Como la raíz de todo reside en el Toro, teniendo claro este concepto,
quedan preceptivamente y con todo rigor los Cánones a aplicar en su Lidia. El
Toreo sigue siendo el mismo, solo varían las afecciones en función de la época,
de sus ejecutores, e insisto, fundamentalmente del Toro. Sin Toro no hay Toreo,
vaya por delante.
El Toreo en sí, independientemente del Toro al qué se
aplique, siempre tendrá una componente defensiva: y con ello, el mejor de
los ataques para poderle, siempre con su componente artística,
irrenunciable por definición, Arte del Toreo. La calificación de toreo
“defensivo” con el objetivo de encasillar una época, tratando de organizar
-propio investigadores con la línea no suficientemente definida- clasificaciones,
no es procedente; dándome la impresión de que esta opción es intencionada por
parte de aquellas ilustres ¿? plumas monocordes de la llamada “bravura moderna”
(palabreja) en su pretensión de acomodar el toreo de “la escondida” y
apostrofado de actual; concepto gratuito y accidental de cite al hilo
para que “el señorito no se enoje”, de muleta de recorrido periférico y pata
escondida, sin cruzarse ni cargar para que el “señorito no se raje”, como
estructura básica de una faena de enésimas embestidas repetidoras (palabro
ofensivo); y digamos, no encuentro otra palabra que MENTIRA insolente de los
que profesionalmente y a conveniencia de parte, lo tratan de institucionalizar.
Tanto se repite la teoría desde Juan Pedro a
Villasuso, y tauricordios (palabro) mil, entre ellos la gran voz del Gallísmo
-días atrás en el CEU- José María Morente del Monte y la pluma de mi maestro
Paco Aguado, incluyendo a Rafael Cabrera (indefinido y con dudas sobre la
vertiente a elegir) como paladines principales (me dice mi corrector que no
olvide a Arévalo). Con ello dan lugar a que pudiere terminar asentado como
básico, lo que únicamente es accidental; tanto como el hecho de dar como bravo
a lo que solo es fruto de una selección orientada a la consecución del torito—repetidor-toreable-mansito-monocorde
y sucedáneo consecuentemente.
A los del “trinque” qué no debemos ni deberíamos
nombrarlos, pero lamentablemente es a los que más se les lee y se les oye, por
lo que no nos queda más remedio que salirles al paso. Hecho el párrafo de
preámbulo, paso a hablar de lo nuestro:
El Toro Fiero total –se ha perdido la Raza- ya no
existe a no ser que volvamos a echar a los terrenos agrestes a las moruchas
-hoy en semi o estabulación libre- o a la cárdena andaluza todavía conservada en
algún reducto romántico, con aquello del Campo Bravo que aún pueda conservar
casta; todo siempre que sus genes conserven Raza; lo que no hacen los ganaderos
de bravo en la élite, y menos aún los llamados “minoritarios” (más palabros,
éste ajeno). Hay que olvidarse de que Vistahermosa existió, pues lo
desperdiciaron los comerciales.
Volver a la fiereza total para establecer de nuevo un
punto de partida lo veo imposible. Pienso en la utilidad de algunas
ganaderías minoritarias, aunque muy degeneradas, al ser víctimas de la
endogamia, que ni aún reuniendo en abierto quince o veinte mil individuos
(reses) olvidándose del término encaste, para a partir de ahí, volver de
nuevo a un proceso de selección en busca de la bravura, para hacer Raza; cuyo
principal éxito sería fijar todos sus caracteres genéticos. Es un tanto
utópico. Sinceramente, lo veo irrealizable. En la práctica la genética,
demostrado ha, no admite errores; generalmente por ir demasiado deprisa en su
aplicación, la experiencia lo está demostrando.
Sucede en la actualidad que con sesenta vacas o menos,
hay quién pretende sacar Raza adelante. Imposible. Los milagros de Cuadri y
Miura, no tienen explicación con tan reducido número de vacas de vientre, hoy
nodrizas (otro palabro, nodriza no significa madre). Los genes “condesos”...
las alienta, las refuerza y les permite permanecer; ¿por cuánto tiempo? Esa es
la trágica sombra amenazante que las protege y a la vez las destrozará. Debe
permanecer el ejemplo de los grandes cruzadores y manejadores del híbrido
Marqués de Saltillo, Vicente Martínez (con la mano oculta de Paco Arranz
–parentela de Don Manuel- que nadie menciona), Conde de la Corte y Marqués de
Villamarta, los qué sin más análisis que la propia experiencia, asentaron Raza
de forma magistral, hasta el punto de que prevalecen sus resultantes en los
tiempos actuales.
Para mí, la palabra ENCASTE no tiene sentido; la
considero una falacia acuñada hace ochenta años, el día de la creación de UCTL.
Alguno pretendió colocarlo en hora en un intento baldío de evitar la
debacle que preconizaba la aparición en escena de los petos y
posteriormente el caballo bretón y enseguidita para mayor “inri” el “elefante
de Madrid”. La teoría de Manzanares sobre la ligazón vino a asentar
definitivamente al “torito actual”. Todo ello unido al conceder ventajas al
“torito prefabricado” por parte de la técnica usada por Jesulín de Ubrique y
perfeccionada por Enrique Ponce, nos tiene imbuidos en un maremágnum
enlodazado por las distorsiones en la conceptualización del Toreo, de forma que
las nuevas generaciones están interpretando como básico, lo que solamente es
una técnica adecuada al “torito” que se le está criando a las figuritas del día
en los “elevages”, explotaciones intensivas y estabulaciones libres de nuestras
primeras líneas (MENTIRA) de supuesta bravura.
