Domingo
de Resurrección en Sevilla y un año más se pone en marcha toda la parafernalia
taurina. Por un lado los taurinos a lo suyo para continuar dando gato por
liebre y por otro lado la tremenda ilusión del aficionado, al que aún le queda
algún resquicio de esperanza pensando que cualquier tarde puede ser la buena.
La que muestre la verdad del toro integro y del torero capaz, artista y
entregado que proyecte al tendido emoción, riesgo y estética.
Podemos
tomar tangencialmente cuantas medidas seamos capaces de desarrollar para exigir
esa tauromaquia atrayente que nos han hurtado, pero todo ese esfuerzo será nulo
si en la plaza no prevalecen los verdaderos valores de la Fiesta.
Los
antecedentes de Castellón, Valencia y Málaga en los albores de esta temporada,
nos muestran un espectáculo “de más de lo mismo”. Un atisbo de esperanza
tenemos los aficionados con los toreros jóvenes, pero a pesar de ese aire nuevo
y arrollador que vienen ofreciendo cada tarde, no es menos cierto que se
encuentran cómodos con el medio toro y para nada se vislumbra que pidan el toro
encastado retando competencias a los toreros presuntas figuras.
No
es el aficionado ni el público ocasional fácilmente manipulable, quien tiene
que solucionar los decadentes espectáculos de casi todas las tardes. Son los
ganaderos, toreros y empresarios los que tienen la sagrada obligación de
cambiar el rumbo, pues si no lo hacen, en el pecado llevarán la penitencia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario