No os he contado que cierto
día amanecieron todas las plantas del jardín de la Iglesia de mi pueblo segadas
de raíz. Tampoco os he debido contar que, en otra madrugada a todas las imágenes
de las Capillas de la Iglesia de mi pueblo les habían cortado las cabezas unos
iconoclastas. De que en otra ocasión, fuere sacrílegamente robada y profanada
la Sagrada Custodia y esparcidos los corporales por las baldosas (en ajedrez)
del piso de la hermosa Iglesia de mi pueblo. Por decir, no sé si os lo he
referido, de que “sochantre”, mientras unos... se revestían con los ornamentos
sagrados de forma burlesca, él tratando
de poner los corporales restantes a salvo, fue cortado en el camino y llevado a
dependencias verdes y tricórneas, de dónde no salió vivo. Y qué, un pobre
coadjutor les esperaba para comulgarlas conjuntamente para evitar otro nuevo
sacrilegio; coadjutor que, en pocos minutos también fue llevado a las mismas
dependencias por criaturas... que, desde el maniqueísmo de los envenenados eran
incitadas al ejercicio del terror, el
asesinato, la muerte envilecida, la injusticia y la bajeza. Tampoco salió vivo.
Lo dicho por delante, tuvo
lugar en cuatro días precedentes al 12 de Julio de 1936. De esto no se ha hecho
película alguna, ni creo que se haga. Como tampoco estos dos Santos Mártires de
su Religión, serán apoyados por su Iglesia para su Beatificación, aunque el
espíritu del Duque de Ahumada señale con el dedo a toda una generación de Guardias
Civiles.
A los dos les gustaban las
mujeres, los dos las respetaban; a los dos les gustaban los Toros, como a todos
nosotros. El coadjutor amigo de niñez de Joselito El Gallo y de Federico el de
Granada; de la Macarena uno, de la Greñúa el otro; los dos rojos más rojos que
se hayan podido conocer. De Gallito de haber vivido en aquellos días, no se
hubieran conformado con derribarle su Monumental del Alma; lo mismo que de
Federico no se conformaron con quemarle los libros en la Plaza del Carmen.
Situaciones vividas en las
propias carnes de quién esto escribe. Una de un lado de la contienda, a esta
orilla del río; la segunda, a esta otra orilla; dos orillas distintas y del
mismo rio, que desgraciadamente bajaba envenenado por aquellos, que en un abrir
y cerrar de ojos dejaron abandonado al pueblo, tras sembrar sus almas de rencor y odio, hasta el
punto de originar la gran tragedia. Rencor y Odio sin extirpar; y Tragedia que
todavía no ha concluido. Muchos de ellos no han querido volver; otros, sí que
lo hicieron, al menos para recoger Premios y Homenajes. Paradoja.
Entresaco de alguno de mis
poemas sin publicar, pero que guardo escondidos en lo más profundo de mi ser.
Noche abierta:
Que no quiero verla
donde mi río la duerma.
Dos rostros flotan,
de cal y menta.
Llegó la muerte.
Noche cerrada:
Dos toros cargan,
venidos de la dehesa
la sal y la nieve.
Desde la Mágina,
desde la sierra, desde su
agua.
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