Baeza,
ciudad taurina donde las haya, tiene entrañables personajes taurinos que por su
trayectoria y buen hacer en la vida no pueden quedar en el olvido, este es el
caso del singular y conocido Jerónimo Martínez Moreno.
Como
suele decir el refrán “de bien nacidos es ser agradecidos” y a “Jeromo” para
los amigos no hay que dejar de agradecerle su andadura como empresario, ganadero
y apoderado. Hoy con sus 76 años a las
espaldas, nos abre las puertas de su casa con su habitual sonrisa.
Nos
recibe en un coqueto y acogedor despacho donde hablamos de su faceta como
apoderado. Podemos anotar a los Matadores de Toros José Fuentes y Paco Delgado,
pero me llama la atención y observo que por su casa, además de las cabezas
disecadas de algunos toros notables de su ganadería así como otros trofeos
conseguidos; destacan las numerosas fotos de Enrique Ponce.
Para
Enrique Ponce todo son elogios y buenos recuerdos, se aprecia en su semblante
la emotividad con que de esta figura del toreo nos habla y le sugiero que nos
cuente algo de su torero, ya que fue el primero que lo lanzó después de traerlo
por primera vez desde Valencia a torear unas becerradas en Santisteban del
Puerto y Sabiote el novillero y hoy apoderado y empresario Luís Fernández
“Jocho”.
Por
su niño Enrique como él le llama cariñosamente tiene una predilección especial,
el debut vestido de luces lo hizo en Baeza en su etapa de empresario, él mismo
le regaló su primer traje de luces, Blanco y Oro, color que simboliza “la
pureza”, concepto el cual ya por entonces denotó en su toreo. Nos cuenta la
anécdota de que no habiéndolo recibido el día anterior al festejo, mandó a un
taxista a recogerlo en casa de Justo Algaba en Madrid, llegando este a las dos
de la madrugada del día del mismo.
Nos
comenta entre otras cosas que ya le había hablado de él su propio hijo al verlo
actuar en la parte seria de un espectáculo cómico en Linares, pero al ser casi
final de temporada se quedaron aparcados pero no olvidados, los elogios que de
aquel niño le habían hecho.
Posteriormente
coincidiendo con la Feria de Sabiote, plaza de la que era empresario, le
pidieron, hiciera lo posible por traer a un niño que el año anterior habían
visto torear. Hizo las gestiones pertinentes y a partir de ahí se produjo su
lanzamiento y los hoy más que consabidos triunfos de Enrique Ponce desde su
comienzo. Lo que más le llamó la atención de este torero -prosigue- fue la
inteligencia innata que poseía con solo trece años; tenía una mente
privilegiada para esto de los toros.
Nos
comenta algunas anécdotas que a pesar de la diferencia de edad entre ambos -13
y 50 años- le dejó asombrado más de una vez. En una novillada sin caballos pero
de las fuertes en Logroño (los novillos pesaron unos 220 Kg. a la canal),
toreando con Manolo Campuzano un mano a mano, cortó las dos orejas y el rabo a
uno de ellos, fue tal el éxito alcanzado que el propio equipo médico de la
plaza atónito con lo que estaba presenciando le quiso obsequiar proponiéndole
matar el sobrero del festejo, consultando éste al torero de la proposición
recibida, le respondió que habiendo un añojo como sobrero no podía ofrecerse a
matar algo más pequeño y dejar las dos orejas y el rabo conseguidas en Logroño,
pero que si tenían un cinqueño en los corrales que “palante”, el amigo Jeromo
todo perplejo tuvo que comunicarles la decisión tomada al referido equipo
médico.
En
otra ocasión se dirigían del hotel a su domicilio acompañado de otros amigos y de frente venía
Juan Pedro Galán acompañado de su cuadrilla camino del hotel, toreaban juntos
esa tarde, al pararse como es normal a saludarse, se quedó sorprendido y
preocupado al advertir la ausencia de Enrique no pudiendo presentárselo al otro
torero; tras despedirse y continuar caminando observa que vuelve a aparecer en
el grupo y tras preguntarle donde se había metido y porqué; este le respondió
que en un portal, porque delante de quien había salido por la Puerta del Príncipe en
Sevilla y posteriormente por la de Las Ventas en Madrid, pensaba que al verle
se reiría de él dada su baja estatura, que lo saludaría por la tarde en la
plaza y por si acaso era su intención reírse que lo hiciera en el ruedo, por
cierto que a pesar de la fuerza como novillero que llegó a alcanzar Juan Pedro
Galán, Enrique le dio esa tarde una lección magistral, claro que eso hoy ya no
le extraña a nadie.
Con
el amigo Jeromo podríamos pasar horas y horas hablando de toros, su experiencia
y vivencias dentro de este mundo son inagotables, no le cansamos más, al
despedirnos nos brinda su casa para acudir cuando queramos, detalle que nos
honra y agradecemos, ya que otro día hablaremos de su importantísima faceta
como empresario y ganadero.
Desde
estos medios quiero reconocer la atención y deferencia que ha tenido al
recibirnos, además de aprender de toros con él. Jerónimo Martínez nos ha dado
al igual que su querido torero una “magistral” lección de humildad, hombría y
buen hacer en la vida.
Desde
aquí este modesto y merecido homenaje.
Jerónimo Martínez en su época de apoderado
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