Hace muchos años me comentaba un gran aficionado a los toros que en este mundo del toro unos se marchaban, pero siempre surgía savia nueva. Que la Fiesta no moriría mientras siguieran cerrando la calle de un pueblo cualquiera de España, saliera una vaca y un chaval avispado lleno de ilusiones diera sus primeros muletazos. No fue en una calle, ocurrió en la Plaza de Toros de Ubeda la pasada feria en la tarde que tras el festejo se corrieron unas buenas vacas para júbilo de todos los aficionados.
Esa tarde en Ubeda, como ocurre en los inicios del toreo, independiente de llegar o no llegar, que también hay grandeza; aún sin dinero, sin gloria, ni aplausos, solo por la satisfacción personal de medirse ante el animal; llamó mi atención un chaval que manejó la muleta ante una vaca, con una despaciosidad y unas maneras al colocarse como hacía años no veía. Vivencias de treinta y cinco años atrás me atraparon corazón y mente, recordando a un joven de 16 años que protagonizara antaño similar obra en idénticos escenarios.
En esta ocasión se trataba de José Viedma Sánchez, nacido en Córdoba -la llana, la califal, la tierra bendita, cuna de grandes toreros que inmortalizan la Historia de la Tauromaquia- el 16 de mayo de 1994 y que llegó a Ubeda con tan solo tres meses de edad. Este año seguirá compaginando sus estudios con esta otra enseñanza taurina en la Escuela de Tauromaquia de Jaén, de manos del maestro Joselito Rus. Ya tiene una fecha que nunca olvidará, el próximo 25 de septiembre, fecha de su presentación en público en la Plaza de Toros de Jaén.
José Viedma al igual que un niño de corta edad, está dando sus primeros pasos en este difícil y complicado mundo del toro. Hay que verlo, hay que esperar su evolución, José Viedma lo sabe y está mentalizado de la dureza del oficio. Deben ser los profesionales, ganaderos, mayorales y maestros quienes opinen, algunos ya lo han hecho satisfactoriamente. Hasta ahora todo ha ido bien y le han abierto las puertas para la próxima temporada. El tiempo y Dios, serán quienes den la última palabra.
Por eso, llegado este punto no me queda más remedio que recordar al maestro Raimundo, aficionado turolense de quien de su mano y su doctrina disfrutara de unos años intensos hasta el día que marchara de esa bendita tierra aragonesa, considerada por muchas razones, mi tierra. Una tierra noble y brava como el Toro que la simboliza en esa bonita Plaza del Torico. Porque pasado el tiempo, con las mismas ilusiones de cuando tenía la misma edad de José Viedma, manteniendo aún el “ser capaz de soñar” y siguiendo fiel a esta afición, apartado de las capeas pero con buenos amigos en el campo bravo jienense; he podido disfrutar viéndome reflejado en aquel muchacho que yo también fui; y que solo quedó en un modesto aficionado práctico.
En mi mente quedaron las charlas en el camino de regreso después de sentir esa enorme satisfacción de ver a Pepe medirse ante una becerra, venciendo esa línea imaginaria que marca el valor y el miedo interior, logrando tandas que nos supieron a gloria. Pero hay algo que sustancialmente diferencia el pensamiento dada la edad de cada cual. La joven promesa solo hace un comentario que palpablemente se refleja en un rostro que irradia felicidad “esta noche no voy a poder dormir”. El viejo aficionado práctico sonríe, calla y no dice nada, solo piensa. La satisfacción, aunque de igual modo la siente, la exterioriza de forma distinta aunque el pensamiento no cese y la mente no pueda dominar volviendo a renacer al lado de una joven promesa.
Amigo Pepe, ahora va a llegar ese día tan deseado y tan temido a la vez, ese día que nunca olvidarás y que muchas cosas te dirá tu primer becerro.
Todo, todo ello forma parte de esa Liturgia, la Liturgia de ese sentimiento sublime que obliga a un camino, el de querer ser torero. Un camino tan de espinos lleno, tan difícil de recorrer, tan largo y tan distinto; tan hermoso, intrincado, duro y bello a la vez, tan de crecerse, y tan de venirse arriba; superando de intenciones humillantes a miles, que han de de venir; siempre vendrán de quién menos esperas, aunque sean de ese buen maestro, si has tenido suerte de tenerlo, quién te hubo de poner a prueba; otras de cualquiera, que no has de tener en cuenta. No olvides las que te diga el toro, ese que en silencio siempre te hablará, a lo largo de tu carrera. “Para ser Torero, solo con serlo basta. Eso le dijo el toro al torero”
No te vengan con lo de pasar hambres, ni calamidades, ni ofensas sociales, porqué hay un día en que te ves echado sobre la valla de piedra de un cercado, otro junto a un esportón de capotes o un fundón de espadas, otro sin saber por qué tocas una montera.
Todos los días pasas, sin saber por qué, por la puerta de la plaza de tu pueblo. Pero hay un día grande, muy grande, que es el que te dice íntimamente si eres torero; ese día de sentimientos inconmensurables, que te obliga a meditar si de verdad quieres serlo, es cuando consigues por azar, por juego o por qué así fueron las cosas, ponerte delante del primer becerro.
Meditación constante, casi siempre en silencio, cuando al quedarte a solas tras todo aquello; no es que quieras, es que te sientes torero. Te verás o no en los carteles, te verás de corto o de luces algún día, para tu debut, ante un público con el que vas a contraer un compromiso, es el día del compromiso, el de para contigo, ya debes llevarlo dentro; vas a iniciar una carrera, vas a dar tu primer paso para decir que quieres ser torero, aunque en tu interior desde aquél día, que el serlo, para ti y en silencio, te lo dijo, tu primer becerro.
Que la suerte te acompañe amigo Pepe y pasados unos años, Ubeda pueda tener un nuevo torero en los carteles.
En la Ganadería de D. Íñigo Garzón
En la Ganadería de D. Juan Pablo Jiménez Pasquau