viernes, 28 de febrero de 2014

ENSAYO DESAFORTUNADO DE CRONICA PARLAMENTARIA

De vinos, toros y fados en Lisboa
Carlos Velasco /Director de NCyL
El pleno extraordinario para conmemorar el XXXI Aniversario del Estatuto de Autonomía de Castilla y León nos pilló de viaje, esas casualidades enojosas que hacen coincidir inevitablemente los acontecimientos o hechos relevantes. Nuestro amigo Pedro Vicente, esa especie de Baudelaire del periodismo regional, notó la ausencia y amablemente nos pone al corriente:

-¿Qué te parecen las declaraciones de tu paisano Estella?
-No sé, ando perdío...
-Coño, que habría que devolver al Estado las competencias de Sanidad y Educación. No han tenido mucho eco, pero las hizo.

Y así fue, en efecto, en concreto a la Agencia EFE de nuestro amigoPedro Damián de Diego.

Tales declaraciones, acaso extemporáneas, las esperaríamos de cualquier otro, pero nunca del Estella 'bueno', presidente durante doce años del parlamento regional y vicepresidente primero del mismo casi otros tantos. Pero así está el patio político.
Conque, ausentes del pleno extraordinario de ayer, nos acercamos a presenciar el ordinario de esta tarde. A priori, el contenido del pleno no nos producía ni frío ni calor. Al poco de comenzar la sesión, mientras Óscar López abría la lidia desgranando su habitual relato de agravios, nuestra alma peregrina puso rumbo hacia mares lejanos. Aquel día en que, junto con Alfonso Navalón, viajamos hasta Lisboa para ver torear a Rui Bento.

El surrealismo, con la sorprendente asociación de imágenes e ideas en el subconsciente, sigue ofreciendo réditos al cabo de los años. Acaso la forma semicircular del hemiciclo, con el público en las tribunas oteando las faenas oratorias, nos transportó el pensamiento a aquella noche en que en Campo Pequenho corrió por los graderíos la voz de que un importante jornalista espanhol (Navalón, por supuesto) estaba presenciando en el callejón la corrida nocturna de toureiros e forcados amadores.

Porque el salón de plenos de un parlamento suele ser en su forma como una plaza de toros. Aunque no aquella plaza de toros "muy grande, pero con mucha canalla dentro" con que Alberto Lista definió gráficamente la personalidad del poeta José de Espronceda.

Tras un almuerzo típico portugués entre gentes relacionadas con el mundo del toro, de la mano deAmadeo dos Anjos paseamos por las calles angostas de la Lisboa más popular, con las sardinas asándose lentamente en cualquier esquina del Chiado o La Alfama, y la música dolorida de un fado suspirando al otro lado de las puertas y ventana entreabiertas.

Luego nos acercamos hasta la Torre de Belém, esa joya del arte manuelino que acaricia el Atlántico vigoroso, y concluimos en esa otra maravilla que es el mosteiro del mismo nombre, erigido por el reyManuel I para conmemorar la gran gesta del navegante Vasco de Gama a su regreso de la India.

Nuestra mirada se esparcía sobre el hemiciclo, y aunque ora contemplábamos a Herrera, ora a Ana Redondo, ora a Silvia Clemente, ora a José María González, en realidad solo veíamos los ojos chispeantes de aquel toro zaíno que escudriñaba el callejón con ansias de devorarnos. Un callejón sin burladero alguno, dicho sea de paso.

-Sem medo, não há necessidade de se preocupar, nos tranquilizaba Víctor Mendes, no sin cierto ánimo coñón.

Toro mogón y mal encarado que al poco endilgaba un inopinado tarascazo a un inseguro Rui Bento, el cual acabó en el hospital con una cornada grave.

El portavoz socialista, Óscar López, también trató de empitonar al presidente de la Junta. PeroHerrera torea bien en corto y le paró los gañafones con la muleta diestra de una tríada valleinclanesca, no de adjetivos, sino de sustantivos: "No me hablé a mí de nudos, corbatas y horcas, señor López", que recordaba al Madrid "absurdo, brillante y hambriento" de Valle-Inclán en Luces de bohemia.

Al concluir las preguntas orales, Pedro Vicente salió/salimos como alma que lleva el diablo para que su crónica parlamentaria llegara al Diario de León antes del cierre.

-A ver qué se puede escribir de esto, porque ha sido un pleno caótico...

Y donde Pedro veía caos, nosotros solo notábamos cierta nostalgia, la melancolía proustiana del tiempo perdido. Aquel día lejano y dilatado en Lisboa, de vino, toros y rosas, acariciados, como en un sueño dulce, por la música lánguida de los fados, ay.




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