Por Salvador Santoro
En la indumentaria del
picador, lo más distintivo es el “castoreño” - reminiscencia
dieciochesca del sombrero de medio queso que usaban los majos - prenda de
cabeza cuya terminación era de pelo de castor, de ahí deriva el nombre. Actualmente,
se hacen de fieltro forrado con pelo de vientre de liebre y de otros
materiales. Además del barbuquejo y el cintillo, el castoreño, lleva una moña
trenzada en hilo de seda negro (en México, también de color rojo) con ribetes.
La chaquetilla - abierta por
la axila para permitir los movimientos - recamada en oro (conservan esa bien
ganada prerrogativa desde tiempos pretéritos), plata, azabache o cordoncillo
blanco, al igual que el chaleco; tiene la particularidad de que la hombrera
derecha no tiene “macho” (borla) por delante para evitar que roce la vara. El bordado, más o
menos recargado, no tiene golpes (alamares) en el delantero, si bien el
reconocido varilarguero comprovinciano, Manolo Montiel, que gustaba de vestir bien,
fue pionero en lucir casaquillas con golpes rodeando la parte inferior. Asimismo,
Juan Mari García, magnífico profesional de Salamanca, las encargaba a la
sastrería con originalísimos dibujos. Recordamos una, blanco y azabache, con
llamativo y precioso bordado de “piñas”.
PETO.- Desplegado antes de “vestir” al caballo de picar. Nótese el adminículo de limpieza. Imagen tomada junto a las caballerizas del patio de caballos del coso de la Alameda, de Jaén. (Foto: Francis Sánchez)
En la gráfica: calzona, “monilla”, zapato de picar y la espuela, en la pierna izquierda del picador. (Foto: Francis Sánchez)
La calzona, que antiguamente
se hacía con piel de borrego y ahora de ante o sintética, es ancha y abierta
hasta el muslo, con botones de metal, para facilitar la colocación de los “hierros
de picar”. El que se pone el picador en la pierna derecha, tiene forma
de bota metálica articulada que llega hasta el muslo, llamada en la jerga
taurina “mona” o, también, “gregoriana”, en honor a su inventor
el caballero rejoneador Gregorio Gallo, a la sazón caballerizo de Carlos II y de
la Orden de Santiago. En la pierna izquierda, se coloca - a modo de polaina
sobre un zapato de cuero, donde va la espuela - una espinillera metálica más
pequeña, denominada “monilla”. Así protegido, el piquero, evita cornadas al
derrotar el toro y fracturas si es derribado del equino.
El atuendo
se completa con: alba camisa, tirantes, corbatín y ancha faja, de color negro.
A diferencia de los toreros de a pie - matadores y banderilleros - los
picadores no se ponen “castañeta” y “añadido” (la coleta postiza).
En otro tiempo, los varilargueros, lucían una larga y trenzada coleta de pelo
natural.
De mañana, antes del sorteo,
los picadores de cada cuadrilla van al patio de caballos para examinar los
jacos que “torearán” ese día y para elegir dos “palos” (garrocha), en
función de las preferencias en ligereza y curvatura (lo que en argot, se
denomina: “muerte”), marcándolos con etiquetas adhesivas impresas con su
nombre o alias artístico.
Poco antes de comenzar el
festejo, proceden a “montar” las
puyas. Curiosa operación que merece la pena ser contemplada por el aficionado y
que con sumo gusto describiremos - para el amable lector - en ocasión más
propicia.
Salvador
Santoro
(Columnista
taurino)
Nota bene.-
Publicado en la página Web :
http://federaciontaurinadejaen.com, de la Federación Taurina de Jaén, el lunes día 22 de mayo de 2017, festividad de Santa Rita
de Casia, patrona de la Administración Local.