La pureza al natural de Serafín Marín
Todos muy bien
presentados en el tipo de la casa, los mejores con matices fueron
segundo, tercero y cuarto, con el que tuvo una buena actuación el
matador catalán que fue muy injustamente tratado por el público. Los
espectadores sobrevaloraron el juego de los toros y, salvo a los
banderilleros de Javier Castaño apenas prestaron atención a los espadas.
Buena faena no apreciada de Serafín Marín y tres manejables toros de Miura
J. A. del Moral
Madrid. Plaza de Las Ventas. Domingo 8 de junio de 2014. Trigésima y última de feria. Tarde veraniega con algo de viento y lleno.
Cinco toros de Miura,
bien presentados en el tipo de la casa y de juego vario. Manso y
deslucido el primero. Bravo en el caballo y muy manejable sin clase en
la muleta el segundo. Noble aunque muy tardo el tercero. Manejable
aunque duró muy poco el cuarto. Por devolución del inválido quinto se
lidió un sobrero de Fidel San Román que no dio buen juego salvo en
banderillas. Muy deslucido y flojo sexto.
Rafaelillo (turquesa y oro): Tres pinchazos y media estocada , aviso y silencio. Buena estocada, palmas.
Javier Castaño (marfil y oro): Buena estocada, pitos muy injustos. Pinchazo saliendo rebotado, estocada y dscabello, silencio.
Serafín Marín (celeste y oro): Pinchazo muy hondo y descabello, leve división. Pinchazo, estocada baja y descabello, aviso y silencio.
Bueno,
pues se acabó la feria de San Isidro. Se esperó sobre el papel como la
posiblemente mejor desde hacía muchos años y al final resultó que las
esperanzas se confirmaron e incluso superaron a lo que deseábamos que
sucediera. Y eso contando con los inevitables fallos que siempre hay en
cualquier ciclo. Algunos evitables hubo algunos como por ejemplo el
preconcebido e intolerable comportamiento del público madrileño con José María Manzanares
al impedirle con continuos gritos de los sectores que no sé por qué le
odian aunque quizá sí que lo sé, y la silente tolerancia en forma de
práctica anuencia del resto tranquilo de la plaza. La mala educación
taurina de la inmensa mayoría de los que actualmente van a los toros en
Madrid, también se puso de manifiesto con la terrorífica corrida de Victorino Martín al
despedir a los tres héroes que la mataron como si hubieran sido
delincuentes. Intolerable actitud, por cierto alimentada por las
erróneas versiones que se dieron por parte de algunos críticos a los que
les encantó la dichosa corrida y a los que tengo que decir algo que no
les va a gustar: Si todas las corridas
de toros que se celebraran ahora fueran como la mencionada, en dos otros
años no iría nadie a las plazas, incluyéndome a mí.
Así de claro
expongo mi dictamen al respecto. Es que están locos o qué. Pero lo
tremendo es que Victorino hijo haya hecho unas declaraciones atrevidas: “Lo nuestros es así y el que no los quiera peor para él”.
Pues pruebe, prueben a fijar este tipo de fieras y verás donde
terminan… En un zoológico o disecadas en museos de ciencias naturales. Y
es que, afortunadamente, ya hemos superado lo que fueron las corridas
de toros en los siglos muy pasados. Salvo banderillear, picar y matar,
nadie daba un solo lance ni un solo pase en forma. Y desde luego en
absoluto como los exigimos ahora. Además, los exigimos porque nos
apasiona verlo. Por eso ha evolucionado la crianza de las reses bravas y
el toreo hacia su mejor y más perfecta expresión. Lo que hay que
buscar es el equilibrio. Ni la sosería, ni la bobería, ni el
descastamiento, ni la falta de fuerza por supuesto. Pero sí la fuerza,
la casta y la nobleza. Estas tres son imprescindibles para el mejor
toreo actual. Y los ganaderos, incluidos Victorino padre e hijo, lo
saben perfectamente. Como también actuar como consumadas estrellas de
las tablas más distinguidas…
Los Miura en
cambio nunca actúan ni presumen ni se lamentan de nada cuando sus
corridas no salen como deberían salir. Y en esta ganadería sí que es
atractivo ver esos toros en los que todos los toreros que hay en el
ruedo corren al mismo tiempo cada vez que uno se arranca alocado. Es un
espectáculo de pánico general que, una pena, ya hace mucho tiempo que no
tenemos la oportunidad de verlo. Pero también Miura echó toros de
clase. Recordaré toda mi vida uno que mató Tomás Campuzano en Bilbao del que cortó dos orejas muy valiosas. Pero otros, terribles como uno que mató Ordóñez en Sevilla en una corrida triunfal para Rafael Ortega.
