Van pasando las
temporadas de Curro Díaz y no podría asegurarse todavía que la cultura taurina
lo haya asimilado completamente, se podría afirmar, que la transmutación de los
valores que constituye el postulado más original de su toreo aún permanece inconcluso.
El gran inconveniente en este caso es que la doctrina de Curro Díaz, no puede
comprenderse si se la reduce a un simple discurso taurino; su pensamiento es
vital, y este hecho implica que su comprensión sólo es factible si se le ha
visto.
¿Cuanto tiempo para ser comprendido?
Podría escribirse mucho
acerca de Curro Díaz, de su vida difícil llena de avatares, fatigas y cornadas,
del estilo particular de su toreo, del quiebro al que somete a sus seguidores,
pero nada de ello sería comprendido realmente, a menos de que exista una asimilación
de sus ideas en nuestra vida personal. Tal vez porque muy pocos están
dispuestos a renunciar a sus prejuicios.
A pesar de los
diferentes vínculos que lo relacionan con la tauromaquia de su tiempo, el
pensamiento torero de Curro impresiona por su voluntad de ruptura y su impulso
creador. En efecto, su obra taurina es polémica y genera antagonismos.
Resulta imposible la indiferencia cuando su toreo se cruza frente a nuestros
ojos, removiendo la fe y la certidumbre en todos los lugares en que se habían
anquilosado.
Su última obra en la
plaza de Córdoba, es una muestra del pensamiento maduro de Curro, un torero
forjado en el toreo más espontáneo. El toreo vivido. Su forma de entender el
toreo es la de llevar hasta el extremo cada muletazo, la de romperse en cada
pase de pecho. Su decir torero está siempre en riesgo, y como suele ser habitual,
si no arriesgas no ganas.
El pasado viernes, ese
susodicho riesgo se transformó y su espíritu, fue visto y comprendido.
Miguel A. Montes
Sánchez.
Motril. Granada.
Inspector Veterinario
de Salud Pública en Andalucía.