad indisoluble. Con las
manos manchadas de sangre y no desde las palabras vacías de un oráculo
interesado en la búsqueda de mitos para vender historias de ocasión y ganga.
La heroicidad en el toreo implica vencer
a la fiera en valerosa lucha y tras verlo a sus pies, atribuirse en medio de
su, nuestro entusiasmo, nada menos que la gloria del arte que profesa.
Escucho y paladeo, insaciable, vidas de
toreros legendarios, de aquellos que formaban parte de la cultura de nuestro
país, instruidos ilustrados, oradores curtidos en la gesta y la reverencia al
dios Toro.
En su lugar, la efigie del villano como
entidad aceptada, confesa y protegida se propaga de plaza en plaza y de feria
en feria. Ahí, Sevilla, haciendo aguas con o sin figuras. El Tercio de varas
noqueado, agoniza moribundo. Corridas deshechas, devueltas, en corrales
"bailaores" al son del tintineo de traidores y vulgares espadas.
Nuestra apuesta por el toro nos acarrea en muchos
casos al desespero a causa de demasiados desleales emparejamientos. La
perspectiva de Madrid y su largo ciclo Isidril, lejos de incitar las
esperanzas, sirve de estímulo a la curiosidad amparada quizás, en aquella tarde
donde unos héroes lo fueron aunque no vistiesen de seda y oro. Y es que, mis
queridos amigos, a veces, los héroes no necesitan adornos deslumbrantes.
Lamentablemente y si la vida cotidiana, esta
puta crisis inventada o mantener tanto aprovechado en "el machito",
nos convierte en héroes de lo diario, aclárenme: ¿Dónde reside pues, la
diferencia?...
Fuente.- Gloria Cantero. Colaboradora de la Región de Murcia para De Catafalco y Oro.