Antonio empezó muy bien la faena de muleta, muy muy bien… Y, de pronto,
cortó en seco y mató al toro de un bajonazo. La bronca fue como las que
entonces también daban se Sevilla hasta que llegó el fenómeno del
“currismo” y de los silencios tópicos. Cuando mi padre y yo fuimos a ver
a Ordóñez al hotel Cristina que es donde se vestía entonces, le
preguntamos qué le había pasado. Nos enseñó la camiseta que llevaba bajo
el vestido de torear. Estaba agujereada por el imprevisto e
imperceptible hachazo que le había pegado el toro mientras le estaba
toreando a gusto… Menuda historia, amigos.
De la de ayer hay
que comenzar diciendo que los toros de Miura ayudaron mucho a llenar por
completo la plaza por lo que los tres matadores supongo que hicieron el
paseo contestos además de lógicamente preocupados. Rafaelillo está ya más que acostumbrado a matar la de Miura. También Castaño aunque menos. Y no sé si tantas como ambos el catalán más netamente español de España. Deseándoles suerte empezamos a contarles lo que pasó.
Ovación para el primer toro nada más salir al ruedo. Tremebundo y pavoroso de pitones. Negro de pelo, Rafaelillo
lo recibió con una larga de rodillas pegado a las tablas. Le salió
limpia. El animal echó las manos por delante en los lances que siguieron
y salió muy distraído. Cual siguió de un lado para otro sin fijarse en
nada ni en nadie hasta darse contra el caballo para medio aguantar el
castigo. Puesto de lejitos, acudió para que le simularan el puyazo. Esta
manía de poner de lejos a los mansos es ridícula aunque a algunos les
guste. Esperó mucho en banderillas. Bien Pascual Mellinas en el segundo
par y Joselito Rus en el tercero tras fallar en el primero. Los de Miura nunca fueron fáciles para banderillear.
Rafaelillo
empezó la faena por bajo con la derecha. el toro derrotó por arriba al
final de sus viajes. Y al intentar los redondos, pegó tremendos
hachazos. Sin embargo, aceptó los de pecho, diestros. O sea, que
seguramente sería mejor por el pitón izquierdo. Pero el murciano siguió
con la derecha y mal que bien consiguió hacerle humillar en los
derechazos finales. Me equivoqué en el pronóstico. Por el lado izquierdo
fue aun peor. Macheteo, abaniqueo y a matar inútiles aunque breves
intentos de pasarlo por la derecha hasta que el animal se paró como uno
de Guisando.
Ese intento final fue un grave error. Como también matar pinchando
arriba. A estos toros con los que no hay posible triunfo hay que
liquidarlos por los bajos y a paso de banderillas.
Muy corto de viajes el cárdeno cuarto en los lances de recibo de Rafaelillo.
Peleó empujando aunque defendiéndose en el primer puyazo. Se arrancó de
lejos al segundo aunque sin apenas empearse. Ahora la gente de Madrid
se alegra mucho con eso y lo demás no lo toman en cuenta. Muy bien Joselito Rus
en la brega. Cosa importante y más en una corrida de Miura. Y buenos
pares de banderillas. Rafaelillo brindó al público. Mejor el toro por el
lado izquierdo que por el derecho para empezar, el murciano se empleó
en dar naturales, muy valiente aunque, por lo tardo del animal, apenas
pudo ligarlos. Vuelto a derechas tuvo que regatear hasta que logró dar
pases más completitos. El animal perdió las manos en el de pecho. Y tras
no conseguir nada más que medio mereciera la pena, mató de buena
estocada tardando mucho en doblar en bella agonía.
El cárdeno segundo pesaba 611 kilos en la tablilla sin aparentarlos. Firmeza y temple en los lances de recibo del salmantino Javier Castaño.
Y el toro, en principio, noble. Tras blandear de patas, se fue al
caballo para el primer puyazo del que salió suelto. Y puesto de largo,
se arrancó presto repuchándose al sentir el hierro en el segundo puyazo.
Desde más lejos aún se arrancó al tercero. Y la gente encantada.
Veremos luego que haría en la muleta. Y llegó el momento más esperado
cuando torea Castaño con David Adalid y Fernando Sánchez sensacionales banderilleando. Pusieron la plaza boca abajo con todo el mundo en pie. También fue ovacionado Marco Galán en la brega.
