Se dice que el primer peto apareció a finales del
siglo XIX en la zona de Nimes, años antes de que se instituyese en España. Su
creador, propietario de una cuadra de picar de la que hoy se ocupan sus
bisnietos, fue Jacques Heyral. Se trataba de un caparazón muy reducido, que él
fue ampliando y modificando semana a semana, según donde fuesen corneados sus
caballos. En "La Carioca" la finca nimeña de su nieto Philipe, se
conserva aún un peto de principios de los años veinte y documentos gráficos de
aquella época en plazas como Nimes, Béziers y plazas menores que atestiguan la
primicia de aquella innovación.
Los picadores españoles que venían entonces se
percibieron de la diferencia de picar con o sin peto, del riesgo menor que
entrañaba, y todo eso llegó a oídos del duque de Veragua, que encargó un peto a
Francia. Según manifiesta Philippe Heyral, en el transcurso de una tienta en la
finca del duque, a la que asistía Primo de Rivera, la prueba de este peto dio
datos al general para tomar la decisión histórica que modificaría profundamente
la tauromaquia.
Sophie Bonne, monosabio de la cuadra de Alain Bonijol
A finales del siglo XX, otro francés, Alaín Bonijol, propietario también de una
cuadra de caballos en el sureste, ha marcado un hito en la construcción de los
petos. Mediada la década de los noventa, proponía una protección de menos de
treinta kilos, homologada por el ministerio del Interior español, con un
material más resistente y más ligero: un tejido anti-balas llamado kevlar.
Bonijol aseguró que el promedio de caballos heridos en una de sus temporadas,
que es aproximadamente de setenta festejos, ha pasado de diez a tan sólo dos.
España, por supuesto, no ha sido indiferente a todas estas aportaciones, y
desde hace 12 años este es el material del peto utilizado por la cuadra de
Sevilla, así como por la de Navarro en Valencia. El último peto construido por
Bonijol es aún más ligero y pesa tan sólo veinte kilos. Quizás las excelentes
prestaciones de las cuadras antes mencionadas se deban en parte a él. Falta por
preguntárselo a los protagonistas, los picadores, que ya a principios del siglo
XX advirtieron a los aficionados que en Nimes se les había ocurrido una idea
estupenda: el peto.
Fuente: Antonio Arévalo.
Lo que ocurre es que a los picadores No les interesa que el peto pese menos, porque entonces tienen que aprender a picar y detener al toro antes de que llegue al caballo tirandole la vara, prefieren que el toro se estrelle en el muro y alli masacrarlo.
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