domingo, 14 de diciembre de 2014

MI TEMPORADA

Por José Luís Bautista.

Leo con atención la “enfermedad” de mi buen amigo Pepillo Bautista y, no tengo por más que declararme con el mismo mal, por lo que tomo buena nota de la “receta” -poco, pero bueno- haber si de una vez por todas podemos curarnos de tan rara enfermedad. Dice así:

Mi lectura de este año 2014 ha sido positiva de principio a fin… Me he curado.
Los más allegados pensarán que me estoy refiriendo a la batalla que le he ganado a una dura y silenciosa enfermedad que me acompañaba durante bastante tiempo, aunque también, no me refiero sólo a eso.
Me refiero a una, no le vamos a llamar enfermedad porque no lo es, pero si podía ser un comportamiento enfermizo el que padecía. Me refiero a mi actitud hacia la fiesta de los toros.
Desde niño gocé, además de ser hijo de un modesto banderillero, de vivir en un barrio donde se jugaba al toro, varias personas de las que practicaban aquel toreo nocturno despuntaron como novilleros y un gran número del resto nos quedamos en aficionados, pero en general buenos aficionados. Aquellas raíces fueron tan profundas que he estado cuarenta y tantos años disfrutando de una afición, venida a menos desde los veinte últimos años y casi insoportable en el momento actual.
En este año todo mi balance ha sido el de ver dos corridas de toros, una televisada desde Las Ventas, en el que compartían cartel: Uceda, Curro Díaz y Tejela, y otra en mi pueblo natal, Linares, con Fandiño, Curro Díaz y Luque… En ambos casos buscando el toreo. Algo hubo. Este bagaje de temporada mío, en otro tiempo hubiera sido sencillamente insoportable, jamás hubiera pensado que con dos corridas en un año no me hubiera sentido ávido de más toros. Impensable es no acudir durante toda la feria de San Isidro a ver más tardes de toros cuando en otros tiempos hasta pedía permiso en el trabajo para poder disfrutar de la reina de las ferias. Esta actitud me lleva a pensar, que si no estoy curado de aquel talante enfermizo, al menos veo los toros con más sensatez.
¿Y quiénes son los galenos que me han recuperado? Pues allá va:
Como no mencionar a aquellos ganaderos serviles que ha domesticado el comportamiento de los toros y han permitido todo tipo de maniobra con sus animales. Mención especial merecen ese grupo de empresarios que se han convertido en los amos de la fiesta, ciegos por el dinero y que no ven más allá de intercambiar a sus respectivos poderdantes, dejándose de lado, marginados, a toreros de extraordinaria valía. Las autoridades que, sabedoras de las manipulaciones que existen no han sido capaces de frenar la estafa también merecen ser mencionados. Pero sobre todo, han sido los toreros, más acertado es decir las figuras. Dije que la decadencia según mis cuentas viene desde hace unos veinte años, para tener una referencia más aproximada, desde el reinado de Espartaco pasando por todos -dije todos- y cada uno de sus sucesores que han mandado en la fiesta de los toros. Toreros sin alma que se conformaron con gratificar al público y sacrificar al aficionado. A lo mejor la culpa no es de ellos, es mía por no entender su arte.
Tan sólo hay un factor negativo, en este año que a punto está de finalizar, que destacar: ¡No pude estar en el X Aniversario de Opinión y Toros! Y esto si me dolió. Me dolió porque no pude compartir esa experiencia emocional con mis compañeros. No pude meced mis sentimientos en las notas de Pablo San Nicasio, notas que arrebatan y despiertan el sabroso sabor salado de las lágrimas. No pude disfrutar de la proximidad de tan respetables toreros. No pude saborear la cadencia y hondura del Inclusero con el capote. No pude indagar en la magia del Pana, disfrutar de la alquimia de su heterodoxia que mezclada con el temple y su respeto al toro se transmuta. No pude saborear el añejo toreo de Frascuelo o de la tauromaquia arco iris de Esplá. Tampoco pude ver el preñado toreo de arte de Antonio Sánchez Puerto… No pude saborear a ninguno.
¿Y ahora qué? ¡Pues no sé! Ya no sé si estoy enfermo o curado, no lo sé. Creo que lo más coherente es seguir el tratamiento de los doctores: ¡Poco pero bueno!

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