Hoy se cumplen tres décadas desde que el maestro Manolo Vázquez le invistió doctor en tauromaquia en La Maestranza bajo el testimonio de Curro Romero. Un cartelazo -se lidiaron toro de Carlos Núñez-
que refleja el ambiente que tenía a principio de los 80 un novillero
diferente, en la manera de expresar y sentir el toreo, que se anunciaba Juan Mora en los carteles. Placentino de nacimiento e hijo de un novillero de los años cincuenta, el añorado Mirabeleño, Juan Mora
inició su trayectoria profesional a corta edad y toreó como novillero
con caballos desde 1979 hasta 1983. En su trayectoria novilleril no
cosechó grandes triunfos en las plazas claves, pero sí dejó una honda
huella en cuantos cosos pisó. Su presentación en Madrid tuvo lugar en 1979, el mismo año en el que hace su primer paseíllo en La Maestranza sevillana, donde corta una oreja. En esta fase y también de matador de toros, Juan Mora
malogra buenas faenas con un pésimo manejo de la espada, sin embargo
siempre queda la impronta de un toreo estilista y cargado de
sentimiento.
Los primeros años de matador se caracterizan por la falta de triunfos que le den el empujón definitivo. Es Mora entonces un buen torero y la afición así lo reconoce, pero la promesa no acaba de romper. Después de una épica faena a un sobrero de Lupi en el San Isidro de 1986 arruinada como tantas veces por esa 'ladrona de orejas' -como el placentino define a la espada- llega el año 1989 y el apoderamiento de Manuel Chopera parece dar una nueva perspectiva al torero. Sin embargo, después de un sonoro triunfo en La Monumental de Barcelona, un toro le fractura la muñeca en Plasencia y pierde muchos contratos. Este contratiempo fuerza una inactividad de la que el torero vuelve con renovados bríos y con un nuevo planteamiento para su forma de entender la lidia.
En el comienzo de la nueva década, Mora parece concienciado a no dejar escapar el triunfo sean cuales sean las condiciones del toro y en este empeño pone de manifiesto una capacidad lidiadora nunca antes manifestada. Juan Mora se arrima, se juega el físico, sin olvidar su plástica concepción del toreo, planta cara a los toros difíciles y triunfa con ellos. Esta reconversión le granjeó las mayores satisfacciones de su carrera como su gran triunfo en Bilbao en la corrida de Torrestrella de 1995 o la salida a hombros de Las Ventas en la Feria de Otoño de ese mismo año compartiendo cartel con Emilio Muñoz.
Los primeros años de matador se caracterizan por la falta de triunfos que le den el empujón definitivo. Es Mora entonces un buen torero y la afición así lo reconoce, pero la promesa no acaba de romper. Después de una épica faena a un sobrero de Lupi en el San Isidro de 1986 arruinada como tantas veces por esa 'ladrona de orejas' -como el placentino define a la espada- llega el año 1989 y el apoderamiento de Manuel Chopera parece dar una nueva perspectiva al torero. Sin embargo, después de un sonoro triunfo en La Monumental de Barcelona, un toro le fractura la muñeca en Plasencia y pierde muchos contratos. Este contratiempo fuerza una inactividad de la que el torero vuelve con renovados bríos y con un nuevo planteamiento para su forma de entender la lidia.
En el comienzo de la nueva década, Mora parece concienciado a no dejar escapar el triunfo sean cuales sean las condiciones del toro y en este empeño pone de manifiesto una capacidad lidiadora nunca antes manifestada. Juan Mora se arrima, se juega el físico, sin olvidar su plástica concepción del toreo, planta cara a los toros difíciles y triunfa con ellos. Esta reconversión le granjeó las mayores satisfacciones de su carrera como su gran triunfo en Bilbao en la corrida de Torrestrella de 1995 o la salida a hombros de Las Ventas en la Feria de Otoño de ese mismo año compartiendo cartel con Emilio Muñoz.
Fuente.- http://www.mundotoro.com