Castaño
empezó la faena sin pruebas citando desde lejos con la derecha y, con
gran aguante, le pegó cuatro y el de pecho. Y otra más igual con el toro
embistiendo con mucha codicia y humillando en los embroques aunque
echando la cara arriba al final de los viajes. También cuajó naturales
con las mismas virtudes y defectos del animal que, paran ser de Miura,
resultó bueno hasta que duró la bondad porque, al volver con la derecha,
se acabó lo que se daba. Y con la izquierda lo mismo. La gente había
tomado partido por el toro y no les gustó que Castañó relativizara lo
anterior. Injusticia manifiesta. El salmantino había estado por encima
del toro. Lo mató bien. Hace años le hubieran dado una oreja por el
capote, por la lidia que le dio, por como se picó, por la firmeza que
mantuvo en la muleta y por como mató. Ahora se dividieron las opiniones.
En la plaza de Madrid hay más tontos que se creen listos que en ninguna
parte. Gran ovación para el toro, hasta se pidió la vuelta al ruedo y
pitada para el matador. De cárcel esta afición.
Muy veleto y sin ninguna fuerza el quinto. Muy blando de remos y ni una protesta. Si fuera de Juan Pedro se
hubiera armado la marimorena. Como Castaño no quería dejarlo lejos,
empezaron a protestar. El animal se defendió en el primer puyazo. Era
ridículo dejarlo lejos. El toro se tumbó al sentir el hierro y fue
devuelto. Vaya hombre. Muchos se había creído que esta corrida iba a
ser de premio como siempre que la de Miura sale simplemente potable. Lo
que estaba siendo hasta la salida de este inválido y salvo el primer
toro que fue malísimo. Soltaron en su lagar un sobrero de Fidel San Román de lo que tiene procedente de Guardiola.
Negro y muy serio. Bien hecho. Pero corraleado por ser sobrero. Suelto
del capote de Javier Castaño. Cumplió simplemente en varas porque
también le faltó fuerza. Pero galopó en banderillas y los grandes
rehileteros de la cuadrilla volvieron a lucirse a placer propio y del
público que de nuevo les ovacionó con fuerza pero no saludaron esta vez.
El toro no humilló en algo violentos viajes y se metió por dentro sin
dejar estar tranquilo a Castaño por ambos pitones. No obstante se empeñó
aunque infructuosamente. Mejor hubiera hecho matando antes. Por fin lo
hizo de pinchazo saliendo rebotado, estocada y descabello.
No humilló nada en su salida el cárdeno tercero. Serafín Marín
se empleó en la brega inicial, luego entregada a sus peones hasta que
el catalán lo llevó al caballo dejándolo cerca del jamelgo. Es lo que
hay que hacer en el primer puyazo y si lo toma bien, ponerle más lejos
para el segundo. Como no lo hizo Serafín, le pitaron. Bien el picador Romualdo Almodóvar.
Y bien los peones en la brega y en palos, pese a lo mucho que esperó
este animal. Muy clásicos los primeros muletazos de Marín con la derecha
y estupendos por muy templados los redondos en dos rondas que
siguieron. Otro toro que se dejo e iban dos. Y empaque de Serafín. Muy
torero en los cites y señero en los muletazos que no pudo ligar por lo
mucho que tardeó el animal. Al natural
aguantó mucho sin descomponer las figura ni una sola vez. Algunos
excelentes y los de 7 en contra. Los de del 7 cuanto mejor se torea más
chillan. Las trincharas finales con aroma y sabor. Otra faena de oreja
en Las Ventas de hace años. Al pinchar, calmaron sus protestas al ver
que nadie se atrevería a solicitar el trofeo. El caso es joder la
marrana. Gentuza de mierda.
El cárdeno claro entrepelao sexto fue ovacionado en su salida. Serafin
quiso lancear con buenas maneras pero la debilidad del animal lo
impidió. Bien en la brega Marín pese a las protestas por no poner al
toro de lejos. Con tan poca fuerza hubiera sido un error. Pero eso no lo
saben los “listos”. El animal se dejó señalar y salió suelto con la
vara enhebrada. Tardaron en quitársela. Pero el toro se fue arriba en
banderillas, luciéndose Vicente Osuna.
Poco duró la impresión que tuvimos antes porque el toro embistió a
trancos, rebrincado y defendiéndose. Los intentos del catalán resultaron
baldíos.