sábado, 6 de diciembre de 2014

CUANDO LAS INCLEMENCIAS METEOROLÓGICAS ESTÁN EN LAS TAQUILLAS









CABESTRAJE

Para el manejo de reses bravas en una ganadería, en el ruedo o en los corrales de una plaza de toros, es imprescindible disponer de una buena parada de cabestros, también llamados bueyes o mansos. Son machos bovinos, “castrados” de jóvenes, procedentes del desecho de astados bravos o, bien, de raza mansueta (como la mertolenga). Han de estar domados, atender a la voz y ser “inteligentes” en sus evoluciones.


Debido al sentido gregario, el ganado de lidia (toros, novillos o vacas) se deja arropar, siguiendo el movimiento de los cabestros. Éstos se eligen por el pelaje – normalmente berrendo en negro o en colorado sobre fondo blanco – para que destaquen en el campo. Como consecuencia de la castración, el animal crece deformado; presentando de adulto gran corpulencia (por arriba de 700 kilos), aunque con la cabeza alargada, el cuello sin morrillo y los delgados cuernos, muy desarrollados.

Resultado de los primeros paseos de adiestramiento y cualidades, los cabestros, tendrán un cometido y una posición concreta dentro del encierro. En base a lo anterior, se clasifican como: buey “de guía”, “delanteros” o “de estribo(de estas tres formas se dice en lenguaje campero), los más ligeros, que van abriendo camino (pegados al caballo) y llevan una esquila (campanilla) sujeta a un collar de cuero. Detrás – con cencerros de sonido bronco – los “de tropa” (que rodean a los toros) y, al final, los “de zaga” de andar más lento. En la finca “Zahariche” (el “Territorio del miedo” le llaman), hace ojo la “empelada” y soberbia parada del hierro de Miura.

Al apartar una corrida o cuando se devuelve una res al corral, se ve el grado de adiestramiento de los bueyes y la maña del cabestrero. En estas tareas, a veces tediosas, es un fenómeno el mayoral de la Plaza de Las Ventas de Madrid, “Florito”, que con maestría y sin estridencias “dirige” a los animales. En el coso de Santa Margarita, de Linares, han ejercido de corraleros: el conocido por “Cubala”, hombre cerrado de barba y tez cetrina; Ángel Cortés Girona, natural de Baños de la Encina y siempre amable conmigo; Andrés, Francisco Vargas, etc. En el de La Alameda, de Jaén, entre otros, lo fue el motejado “El gafas” y, ahora, el diligente Miguel Peña González, alias “El Málaga”, que es muy mi amigo.

Al hilo de lo tratado, reproducimos los bellos versos del poeta y ganadero romántico (pretendía criar toros con los ojos verdes), Fernando Villalón:
“Van sonando acompasados los cencerros de los bueyes blanquinegros de astas largas y los negros toros finos obedientes al guión en pausada procesión …”.
Fuente.- Salvador Santoro. Colaborador de la Ciudad del Santo Reino para De Catafalco y Oro.

UNA AGRESION INTOLERABLE

El jueves 4 de diciembre, ayer, llegaba 15 minutos tarde a la conferencia de la catedrática de Historia y amiga Yolanda Fernández Fernández-Cuesta, presidenta de la Peña El Toro de Madrid, titulada “Simbología taurina hasta los albores del mundo antiguo”, que formaba parte del curso 2014 del Aula de Tauromaquia del CEU.

Al abrir la puerta del ascensor veo y oigo un tumulto de gente entre los que oigo a algún joven energúmeno, de cara congestionada y mirada alterada, gritando “Tauromaquia, abolición”. Detrás de ellos veo a Rafael Cabrera Bonet en la puerta del Aula Magna donde se celebran las conferencias del curso, exigiendo que se vayan de allí las personas que, luego me enteré, habían intentado boicotear el acto.

Participantes en la lección inaugural 
del Aula de Tauromaquia del CEU del curso 2013-2014
Tomada de Toroslidia

Rafael me pide que vaya a avisar al guardia de seguridad del edificio para que se haga cargo de la situación. Bajo a la planta 1ª donde hay una garita de portería y cuando estoy acercándome a mirar si está el vigilante, oigo un gran tumulto de gritos y carreras, siento un empujón y me voy al suelo desde mi 1,92m de estatura. Alcanzo a ver jóvenes desconocidos corriendo a la salida e inmediatamente me pongo a gritar que “me he roto el hombro”, pues el dolor es grande.
Ni participé en riña alguna, ni en discusión, solamente fui agredido mediante un empujón de malas, dolorosas e invalidantes consecuencias.
A continuación llamaron a una ambulancia que me trasladó al Hospital Clínico San Carlos donde me diagnosticaron: “Fractura proximal de húmero”, me inmovilizaron el hombro con un vendaje y me informaron de que si todo iba bien, debería mantener la inmovilización cuatro semanas, esperar dos semanas más para consolidar la soldadura del hueso e iniciar rehabilitación. Ahora me espera la denuncia en comisaría, papeleo, quien sabe si juicio y finalmente, con gran probabilidad, no pase nada.

Esta mañana en mi casa 
con la inmovilización hecha en el hospital


La única esperanza es que esta agresión de tan malos resultados para mí, sirviera para que se tomara conciencia de que hay que trabajar de manera organizada y con medios, desde el aspecto legal y de comunicación, para impedir la escalada de las acciones pretendidamente antitaurinas y que esconden una histeria de personas que consideran más importante la vida animal que la humana, dispuestas a descargar su rabia o frustración social mediante la agresión a la tauromaquia y a sus seguidores, sean estos aficionados, intelectuales, profesionales o público en general.