Toreo con
la izquierda de Curro Díaz al toro al que le cortó una oreja, la única
concedida en el festejo de ayer. - JUAN MANUEL VACAS
EL LINARENSE OBTIENE LA UNICA OREJA CON UNA FAENA PREÑADA DE GUSTO EN MEDIO DE UNA TARDE DESLUCIDA
Curro Díaz, un oasis de estética
En
medio del desierto en el que se había convertido la tarde, por culpa en
gran medida del deslucido encierro de González Sánchez-Dalp, lo de
Curro Díaz en el quinto, al que cortó la única oreja de la corrida, fue
un oasis. Estética, gusto y plasticidad vinieron a saciar la sed de los
poquísimos espectadores que se dieron cita en la plaza --estaba cantado
que no funcionaría el cartel en taquilla--, e incluso pareció mucho más
de lo que fue porque antes y después, para desesperación en el tendido y
en el ruedo, no hubo nada. La sosería del ganado, unas veces parado,
siempre sin entrega, protestando o defendiéndose, lo cubrió todo.
Solo un par de
toros sirvieron. Uno de ellos el quinto, un ejemplar medido de gas, sin
demasiado fuelle, pero dejándose hacer con una potable embestida. Y ahí
estuvo Curro Díaz, acertado a darle tiempos muertos entre series para
sacar lo mejor del animal desde el primer momento y levantar una faena
entonada y compuesta, fundamentalmente bonita aunque no exenta de
muletazos profundos. Porque a las primeras de cambio, con la figura
encajada y cierto desmayo, el torero dejó planteadas cuáles iban a ser
sus armas: relajo, plasticidad, gusto y pinturería, a veces a pies
juntos y otras con el compás abierto, pero siempre llevando la muleta
por abajo, con trazo exquisito y también alargando la embestida. Todo
ello en series cortas, sin forzar la máquina, incluso de uno en uno por
la izquierda, pero salpicando su labor de principio a fin de sumo gusto,
con sabrosos cambios de mano o rotundos pases de pecho, sin olvidar los
ayudados finales, las trincherillas... Suavidad, empaque y naturalidad
lo presidieron todo y le valieron la única oreja de la tarde.
El otro toro fue el
cuarto, animal que saltó al ruedo con mucho brío y recorrido, y que
embistió en la muleta --en lo poco que le dejó Ferrera-- con calidad,
incluso más que el de Curro Díaz. Pero no terminó de verse por el propio
planteamiento del espada. Un Ferrera que le dio tanta capa como él
mismo se jaleó, pero sin ajuste ni temple suficiente. Un Ferrera que con
las banderillas estuvo buscando más la espectacularidad de las formas
que la esencia del fondo, o lo que es lo mismo, cuadrar en la cara. Y un
Ferrera que tras torearlo por alto tanto de rodillas como de pie optó,
incomprensiblemente, por cortarle el viaje, desaprovechar la calidad de
la embestida y acortar las distancias, ahogándolo y dejándolo sin
salida. Esa fue su apuesta, las cercanías, tanto que ni en dos series ya
estaba con un circular invertido, del que además salió prendido,
quitándoselo el toro de encima. Pero de vuelta, más de lo mismo. Vendió
un esfuerzo, un compromiso, un supuesto riesgo echándose encima del
animal a todas luces equivocado porque ni fue tanto ni era el
planteamiento. El toro tenía mucho más dándole distancia, pero Ferrera
prefirió lo otro para calentar a un tendido poco exigente y conseguir
una vuelta al ruedo.
El resto, puro
desierto. Ferrera no pasó del silencio en su primero, de media arrancada
brutota. Estuvo el hombre de trámite con los palos e insistente con la
muleta, pero sin llegar a meterse en terreno comprometido. Y Curro Díaz,
voluntarioso en el segundo, tampoco sacó nada en claro de un animal que
llegó a la muleta muy parado y que cuando embestía solo tenía medio
viaje. Por último, Jiménez Fortes, ni en uno ni en otro. Estuvo muy
encima de su primero, que no aportó nada y que lo zarandeó al entrar a
matar, y sin resolver a favor en el sexto, parado y echando la cara
arriba. Desde luego, lo de Curro Díaz fue un oasis de estética.
PLAZA: Los Califas (Córdoba). Menos de un cuarto de entrada en tarde agradable.
GANADO: Toros de González Sánchez-Dalp,
bien presentados, aunque con algunas desigualdades entre sí, y de
escaso juego. Corrida deslucida, sosa y parada en conjunto. Solo
sirvieron el cuarto, con más brío y cierta calidad, y el quinto, noble
aunque medido de gas.
ANTONIO FERRERA: Pinchazo, estocada baja y descabello (silencio); y pinchazo, estocada y dos descabellos (vuelta al ruedo tras aviso).
CURRO DÍAZ: Estocada caída (ovación); y estocada trasera (una oreja).
JIMÉNEZ FORTES: Estocada tendida y cinco descabellos (ovación tras aviso); y pinchazo, estocada y seis descabe- llos (silencio tras aviso).
INCIDENCIAS:
Al finalizar el paseíllo se guardó un minuto de silencio en recuerdo de
Francisco Llamas, que fuera conserje y encargado de los corrales de la
plaza.
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