Amanece, y lo
primero que hago es darle gracias a Dios, no solamente por permitirme ver y
vivir un nuevo día, sino sobre todas las cosas, por haber nacido español y
además aficionado a los Toros; un orgullo que muchos, muchos españoles conocen
el significado y la grandeza que guardan estas dos “simples” palabras; Español
y aficionado a los toros ¡casi ná! como dirá uno del sur. Ser español es un
orgullo, pero si además eres aficionado a los toros y de ese privilegiado grupo
que lo lleva a la práctica, el honor y la suerte no puede ser mayor.
Intentaré
rendir un homenaje a todos esos aficionados prácticos, tanto a los más jóvenes
para que no decaigan ni permitan que esta Fiesta nos la “robe” nadie; como del
mismo modo a esos otros, que por similitud en años y hasta quizá pasados de
edad para estar envueltos en toda esta vorágine de lo que significa tal
actividad, todavía se atrevan a ponerse delante e imaginar estar en una Feria
de postín, con un toro en la mejor plaza del mundo; aunque se trate simplemente
de una fiesta campera, delante de una becerrita y en una placita de tientas
¡qué más da!
Lo importante
es estar ahí sintiendo esa cercanía con el animal, intentar emular a los
grandes maestros y sentir ¡ay sentir! Que difícil resulta explicar lo que se
siente en esos mágicos momentos en los que el alma parece separarse del cuerpo
y todo lo que sentimos, todo lo que realizamos nos parece hacerlo en solitario,
como si nadie nos mirara, como si nadie más que el “toro” y nosotros fuéramos
los únicos que existiéramos en el mundo en ese privilegiado momento que resulta
lo más parecido a estar en un edén.
Cincuenta y
cinco años ¿Quizá para muchos, viejo? Pues bueno y qué -me gusta más esa
palabra que la de “mayor”. ¡Yo ya soy “mayor”! dicen muchos, pues mire usted,
perdone si le digo que yo de soldado no he pasado. Viejo es sabiduría, viejo es
experiencia, viejo es saber “lidiar” lo bueno y malo de la vida con más
templanza. Y en el tema que nos ocupa, es cuando al igual que a los
profesionales del toreo, ese “poso” que dan los años, del mismo modo que ellos,
nosotros también lo hacemos patente cuanto tenemos la oportunidad de estar
delante de cualquier becerrita o incluso reses de más envergadura, todo
dependiendo del grado de aguante, valor o experiencia en ese estar delante y
manejar los trebejos con la sabiduría que cada cual posea.
Este articulo,
va dirigido a todo aquél que al igual que yo, experimenta estas sensaciones,
por lo que nunca más lejos de la realidad quisiera dar la impresión al resto de
lectores, de pedante, engreído o carente de humildad, sino que simple y
llanamente, así es como sale del alma.
Vosotros,
aficionados prácticos, me entenderéis si digo que después de lo vivido
últimamente en el campo y queriéndome retirar de esta ya peligrosa actividad,
pudiendo hacerlo con un buen sabor de boca, este sería el momento de poner fin
a tan privilegiada actividad. Pero del mismo modo comprendéis y sabéis por
experiencia que nunca ocurre esto; siempre estamos ahí, esperando esa
oportunidad de volver a salir y demostrarse así mismo lo que aún se es capaz de
realizar, lo que se es capaz de sentir; nunca se queda uno satisfecho, al igual
que los profesionales del toro, siempre nos ha quedado algo por hacer; cuando
recordamos lo acontecido, siempre soñamos en algo nuevo; en definitiva y aunque
de modo distinto a un profesional, nos sentimos y vivimos en TORERO. ¡Qué
grandeza tiene esto del toro Dios mío!
Viejo, vuelvo
a la palabra viejo. Os contaré que una vez en uno de los tentaderos a los que
fui invitado en la ganadería de Flores Albarrán, allá en plena Sierra de
Andújar. Como todos sabemos, después de tentar los maestros suelen darnos paso
a los aficionados, con lo que vamos matando el “gusanillo”; pero a la vista de
lo que iba saliendo, he de jurar que el miedo se apoderó de mi cuerpo. Así y
todo, me dirigí al maestro Manolo Montiel, conocido picador de toros de
Linares, diciéndole que cuando viera alguna becerra adecuada me avisara para
salir; y para tapar mi miedo, le añadí que no fuera muy grande debido a mi
edad. En ese momento como si hubiera tenido un resorte en la montura, me
contestó gallardo, subido en el caballo de picar “Mas viejo era Domingo Ortega
y mire usted donde llegó”; bien, contesté yo, pues a la que usted mande
maestro. Qué torero Manolo Montiel; a caballo, pero también torero; y que
ánimos infunde al aficionado que acude cuando él está en un tentadero; todo un
señor, todo un torero. Así que ya sabéis, de viejos nada, a seguir toreando
como lo hizo Domingo Ortega.
Aunque no sea
el caso, porque llegado este punto hay que respetar y estar cada uno en el
lugar que le corresponde. Qué bonito resulta poder decir; me siento Torero. Qué
regia actividad, qué majestuosa palabra, qué privilegio poder sentirse y vivir
en torero. Por algo y a pesar de las vicisitudes por la cual está pasando esta
Fiesta en la actualidad, sigue siendo la profesión más bonita y difícil del
mundo; y el aficionado, este aficionado práctico al que dedico lo que siento
como tal, es quién mejor lo entiende, quién mejor me entiende.
La imagen es de unos Carnavales en Ciudad Rodrigo,
ante un Cebada Gago... Miren la pierna, la cintura y por dónde van los
pitones... ¡Lo que queda de emoción en la Fiesta no lo encontramos en las
Plazas de Toros, lo encontremos en la calle...! ¿CUÁNTOS TOREROS DEL TRUST CULTURAL TIENEN UNA FOTO COMO ÉSTA?
Como dice mi
buen amigo “Chicuelinas” ¡QUE EL ARTE NUNCA MUERA!
Preciosa la entrada José.
ResponderEliminarMe ha encantao y, porque no decirlo, hasta me ha emocionado. Quizás muchos no entiendan esto de ponerse delante. Muchos te preguntan si tienes miedo, que si estamos locos...Ayyy!! que dos palabras juntas, el miedo y la locura.
Yo no soy quien para describir sensaciones José. Tu lo has hecho a la perfección. Sigue disfrutando del animal sea cual sea su tamaño. No importa. La grandeza de un natural bien dado no la marca el tamaño, sino la verdad del mismo.
Un abrazo maestro y gracias por la entrada.
Gracias José Maria, quien me ha dejafo sin palabras eres tu a mi, torero. Esas sensaciones de las que hablas y no sabes describir es un decir ¡cuantas tardes de gloria has vivido, torero.
EliminarSeguiremos disfrutando del animal maestro, mientras nos queden fuerzas, de eso sabes tu mas que yo y por supuesto de su grandeza, claro que si, lo importante no es lo que tengas delante sino el sentimiento que le pongas a lo que hagas delante. Un fuerte abrazo torero.