No sé con seguridad si es que estoy en un trance psicológico-depresivo o es que estoy entrando en ese otro estado que al igual que la mujer, en el hombre pasa a denominarse pito-pausia. La verdad es que como aficionado a los Toros, escribo estas líneas realmente triste por lo que día a día percibo pueda ser el futuro de una Fiesta tan querida que, de no reaccionar con presteza dando un cambio inmediato, después pueda ser tarde la recuperación de esa grandeza y singularidad que de siempre ha gozado por ser un espectáculo único, y que se va desnaturalizando a pasos agigantados.
El caso es que si he de ser sincero, debo decir que cada vez con más asiduidad siento invadida mi mente con la idea de abandonar todo esto y ocupar mi tiempo de ocio, tranquilo y reposadamente a ese otro arte, que aún sin dejar su vinculación con lo taurino, lo haga alejado de las plazas de toros, peñas taurinas, coloquios y medios de información, basándolo exclusivamente en ese maravilloso hábitat natural del Toro Bravo como es su vida y crianza en el campo, con sus gentes nobles y sabias; alejado de bullicios.
Ese otro arte al que hago referencia, milenario como el toreo, es la talla en piedra. Piedra, dura y a la vez agradecida cuando, como en el buen toreo se da esa categoría que merece lo que se está realizando delante de la cara de un Toro y, sobre ella -la piedra- se sabe “guiar y templar” ese cincel cuan muleta del torero, “llevándolo largo” en su recorrido sobre el plano adecuado, “sin salirse de la suerte”, con un “toque maestro” que lo conduce poco a poco a golpes de caricia, tesón y conocimiento a finalizar la obra, viendo convertido un trozo de mineral virgen en una pieza de arte irrepetible aunque, al día siguiente se vuelva a realizar el mismo trabajo sobre otra piedra. Todo esto es algo que guarda mucha similitud -aunque con un matiz diferencial- a esa faena cumbre, artística, que un torero realiza ante ese Toro que sale por la puerta de toriles y que jamás le podrá volver a realizar algo similar por encontrarnos ante un arte que por singular y sublime se convierte en efímero; y que a diferencia de la obra en piedra, que esta si puede contemplar cualquier persona todos los días una vez transfigurada en arte; esa otra grandeza y magnitud de algo inenarrable que hemos sentido y visto esculpir al torero ante un buen Toro en una faena convertida en obra de arte, solo puede quedar en la mente y la retina del buen aficionado.
Quizá por esas similitudes en ambos artes. Quizá porque -aunque no consiga nada al final- merezca la pena seguir luchando, “haciéndole la guerra” a esos servidores pesebreros, de mal señor a quién servir; y que no se sirven ni a sí mismos, hiriendo la Fiesta al cultivar la formación del nuevo aficionado pagador e indolente que a todo consiente y todo aplaude. Quizá por los buenos amigos dentro del mundillo taurino a los que no puedo defraudar. Y sobre todo por estar plenamente convencido que esa actitud sería huir cobardemente de un mundo que aunque muchas veces ingrato es el real; sea el motivo principal del comprensible milagro que después de mucho reflexionar pueda decidir seguir adelante, aunque hay cosas que jamás llegaré a comprender. Como ejemplo me obligo a señalar, como se están desarrollando los acontecimientos en la primera plaza del mundo, Las Ventas de Madrid. Esto es tema que se puede tratar con mayor profundidad una vez acabada, la pretendida -la dejo en pretendida- feria taurina más importante del mundo.
Mi taurina perra Boxer
Circulo Taurino de Baeza
Ganaderia de Fco. Sorando
Peña José Fuentes de Linares
Bodas de Oro del maestro Paquito Esplá
Todo ello con la ayuda de Dios
Circulo Taurino de Baeza
Ganaderia de Fco. Sorando
Peña José Fuentes de Linares
Bodas de Oro del maestro Paquito Esplá
Todo ello con la ayuda de Dios