La vida de torero jamás se deja, jamás se guarda en un baúl, no hay “trastero” lo suficiente grande para almacenar tantos recuerdos, tantas vivencias; por eso en cuanto es posible salir al campo y poder disfrutar delante de una res brava, es algo que no se abandona en la vida.
Pude hablar con Dionisio Ruiz Parrilla, componente de esta familia ganadera de Navas de San Juan, joven ganadero que nos mostró las reses que componen esta ganadería de esta zona jienense denominada “El Condado”, su procedencia Juan Pedro y los bellos ejemplares que pastaban en esta próspera tierra de “La Parrilla”, todo un placer hablar con un joven ganadero que a base de mucho trabajo y sacrificio forma la 5ª generación de esta casa ganadera.
En esta ocasión fui invitado por el Matador de Toros ubetense Juan Luís Pizarro, otro de los toreros al que han tratado injustamente en su propio pueblo, pero que eso no es óbice para que siga entrenando y siga preparándose para algo que quisiera ver hecho realidad, una digna despedida ante sus paisanos, algo que no quiere dejar en el tintero de su vida torera.
Juan Luís Pizarro, se entrenó
ante dos reses con cuajo, trapío y mucha trasmisión, los cuales dieron muchas
alegrías a sus criadores allí presentes y que disfrutaron tanto con el
comportamiento de sus reses como con el buen toreo realizado por este torero de
Úbeda.
ASI TOREO EL MAESTRO PIZARRO A SU PRIMERO
ASI PICO AL PRIMERO EL PROPIO GANADERO D. DIONISIO RUIZ PARRILLA
ASI PICO AL SEGUNDO EL GANADERO D. DIONISIO RUIZ PARRILLA
EL MAESTRO JUAN LUIS PIZARRO CON EL SEGUNDO DE LA MAÑANA
El torero se sintió hasta tal
punto, que la emoción llegó a convertirse en unas “lágrimas de pasión” que solo
los privilegiados pueden llegar a alcanzar y lo más difícil, hacérselas sentir
a todos los que allí nos encontrábamos. Vimos a un torero, el cual abandonó su
cuerpo, toreó con el alma, se sintió y nos hizo sentir el buen toreo ante dos
reses que tuvieron entrega, pujanza y sobre todo mucha nobleza.
Solo puedo decirles que como
sería la nobleza y bondad de dichos animales, que el propio torero de plata
Juan José “Perucha”, el cual auxiliaba al matador, con el debido respeto y
permiso correspondiente pudo estirarse en unos naturales que pudo tocar la
gloria en un escenario que aunque no haya griterío, ni chispeantes, es el lugar
adecuado para luego transferir en el ruedo lo que se experimenta en el campo
bravo jienense.
Personalmente y a pesar de
mis 62 primaveras, ya muy mermado en facultades y en un momento bajo
anímicamente, no pude contener la invitación del maestro y dar unos muletazos
que aunque disfruté como no se puede expresar, sobre todo aprendí una gran
lección, porque si respeto he tenido de siempre a estos hombres especiales, a
partir de ese momento ante unos novillos para mi poca o nula preparación, de
mucha envergadura; a partir de ahora ese respeto es mucho mayor para cualquiera
que se ponga delante de un animal bravo.
Las sensaciones obtenidas
fueron inmensas y sobre todo a sabiendas que tenía a dos profesionales
pendientes de mí en todo momento; y un novillo que me ofreció unas embestidas
claras y nobles para poderme sentir en unos momentos que ya jamás se repetirán,
porque el toreo es irrepetible, el toreo no es una obra de teatro repetitiva,
el toreo es un sentimiento fugaz, cada muletazo es un nacer y morir, por eso
cada momento hay que tomarlo como la vida misma, que una vez la realizamos, ya
jamás podemos recuperarla.
Desde aquí quiero darle las gracias a todos los presentes por su apoyo para que todo lo referido fuera posible.
Gracias maestro por tu invitación y apoyo a mi afición a pesar de mis años.
Gracias amigo “Peru”, siempre
pendiente y apoyando esta mi “bendita locura”.
Y como no, gracias a los
señores ganaderos, además de felicitarles por sus excelentes resultados en la
cría del toro bravo.
Gracias a todos por haber
podido sentirme grande por unos momentos que no se cambian por todo el oro del
mundo.