Dentro de la diversidad de
tareas que podemos ver en el campo bravo está la dedicada al saneamiento de las
reses de una ganadería. Hoy hemos estado presentes en una jornada dedicada a
este importante menester en la Finca Cerro Pelado para que las reses de lidia puedan encontrarse
completamente controladas sanitariamente. Esta es una faena obligada en todas
las ganaderías de bravo que dependiendo de la zona donde esté ubicada, varía de
una a dos veces al año.
Es temprano, un día
completamente despejado y con una temperatura primavera por lo que se encomienda
al “cocinero de servicio” elija el sitio idóneo y prepare la leña necesaria
para que a la hora señalada esté preparada la suculenta comida campera.
Nuevamente el contacto con
el Toro de Lidia en plena naturaleza nos invade los sentidos. Toros, vacas de
vientre con sus espectaculares encornaduras, becerras y sobre todo los
preciosos becerritos con sus pequeños trotecillos y ese mirar serio, altanero y
gallardo a pesar de su corta edad, no hay lugar a dudas que te está diciendo
que él es un Toro Bravo y es quien manda allí.
La jornada empieza con esa
frase tan conocida entre los aficionados a los toros escuchada de los
profesionales cuando dicen que en esto del toro hay que hacerlo todo muy
despacio y sin prisas ¡qué gran verdad! la habilidad y despaciosidad del
mayoral ayudado por esos sus mejores aliados que son los “cabestros”,
condujeron a las reses sin el menor tipo de problema a los corrales. Una vez
allí, los expertos ayudantes en silencio y pendientes a la voz del mayoral van
abriendo y cerrando puertas hasta conducir las reses convenidas a cada corral.
Una vez las reses han sido
conducidas y dispuestas en los distintos corrales de embarque son guiadas en
número necesario para ocupar la “manga” donde con sumo cuidado para no
alterarlas y puedan sufrir algún tipo de stress, intervienen en las cercanías
solamente el personal necesario con una celeridad asombrosa. Lo primero que hace
el veterinario es rasurar una zona donde le practica la prueba de la
tuberculina consistente en medir con un “calibre especial” el grosor de la piel
para acto seguido inyectarle un líquido que pasadas 72 horas advertirá del
resultado de la tuberculina si la zona de piel que fue inyectada anteriormente sufre
algún tipo de inflamación superior a los dos centímetros, por lo que en este
caso habría que tomar las medidas legales oportunas.
La tuberculosis prosigue, es
algo muy complicado con lo que tiene que luchar el ganadero ya que no depende
de un problema en sí de la propia ganadería sino que lo es de lo que pueda
haber dentro o llegar de fuera. Dentro como puedan ser gatos, perros o incluso
palomas y fuera como es el caso de ciervos, venados, jabalíes, cerdos, zorros,
liebres y otros animales que puedan existir en la zona donde se encuentre la
finca ganadera, algo realmente complicado y peligroso a la vez. Por tal motivo,
las reses se vacunan para evitar la lengua azul con un Serotipo 1 y 4; también
se le pone una dosis de Enterotoxemia, que evita problemas del aparato
digestivo por algún cambio de alimentación y Pasterelosis, con la cual evita
problemas de pulmón y vías respiratorias.
Dentro del mismo proceso se
realiza una extracción de sangre para determinar la existencia de brucelosis.
Se le extrae de la parte inferior del rabo que pega a lo que conocemos como
“penca” por el método de extracción automático similar a la analítica de una
persona. Esta operación es supervisada con minuciosidad por el veterinario, ya
que estos tubos van identificados con el mismo número del crotal que lleva cada
res para una vez analizada pueda identificarse sin ningún tipo de error con la
res correspondiente.
Es perfectamente
comprensible que los ganaderos tienen que asumir una serie de riesgos que en
ocasiones puedan producirle un daño irreparable como de hecho ha ocurrido, ya
que de producirse algún resultado positivo en las pruebas de saneamiento habría
que sacrificar las reses y no es de extrañar que de ocurrir esto es una rama
importante dentro de las distintas familias que componen cada ganadería, pueda afectar
y perderse alguna línea de interés para el ganadero. Con esto quiero hacer ver
al aficionado menos avezado, que la problemática ganadera -aunque esté claro
que la parte económica dados los costes que el saneamiento pueda tener, la
asume el ganadero- afecta del mismo modo al aficionado, ya que llegado este
punto, se pierde la posibilidad de ver lidiar esos excelentes toros que una
línea familiar posee, siendo difícil o imposible poder volver a recuperar para delicia
y satisfacción tanto del ganadero como del aficionado.
Una vez son saneadas las
reses, estas vuelven a su hábitat natural hasta que el tiempo marcado por la
legislación sanitaria les obligue a supervisar la prueba efectuada y
posteriormente repetir el ciclo.
Relajados tras la dura
jornada al calor de la chimenea de la que dispone la cocina de la acogedora
casa del mayoral, dimos por acabada la jornada degustando una espléndida caldereta
de cordero -ese guiso que sabe de forma distinta hecho al amor de una moderada
lumbre- para tomar fuerzas y proseguir con la delicada tarea de la jornada.
Tarde de tertulia al calor
inconfundible de la leña de encina esperando la noche para degustar unas chacinas
a la brasa regadas con buen caldo y aderezada de las sabias palabras, anécdotas
y vivencias de estos hombres de campo que son los mayorales, hacen desear al
aficionado que el momento no tenga fin. Es tarde y nos vamos, pero marchamos
con la alegría de que a los tres días volveremos a estar nuevamente en contacto
con la naturaleza y ese animal tan querido que es el Toro Bravo.
Las reses esperan ser dirigidas a la manga de saneamiento
Los pequeños becerritos no pierden de vista a sus madres
La prueba de la Brucelosis
Reses preparadas en la manga de saneamiento
Vacunando
Tomás el veterinario en plena faena
Tomás haciendo una extracción
Vamos con esa caldereta de cordero
Nadie habla, buen sintoma
En el café y copa
Foto familia de los currantes