lunes, 17 de agosto de 2015

FALTA DE RESPETO AL AFICIONADO A LA HISTORICA PLAZA DE LINARES

Miguel Vega. Escritor y Aficionado.

Por más que pasen los días, uno no llega a entender lo acontecido este año con la Feria Taurina de Linares 2015. Si se puede llamar así a una corrida de toros, desplazada además al día 30 de agosto cuando el día grande es el 28, día en que, año tras año, se repite la ceremonia de las rosas en la arena y el minuto de silencio en recuerdo a Manolete.
El Sr. Ruiz Palomares y sus socios deberían abandonar la gestión de esta plaza el día 31, en cuanto hagan caja y se embolsen los exiguos beneficios (porque, a buen seguro, no serán muchos); no pueden seguir echando por tierra el prestigio de este coso histórico de Santa Margarita. Están menospreciando el nombre de Linares.
Los argumentos para cualquier aficionado linarense son muy sencillos.
Programar una sola corrida de toros en la Feria de Linares es bochornoso. Si se amparan en el manido tema de la crisis, es preferible dejar el año en blanco y esperar tiempos mejores. O dejar que intervengan otros empresarios con ideas distintas a las de los actuales. El renombre de esta plaza, indiscutible a lo largo de la Historia de la Tauromaquia, no se puede pisotear con el único fin de obtener unos míseros beneficios económicos. La Feria de Linares no es cualquier feria, y siempre las corridas de toros (corridas, en plural) han constituido la piedra angular de las Fiestas de San Agustín.
Dejar el día 28 sin corrida de toros y sin homenaje a Manolete, 68 después, y trasladarla al día 30 por conveniencia de las figuras que ha decidido traer el empresario (las figuras son Enrique Ponce, José Antonio Morante de la Puebla y Alejandro Talavante) es, sencillamente, una humillación a la afición de Linares y a la identidad cultural de la ciudad. ¿Es que a ningún torero de cartel le venía bien el 28? A Curro Díaz sí. Y seguro que habría más de dos, y de tres, y de cuatro... matadores de categoría dispuestos a hacer el paseíllo en Linares el día del aniversario de la muerte de Manolete. Siempre ha sido un privilegio para cualquier torero venir a esta Feria, y si hubiera alguna duda, ahí está el ejemplo reciente de José Tomás, la figura por antonomasia de la última década, quien todos los años quiso venir a torear aquí, y además vestido de rosa y oro, como homenaje particular al califa cordobés muerto en Linares aquel año de 1947. Lo de José Tomás sí era grandeza, y no las vergonzosas maniobras de los tiempos actuales.
No contar con Curro Díaz para la Feria de Linares es absolutamente imperdonable. Es de las pocas ocasiones que tenemos sus paisanos para verlo torear (que ése es otro tema escandaloso, pero hoy no toca tratarlo aquí), y para verlo torear bien: los 3 trofeos Manolete obtenidos en los últimos seis o siete años lo confirman. Él debe ser, por méritos propios y porque lo reclama la afición de su ciudad, la base de la Feria. Y si hay un sólo cartel (circunstancia que ya estimamos como inadmisible en Linares), al primero que hay que preguntarle por la fecha es a él, y después a los demás. Eso sería actuar con coherencia y rectitud, lo demás puede justificarse como se quiera, pero desgraciadamente no tiene justificación alguna.
Una vez desarrollados estos argumentos, en respuesta a esta insultante ¿Feria de San Agustín?, la ciudad de Linares debería plantarse o, más exactamente, hacerle un desplante torero a la empresa. Para empezar, los aficionados linarenses no deberían acudir a la plaza el día 30 (los aficionados de los pueblos cercanos deberían tomar por ellos mismos la decisión). Las peñas taurinas deberían ponerse de acuerdo y retirar todos los trofeos de la Feria de Linares (Tercio de Varas, Círculo taurino José Fuentes, Paco Moreno, Enrique Ponce...). Por supuesto, el Ayuntamiento de Linares, ante semejante menosprecio a la figura de Manolete, debería retirar el trofeo que lleva su nombre, porque sería ensuciar también la valía de este galardón. Siempre ha sido el trofeo emblemático de una Feria de postín (con varias corridas y grandes carteles) y no puede ofrecerse sin más al torero que más orejas corte en una única función y al que le ha importado un bledo lo del día 28, las rosas en el ruedo, el minuto de silencio y la muerte en esta plaza de Manuel Rodríguez Manolete.
Así va el mundo de los toros; los propios taurinos se lo van a cargar por no tener la más mínima consideración hacia el aficionado (cuánto tenemos que aprender de Francia en ese aspecto). Da mucha pena, porque en el caso de las aficiones (no hablo del público) van a conseguir que se diluyan, que se extingan, sentimientos muy profundos y muy hermosos.

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