Para el manejo de reses bravas en una
ganadería, en el ruedo o en los corrales de una plaza de toros, es
imprescindible disponer de una buena parada de cabestros,
también llamados bueyes o mansos. Son machos
bovinos, “castrados” de jóvenes, procedentes del desecho de astados bravos o,
bien, de raza mansueta (como la mertolenga). Han de estar
domados, atender a la voz y ser “inteligentes” en sus evoluciones.
Debido al sentido gregario, el ganado de
lidia (toros, novillos o vacas) se deja “arropar”,
siguiendo el movimiento de los cabestros. Éstos se eligen por el pelaje –
normalmente berrendo en negro o en colorado sobre fondo blanco – para que
destaquen en el campo. Como consecuencia de la castración, el animal crece
deformado; presentando de adulto gran corpulencia (por arriba de 700 kilos),
aunque con la cabeza alargada, el cuello sin morrillo y los delgados cuernos,
muy desarrollados.
Resultado de los primeros paseos de
adiestramiento y cualidades, los cabestros, tendrán un cometido y una posición
concreta dentro del encierro. En base a lo anterior, se clasifican como: buey
“de guía”, “delanteros” o “de estribo”
(de estas tres formas se dice en lenguaje campero), los más ligeros,
que van abriendo camino (pegados al caballo) y llevan una esquila (campanilla)
sujeta a un collar de cuero. Detrás – con cencerros de sonido bronco – los “de
tropa” (que rodean a los toros) y, al final, los “de zaga”
de andar más lento. En la finca “Zahariche” (el “Territorio del miedo” le
llaman), hace ojo la “empelada” y
soberbia parada del hierro de Miura.
Al apartar una corrida o cuando se
devuelve una res al corral, se ve el grado de adiestramiento de los bueyes y la
maña del cabestrero. En estas tareas, a veces tediosas, es un fenómeno el
mayoral de la Plaza de Las Ventas de Madrid, “Florito”, que con
maestría y sin estridencias “dirige” a los animales. En el coso de Santa
Margarita, de Linares, han ejercido de corraleros: el conocido por “Cubala”,
hombre cerrado de barba y tez cetrina; Ángel Cortés Girona, natural de Baños de
la Encina y siempre amable conmigo; Andrés, Francisco Vargas, etc. En el de La
Alameda, de Jaén, entre otros, lo fue el motejado “El gafas” y, ahora,
el diligente Miguel Peña González, alias “El Málaga”, que es muy mi
amigo.
Al hilo de lo tratado, reproducimos los
bellos versos del poeta y ganadero romántico (pretendía criar toros con los
ojos verdes), Fernando Villalón:
“Van sonando acompasados los
cencerros de los bueyes
blanquinegros de astas largas y los negros toros finos obedientes
al guión en pausada procesión …”.
Fuente.- Salvador Santoro. Colaborador de la Ciudad del Santo Reino para De Catafalco y Oro.