Llega la Real Feria de Linares. En esta Feria se conmemora el 64º aniversario de la trágica cogida de Manuel Rodríguez Sánchez “Manolete”, uno de los toreros Califas de Córdoba. Para cualquier taurino que se precie, esta fecha no pasa desapercibida año tras año.
Manolete es el torero de todo un tiempo, el diestro más representativo de su época, con una concepción del toreo muy en consonancia con la sensibilidad del aficionado de entonces. Su manera de entender la lidia es de una importancia trascendental en la historia de la tauromaquia. El cordobés siguió una evolución inversa a la que experimentan la mayoría de los diestros, que comienzan apuntando sus condiciones de toreros, para acabar dominando la suerte suprema.
Para esta ocasión le pido a mi amiga Isabel, mujer encantadora y plena de sensibilidad, que me envie algo para ofrecerle tanto a la Real Feria de Linares como al Califa cordobés. Aqui les dejo un magnífico escrito con alma de mujer.
“EN FLOR Y ETERNOS”
Córdoba de califatos y estirpes regias;
y cuna de las más toreras.
Cinco, cinco Califas fueron;
y el Cuarto, Manuel el mejor de todos ellos.
Lagartijo, de los Califas, Primero;
ya presiente el arte sobre la arena,
como aula de sus lecciones versas.
Con Frascuelo, únicos de su tiempo.
El Guerra, Segundo a su vez.
El “naide” de un antes y un después.
Soberbia innata, sentida y suya
Con el Fuentes, únicos de su tiempo.
Machaco conquista glorias.
Rafael de ocaso, triunfo y sombra.
Como Califa, Tercero.
Con el Bomba único, en su mejor tiempo.
Manuel Benítez es Quinto,
último de los Califas toreros.
Suceso social distinto.
Unicos, él y su tiempo.
Silencios eternos y
una quimera al amor callada.
Llegó ella con la muerte,
y con Islero la cornada.
Ha matado a Manolete
No hay toro, ni hombre.
Concluso ha quedado todo
al ritmo de aquella entrega.
Elegías de Amor, cantares.
Manolete, en rosa terno
gloria, tejido en seda
y al oro sus alamares.
Tarde azabache minero,
Linares, silente espera.
Una madrugada negra,
me dejó sin mi torero.
Color y olor al crespón olvido.
Desamor, dinero y muerte.
Todo, ya sin brillo.
Mármol y metal orfebre.
La mano arriba, deja el hierro
y el bravo cual buríl,
sin sentir su sangre
en la sangre entra.
Grande y honda la faena
firmada de eterna huella.
De la propia obra, yacente y mármol;
y una cruz sobre el albero, inerme.
Presagio, guión y pagana liturgia.
Una vida consagrada al arte,
escrita por la sangre viva,
vierte elegías de amor y pace.
De metal y luto, la negra prenda
en frío suelo, yace arcángel;
da forma, permanece, calla y versa,
sus silencios EN FLOR Y ETERNOS.
Honra y viva a “Manolete” el mejor de los toreros
Isabel-19