Consecuentemente, al torero que le salga un fiero sin
bravura, bastante hará con hacerle lo que pueda y matarlo por dónde
pueda. Puede incluso que por naturaleza tenga nobleza, pero ese -sin
bravura- te la dará tras una doma, nunca con la lidia. El fiero cien/cien
no tiene sentido en Tauromaquia; tampoco se pretendió aunque de ello provenga
la bravura. La evolución preceptiva y con necesidad de medio
para-económico, debido a la eliminación progresiva y ordenada a tenor de
intereses, fue llevada tan al límite que ya el toro adolece de fiereza, aunque
haya algún ganadero falaz qué diga por esas tertulias de mirarse el ombligo,
que cuando le sale en el tentadero una novilla con fiereza, le da su
oportunidad.
El Toro de Lidia en toda su extensión de componentes
de Bravura, Fiereza y Nobleza, que durante una buena lidia los manifestará con
claridad, he de decir que la aguantará soportándola completa en todas los
tercios que la componen a base del Toreo Fundamental que defiendo. Podremos ver
algunos Toros en los que estén integrados los tres conceptos, y que bien
por manejo y desacierto, o elementos accidentales no respondan de forma
homogénea en su lidia, sobresaliendo alguno de ellos sobre los demás, aún
conteniéndolos, y pudiendo quedar oculto el Fondo de Bravura, término hoy
tan inadecuadamente usado -alguien lo escuchó, lo tomó como suyo y al
monte con él, como si fuese orégano- ; y posiblemente, oculta también la
nobleza -pudo ser mucha- si esa fiereza no fue suficientemente dominada. La
nobleza que no parte de una Fiereza dominada, no me interesa.
Toda la mal llamada Edad de Plata del Toreo, aclaro a
navegantes de atajos con el consiguiente peligro de quedar encallados, toreó de
esa forma que según Morente “nunca se ve” y solamente haya existido en la
mente de algunos aficionados “integristas”. Personalmente, como si lo he visto,
me considero virtualmente fuera de la “recua” avistada por nuestro insigne
Morente del Monte. Periodo de máximo esplendor del Toro, precisamente; la de
más sangre; y sin embargo, la que tras los Fundamentos de José y la sugerencia
de Juan construyó la etapa más grande del Toreo. No se olvide nadie de
Manolo Vázquez y Rafael Ortega, aunque posteriores, toreros que al igual que a
José, no le pasaba por la cabeza, bajo ningún concepto, ponerse de perfil; y lo
que es más, sin naturalidad al ejecutar.
Para concluir, debo aclarar, que este toreo
(minúsculas) de “la escondida” y lo que conlleva de periférico, perder pasos
(Arévalo pone en la pluma de Pepe Alameda qué José perdía pasos en su intento
de Torear en Redondo, MENTIRA) fuera de cacho y muleta atrasada, no es sino
parte de un tipo de faena a aplicar el toro tontuno que de todas formas
saldría con cierta frecuencia, al que se le pierden pasitos para que “se lo
crea” facilitándole la huída hacia adelante. Aún con el criterio ganadero de
criar un Toro Bravo Integro, esa faena es admisible para su aplicación
ocasional. Este “estándar” al que la selección ha conducido como si de un
producto cualquiera se tratase (sí, como el que hace tornillos) no puede bajo
ningún concepto considerarse básico en la crianza del Toro Bravo; y menos aún
asentar sobre él lo que se ha dado en llamar “faena moderna”. Vean que
incluso, este mismo estandarizado, ha cogido líneas de degeneración involutiva
tanto en el Toreo como en la crianza de Bravo. Hay que volver al Bravo en
toda su extensión; al Bravo que obligue a un primer tercio completo, a “cargar
la suerte”, a cruzarse, a ganarle pasos, a ofrecerse, a desengañarlo y poderle.
De otra forma no habría faena de “pata-alante”, profunda y emotiva, si delante
no hubo un Toro que ofendido midiera, y que al menor descuido convirtiera al
matador en víctima de su desconocimiento, u osadía mal calculada. El Toro Bravo
es dominante en su terreno; sin defectos en el manejo, eso lo transmite en la
plaza. Sin embargo la Bravura no es factor dominante en la transmisión
genética. Se han perdido ochenta años. Nunca es tarde para empezar de nuevo.
El Toro debe ir por un camino y el Torero por el suyo;
la Bravura como tal –si se consigue- por su orilla; el Toreo por su discurrir
creativo, en la otra; todo, para confluir en una obra completa, efímera e
irrepetible, que se llama Lidia. El Toreo no es un “pedacito de pan” para ese
otro “pedacito de queso”.
No se trata de fabricar toros de garantía (execrable
expresión) ni de apostar por éste o aquél toreo, no hay nada más que una
Bravura, lo mismo que no hay nada más que un Toreo, garantizado por la Torería,
la Clase, los Conocimientos, las Facultades, el Arte, el Valor, la Entrega y el
Respeto de sus ejecutores. Mi discusión gira alrededor del hecho de que se
considere como referente una desviación de lo Fundamental, para justificar un
toreo incompleto y monocorde, aplicable al torito “ad hoc” que nos están
endilgando.
Abundo en que a los ganaderos se les paró el reloj en día de la fundación
de la UCTL; cuando oficialmente se les fue reconocido lo de “encaste propio”,
término horrible y erróneo por lo que de excluyente e inadecuado tiene. A
partir de ahí vino la degeneración atacando la raza desde los distintos campos
de la subdivisión, hermetismo y ocultismo ganadero, creyendo tener en sus manos
un tesoro, cuando solo era una bomba incendiaria la que según las manos habría de
explotarle a cada uno de ellos de forma irremediable.
Por José Olid Planet.