Padilla, con su segundo toro. / GORKA LEJARCEGI
"...
Y quedó claro que estaba todo tan cogido con alfileres que toda la
tarde se vino abajo como un castillo de naipes. A partir de entonces, el
festejo fue una desvergüenza, un fraude, una tomadura de pelo, un
engaño… Porque quedó patente que esta corrida, que se vende como la más
importante del año, era una conjura contra la fiesta de los toros..."
Contubernio contra la fiesta
- Estaba todo tan cogido con alfileres que toda la tarde se vino abajo como un castillo de naipes
Antonio Lorca / El País
Lo curioso es que
la cosa empezó bien; la plaza, de bote en bote, ambientazo de corrida de
lujo, tarde soleada, concentración de representantes de la vida
económica y social, con la Infanta Elena a la cabeza, a la que, por
cierto, los tres espadas brindaron uno de sus toros; los dos primeros,
directamente, y Castella, porque el último se lo brindó a todos los
espectadores, y, claro, quieras que no, la señora estaba entre ellos.
Acabado el paseíllo, Juan José Padilla salió a los medios para agradecer
la cariñosa ovación el público le dedicó por su vuelta a esta plaza. En
fin, que la corrida comenzaba con los mejores augurios.
Pero, amigo, salió
el primer toro, astifino y de bella estampa, y lo recibió el jerezano
con cuatro estimables verónicas y dos delantales de mejor factura;
cuando lo llevaba al caballo con un garboso galleo por chicuelinas, el
animal se arrodilla dos veces y canta a los cuatro vientos su invalidez.
Y ahí se acabó la
corrida. Y quedó claro que estaba todo tan cogido con alfileres que toda
la tarde se vino abajo como un castillo de naipes. A partir de
entonces, el festejo fue una desvergüenza, un fraude, una tomadura de
pelo, un engaño… Porque quedó patente que esta corrida, que se vende
como la más importante del año, era una conjura contra la fiesta de los
toros.
Alguien con mala fe
o por omisión quiere acabar con el espectáculo taurino; y pretende
alcanzar su objetivo echando a la gente de las plazas, maltratándolas,
machacándolas con peñazos insoportables como el de ayer. De lo
contrario, no se entiende, por ejemplo, que la ganadería titular no
fuera capaz de lidiar una corrida completa. ¿Acaso no sabe hace meses el
ganadero que debe tener toros para esta fecha tan señalada? No cabe en
cabeza humana que, al final, solo se aprobaran cuatro, y ninguno de
ellos luciera el trapío para la corrida más importante de la temporada.
Esta es una
realidad que solo puede ser comprendida a la luz de un complot contra la
fiesta; de lo contrario, es impensable que una corrida remendada y de
tan feas hechuras saliera ayer al ruedo de las Ventas.
Morante no quiso irse de vacío y se arrebató en el quinto en el toreo a la verónica, desigual y garboso.
Por cierto, corrida de lujo sobre el papel, pero recortada en extremo. La Comunidad de Madrid se limitó en encargar a Luis Francisco Esplá el
diseño del cartel del festejo y a pintar de rojo -normalmente, son de
color blanco- las rayas del tercio. Ni las banderillas eran de las
llamadas de lujo, como en otras ocasiones.
Y todo lo que vino
después fue un completo despropósito. Ni hubo toros, ni hubo toreros, ni
un momento siquiera para el buen sabor de boca a pesar de las aparentes
ganas de Morante ante el quinto, y el festejo dio la impresión de que
duró una eternidad por su espesura, su falta de contenido, su
vulgaridad…
Volvió Juan José Padilla y
no dijo ni pío. Le tocó en suerte el más noble de la corrida, el
primero de la tarde, tan debilucho, y el torero se limitó a darle muchos
pases y a no decir nada; quizá, porque debía llevar la muleta a media
altura, quizá por su personal superficialidad, lo cierto es que todo
transcurrió entre un aburrido silencio.
No quiso poner
banderillas al cuarto -hizo bien porque las puso en el primero de manera
tosca y desacertada-, pero se empeñó en hacer una faena larga, anodina,
sin fundamento alguno, con una voltereta incluida que le pudo costar un
disgusto, y un mal rato para matar al desclasado animal, de tal modo
que escuchó dos avisos.
Morante no
quiso ver al segundo porque es que no tenía nada que ver. Era una birria
de toro, y el artista se lo quitó de encima sin más dilación. Pero no
quería irse de vacío y se arrebató con el quinto, al que esperó sentado
en el estribo, y dibujó dos estimables verónicas, primero, otros dos
después y dos medias con la marca de la casa. Lo intentó en un quite con
otras tres, la última de ellas, templadísima, al ritmo lento, lento, de
la embestida del animal. Muleta en mano, se sintió molesto cuando
escuchó gritos de desaprobación procedentes del tendido 7, que le pedían
con razón que toreara hacia los adentros. Pidió respeto con la mirada, y
se esmeró en tres derechazos y uno de pecho de buena factura, tras lo
cual volvió a mirar hacia los exigentes con un gesto de desafío. Pero no
hubo más. No era el toro soñado por Morante, se dobló por bajo con
elegancia y pasó un quinario para mandarlo a la eternidad.
Y Castella pasó
sin pena ni gloria. Con actitud de desgana y desinterés se mostró ante
el tercero, un inválido que el presidente mantuvo en el ruedo contra
toda lógica, y sin mando e inconsistente con el encastado sexto, que
repitió sus embestidas mientras el torero intentaba sin éxito
acompañarla con donosura. Comenzó, como suele hacer, con pases cambiados
por la espalda en el centro del ruedo; hasta tres enjaretó y cerró la
tanda con uno de pecho y una trincherilla; pero no hubo más.
Total, que acabó la
corrida más importante del año convertida en un pestiñazo insoportable.
Otra vez, el toro basura que exigen las figuras, esas figuras que
participan por acción u omisión en un claro contubernio contra la
fiesta.
Valdefresno/Padilla, Morante, Castella
Cuatro toros de Valdefresno, muy justos de presentación, blandos, mansos, descastados y sin clase; primero y sexto, de Victoriano del Río, bien presentados, inválido y noble el primero y encastado el otro.
- Plaza de Las Ventas. 5 de junio. Corrida de Beneficencia. Presidió la Infanta Elena desde el palco real. Lleno.
Juan José Padilla: pinchazo, estocada _aviso_ (silencio); _aviso_ dos pinchazos, media, casi entera baja _2º aviso_ y un descabello (silencio).
Morante de la Puebla: pinchazo y media baja (pitos); cuatro pinchazos _aviso_ pinchazo (pitos).
Sebastián Castella: pinchazo hondo atravesado _aviso_, estocada muy trasera y un descabello (silencio); media _aviso_ y un descabello (silencio).
Plaza de Las Ventas. 5 de junio. Corrida de Beneficencia. Presidió la Infanta Elena desde el palco real. Lleno.
OVACIÓN: Juan José Padilla fue toda la tarde un perfecto director de lidia; atento siempre a la lidia y a los quites.
PITOS: Fracaso sin paliativos de la corrida de Valdefresno, mal presentada, mansa, descastada y remendada.
DESTACADOS: Esta corrida, que se vende como la más importante del año, fue una conjura contra la fiesta de los toros.