miércoles, 8 de abril de 2015

LA SUERTE SUIZA O ALABARDERA



Dentro del gran acervo cultural de la tauromaquia, se nos brinda la oportunidad de bucear en la historia, y así poder escribir artículos, como este que hoy nos ocupa, con el fin de poder recordar y revitalizar algunos protagonismos ocurridos.
La suerte de la Suiza: tenía lugar en las corridas reales y por ello el elemento militar a lo largo de los siglos tuvo cierto protagonismo especialmente en las guardias de Alabarderos, dando lugar esta suerte de naturaleza castrense, que se jugaba la lidia pero con carácter independiente de esta.
El origen de esta suerte se remonta a 1455 en que "un día corriendo toros delante del Rey Don Enrique, entre ellos hubo uno asaz bravo, porque había desbaratado la guardia del Rey dos veces” (Hechos de don Alonso de Monroy, Clavero y Maestre de la Orden de Alcántara).
Este hecho y otros parecidos se repitieron en distintas épocas, como se refleja en las crónicas y obras literarias escritas entre otros, por Lope de Vega, el Príncipe de Esquilache y Pedro Serna. Éste último, refiriéndose a una corrida que tuvo lugar en 1650 para celebrar el enlace de Felipe IV con doña Mariana de Austria en el que también los toros embistieron contra la Guardia Amarilla (color del uniforme de los alabarderos) de Su Majestad, escribió la siguiente octava: "Un toro bravo, formidable e inquieto a quien del Rey la  guarda firme aguarda, hizo de ella tres veces tal efecto que no temió cuchilla ni albarda, pues sin acatar al mismo Rey respeto acometió por medio de la guarda, y de los borgoñones amarillos sacó dos de los cuernos por anillos”.


La cierta e hipotética posibilidad de que los toros alcanzasen a las personas regias y, por otro lado, las exigencias del protocolo y del ceremonial propios de tales personas, demandaron el que los alabarderos montasen guardia bajo el balcón o palco real durante las fiestas de toros a las que asistiesen los Reyes.

La suerte suiza o alabardera, como otras de la Fiesta nacional-taurina, evolucionó desde sus orígenes en el siglo XV hasta su desaparición a principios del XX. Pero antes de continuar veamos en qué consistía dicha suerte.

Consultados diversos autores hemos llegado a la conclusión de que nació como una simple acción defensiva tendente a impedir que el toro se acercase al zaguanete o sitio en el que en línea de una a cuatro filas, según la circunstancias, la Guardia Real azuzaba al animal con sus alabardas cuando éste se aproximaba demasiado. Posteriormente parece ser, aunque de ello no hay constancia clara, que una fracción de la guardia se desplazaba al centro de la plaza formando un circulo o el clásico cuadro militar desde el que aguantaban la embestida del o de los toros que se soltaban para que les diesen muerte los alabarderos.
La suerte suiza fue parodiada en muchos lugares, sustituyendo los alabarderos por otros guardias, y degeneró en manos del paisanaje, pasando de ser una acción de carácter defensivo, aunque a veces cruenta, a un acto bárbaro y salvaje que realizaba un grupo numeroso de personas, las cuales a la salida del toril atacaban  al astado, levantándole por el aire con sus picas hasta que moría. Desgraciadamente estas y otras costumbres parecidas relacionadas con la tauromaquia, han ofrecido contundentes argumentos a los numerosos detractores de la Fiesta nacional-taurina que, por otro lado nada tiene que ver, en punidad con tan crueles y aberrantes prácticas.
Volviendo a nuestros alabarderos, aunque aparentemente su enfrentamiento con los toros pudiese parecer excesivamente desigual, no debió serlo tanto, si tenemos en cuenta el tamaño y cornamentas de los toros de la época, prueba de ello es el siguiente relato, que figura en los textos más relevantes de la historia del toreo. Para celebrar las bodas del Rey Alfonso XII con Ana María de las Mercedes de Orleans tuvo lugar en el coso madrileño el 26 de enero de 1878, una corrida en la que se desarrollaron los siguientes incidentes:
El segundo toro de la lidia-del Duque de Veragua- intentó varias veces romper la triple línea protectora del palco real, formada por 48 alabarderos. El tercero – de don Antonio Hernández- derribó a un alguacil que cayó sobre los guardias reales. Por último, el séptimo toro llamado "Milagros” – de Aleas- aventajó a los demás en fiereza y acometividad pues mientras el diestro correspondiente Manuel Carmona "El Panadero", brindaba la muerte de "Milagros”, este arremetió contra el zaguanete deshaciendo la formación de la Guardia Real, alguno de cuyos miembros, tras hacer frente al astado, rodó por el suelo con la alabarda hecha añicos. Curiosamente fue el propio Carmona quien dio muerte a la fiera de estocada y descabello, después de que el espada Felipe García alejase al morlaco del zaguanete.
La última actuación de los alabarderos en las plazas de toros fue en la corrida celebrada con motivo de la mayoría de edad de Alfonso XIII, transcurrió el 21 de mayo de 1902.
En otra ocasión seguiremos con los alabarderos y su contribución a la música, como embrión de las bandas en los festejos taurinos y de lo que fue después el pasodoble, que hoy ameniza nuestras centenarias plazas de la Iberia.

Hay que decir que hemos buceado extraído y recopilado datos en las bibliografías de toros tratamientos técnicos e históricos y cultura del arte de Cossío, Horcajada, Ortiz Blasco y Antonio Mena.
Fuente.- Fermín González, comentarista de Salamanca RTV al día

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