La diligencia – tirada por briosos corceles o ágiles acémilas -,
los trenes a vapor y, posteriormente, el automóvil, en tiempos
propulsado con “gasógeno”, han servido en las distintas épocas, de medio
de transporte a la gente “de coleta” para
recorrer nuestra “piel de toro”. Hoy en día, los toreros incluyen en su
“equipo” a un conductor profesional para los coches de cuadrillas e
incluso disponen de chófer personal.
Lejana queda la imagen – años cincuenta y sesenta – de aquellos
oscuros y voluminosos coches de cuadrillas (eran distintivos los Hispano-Suiza) que transitaban por caminos malos, con la baca cargada de esportones, maletas y el “búcaro” al relente.
Los conductores de entonces (que le hacían también a la
mecánica), eran verdaderos héroes y atravesaban la península en viajes
interminables, con la responsabilidad de velar por la seguridad de los
ocupantes y el imperativo de llegar, a tiempo del sorteo, a la población
donde toreaban. Trabajo muy duro, largas vigilias con la “rosca” y la
compañía de la radio y poco descanso.
A este respecto, los toreros linarenses de esa época – Víctor
Quesada, Paco Moreno, Gabriel Suárez, Diego Córdoba, etc – contrataban a
taxistas de Linares para los desplazamientos a Barcelona y otras
plazas. Algunos vehículos de entonces (Seat 1400 y 1500)
tenían, alargando el chasis, capacidad para nueve plazas e iban
provistos de “trasportines” abatibles entre los asientos delantero y de
atrás. De esta manera, cabía el matador, apoderado y la cuadrilla al
completo: picadores, banderilleros, mozo de espadas y “ayuda”. Por
testimonios directos, los viajes eran una auténtica odisea pero
divertidísimos e instructivos por las conversaciones taurinas que
surgían en el trayecto.
En nuestra juventud, de incipiente aficionado, tuvimos ocasión de conocer a magníficos profesionales de la “roanta” y, además, “chanelando” mucho de toros. Recordar con afecto a Manolo “Pecho Ancho”, barbilampiño, corpulento y de trato afable. Igualmente, a Guillermo García Blanes “Gorrión”, dandi vistiendo y “fuentista” acérrimo (su licencia pasó a Antonio Lorite “El Cero”, buen taurino) y, por último, a Francisco González “El Pescaílla”. ¡Qué personajes!
Aquellos autos, se han sustituido por confortables furgonetas
bien equipadas (hasta con cama) y sus conductores van “fijos”, haciendo
miles de kilómetros a lo largo de la temporada. Decía el maestro de
Ronda, Antonio Ordóñez, que para ser figura del toreo – a más de otras
virtudes imprescindibles – hay que saber dormir en los coches de
cuadrillas, para no acusar el cansancio luego en el ruedo.
Antes y ahora, los chóferes – aurigas del volante – son los que
“lidian” cada día, con el temple de sus manos, al negro toro de la
carretera.