Hoy quiero hacer un homenaje a un gran amigo, se
trata de Antonio de la Blanca Gómez, más
conocido en el mundillo taurino de la provincia de Jaén como “El Gafas”.
Al amigo Antonio le dimos el último adiós en el día
más taurino del año, día de la Virgen del año que acabamos de dejar, a una edad
muy joven, pues solo contaba con 57 años de edad.
Antonio siempre fue alguien muy importante para sus
amigos y aún lo sigue siendo. Pues para cualquier aficionado a los toros, forma
parte de su recuerdo, de sus pensamientos, de sus decisiones y emociones; sobre
todo en la Feria Taurina de Ubeda, donde ejerció durante muchos años la
complicada función de corralero entre otras no menos importantes.
Antonio fue un hombre polifacético, personalmente le
conocí como transportista de reses bravas con la caja de su camión compuesta de
unas preparadas y cómodas jaulas destinadas para llevar desde las ganaderías de
la provincia a cualquier plaza, pueblo o barrio de pueblo el ganado bravo
destinado a las fiestas de los mismos, sobre todo por la provincia de Jaén.
He comentado su función de corralero en la Plaza de
Toros de Ubeda, pues Antonio era el encargado de alimentar las reses bravas
antes de encerrarlas en cada chiquero la mañana del sorteo y apartado para ser
lidiadas por la tarde.
Llegado este punto no hay que olvidar a su hermano
Paco quien ejerciera antes que él este cometido y ocupándolo posteriormente un
buen equipo de jóvenes aficionados de entre los cuales forman parte su sobrino
y alguno de sus hijos, que dicho sea de paso ha sido una decisión muy acertada
por quien haya correspondido su nombramiento, ya que en esto del toro, si al
igual que este ejemplo, tomaran de la misma forma otros muchos puestos, como
dice el refrán “otro gallo nos cantaría”, pues tanto Paco como Antonio, dejaron
bien aprendido el oficio de corralero entre los que en la actualidad desempeñan
este singular y complicado cargo en la celebración de un festejo taurino.
Antonio se marchó muy joven, si, pero pienso se
podrá sentir orgulloso de las pequeñas victorias que le regaló su vida daría,
esas pequeñas victorias a las que todos nos enfrentamos mucha veces con temor y
falta de confianza en nuestras posibilidades de lograr ganarlas; pero en las
que Antonio, espada en alza, acabó el camino elegido luchando por unos buenos y
sinceros ideales; porque luchador y sincero fue Antonio, buen amigo de sus
amigos y sincero con los mismos.
Hoy Antonio se podrá sentir orgulloso al encontrarse
con otros amigos taurinos que muchas tardes compartimos aquel “Rincón Taurino”
que formábamos junto a la ventana del Hogar del Pensionista que da a la calle
la cárcel. Fernando Almansa, Paquito Cobo, Antonio Cordero, el podólogo del
Hogar, tu hermano Paco, Mariano “El Boquerón” llamado así por ser natural de
Málaga, Juan Gómez “Chichanga”, tu tío y Pilar “la monja arrepentida” como le
llamábamos, la única mujer componente de la Peña Taurina “Carnicerito de
Ubeda”, todos estáis ya juntos, seguramente disfrutando lo mismo que lo hacíamos
en el “Rincón” mencionado, hablando de toros, del cual personalmente también
era componente y cómo ves, de todos me acuerdo, todos formasteis parte de mi
vida y mi formación taurina ¡Que lujo! ¡Qué buenos ratos! ¡Cuánto se aprendía
de toros! y cuanta camaradería existía entre nosotros.
Muchas veces he recordado las tardes de capeas
cuando se hacían en la Plaza de Toros de Ubeda así como el algunos pueblos
cercanos a Ubeda como El Mármol, donde siempre estabas pendiente de mí,
advirtiendo si la vaca o becerra estaba tentada de hace poco tiempo o era una
vaca vieja que no se le había hecho la retienta para que como ocurriera en la
Barrio de San Pedro cuando en sus fiestas del mismo modo se celebraban capeas,
disfrutara dándole unos capotazos e inmortalizando el momento otro buen
aficionado como es el dueño del Bar El Capricho.
En fin, Antonio, son tantos y tantos los momentos
vividos junto a ti que la carta se haría interminable, pero has de saber que
los buenos aficionados, los buenos taurinos -cada vez menos- nos acordamos de
ti, te echamos de menos las tardes de toros cuando como siempre tomábamos café
en el Bar frente a la Plaza de Toros en la calle Sagasta, pero he de decirte
algo y no quiero que te molestes, aunque nos acordamos de ti, no te echamos de
menos en el cometido de los trabajos en los corrales el día de corrida y, no te
echamos de menos porque has sabido dejar la lección y el trabajo bien aprendido
a los que hoy realizan ese cometido tan especial, tu sobrino y alguno de tus
hijos; ellos con la afición taurina que han heredado de su tío y padre, así
como la honradez y hombría que del mismo modo han heredado de vosotros, saben
hacer bien su trabajo y a la vez dejaros a ambos en el lugar que os
corresponde.
Por todo ello Antonio, siempre estarás en el
pensamiento de los buenos aficionados y sobre todo de los amigos que contigo
vivimos momentos inolvidables, en mí un poquito más si llega el caso, pues
todos los días cuando estoy en mi museo taurino, te veo reflejado en el lugar
de privilegio que ocupa aquella vara de picar que utilizara un día en Ubeda
Manuel Montiel y que me regalaste para poner una puya la cual se encontraba
incompleta sin esa legendaria vara.
Hoy disfruto y agradezco, el valor de tu amistad,
pues a través de este espacio, y de muchos otros más, continuaré compartiendo
mis recuerdos y disfrutando de los tuyos. De nuevo y mil veces muchas gracias
por haber dejado ser tu amigo.