Ultima
tarde de fallas marcada por magia, empaque y maestría,tres toreros en la
arena, tres faenas diferentes.
Enrique
Ponce con su elegancia y maestría aunque sin poder cuajar la faena en su
primero por descastado, y en su segundo, justo de fuerzas le dejo mostrarnos retazos de su torería.
Daniel
Luque la grata revelación, en su primero una faena elegante y por encima del
astado en todo momento, en su segundo tras un emotivo brindis a Gabriel Hernández,
alguacilillo de la Plaza de Toros de Valencia que hoy se cortaba las plumas del
sombrero en señal de su retirada de los ruedos, templando, sometiendo y
mandando, desorejo al de Jandilla que fue ovacionado en su arrastre, dándole en
esta esplendida faena a Luque la puerta grande.
José Antonio Morante, cuesta explicar siempre lo vivido con este
torero, encuentro de emociones listas para explotar en cada lance, en su
capote, en su muleta, hasta en sus andares, a su primero lo recibió con
verónicas de la forma que solo Morante sabe hacerlo, rematada con dos soberbias
medias y una espectacular revolera, el toro con bondad, pero muy escaso de
fuerzas no le permitió lucimiento ninguno en el capote y optó por abreviar, lo
pinchó, y teniendo que hacer uso del descabello le falló en el golpe y el toro
hizo por él prendiéndole de la taleguilla, en la alzada el matador se hirió con
el descabello por lo que pasó a la enfermería. Sale en su segundo y quinto de
la tarde,(cumpliendo el dicho de no hay quinto malo),llegó la magia y lo que será
la mejor faena de la feria de fallas, en la retina de los buenos aficionados quedará
lo visto esta tarde y un gran sentimiento en el alma y el corazón, arde Valencia
por los cuatro costados sin prender sus fallas, salta la pasión, alma sevillana
en el ruedo, arte gitano, poderío, delirio, orgullo, olor añejo a grandes
toreros, silencio señores, hay un torero en la plaza; Morante sale hasta los medios en las verónicas de
recibo, con una media de toreo antiguo, siguiendo con verónicas, tras la réplica
de Luque con unas templadas gaoneras, volvió Morante con unas chicuelinas de
mano baja, en la muleta el de la puebla poco a poco y ayudado por la nobleza
del toro fue de menos a más, desmayado en el trazo, cadencia, compás, la
barbilla pegada al pecho, toreo de sentimiento, de verdad; con dos ayudados por
lo alto de empaque y sabor, un pase de pecho digno de cartel, hizo unificar a
la plaza en un sonoro ole, en sus últimas tandas de derechazos, encajado, templado,
y de una pasmosidad sin igual, perdió la puerta grande por el acero, dando una cálida
y merecida vuelta al ruedo.
Informa La corresponsal en Valencia
para De Catafalco y Oro.- Conchi Mateos.