viernes, 20 de mayo de 2011

Lo que el Tiempo se llevó


Una tarde de miércoles de cuantas dispone el año, una tarde más en muchos ámbitos de la vida de muchas personas; en particular no ha sido así, no ha sido una tarde de miércoles cualquiera.
A la hora en punto acordada nos hacemos presentes a las puertas del cortijo de la finca “Cerropelado” donde pasta la ganadería de los Herederos de D. Gregorio Garzón Valdenebro, mi jovencísimo amigo Pepe del cual ya les hablaré y quien les escribe.
D. Iñigo Garzón así como su mayoral Luís nos dan la bienvenida como de costumbre. A los pocos minutos y puntual a la cita se hace presente el mayoral de D. Juan Pablo Jiménez Pasquau y picador de toros Santiago Sánchez que al observar en la lejanía del camino que conduce a la finca la llegada de un vehículo todo terreno, nos imaginarnos de quien se trata como así se hace fehacientemente a la llegada del mismo, el matador de toros madrileño Raúl Velasco acompañado del banderillero Roberto Ortega y el conocido taurino Gil, quienes se encargarán de realizar las faenas de tentadero que dentro de breves momentos van a comenzar.
Como de costumbre y tras haber dejado la placita de tientas en óptimas condiciones para la lidia, nos disponemos a vestir al caballo de picar e ir apartando en las distintas corraletas que componen el embarcadero de la finca, a las becerras que serán examinadas esta tarde según el orden de salida que haya impuesto el amigo Luís, su mayoral.
Esta tarde se barruntaba distinta a otras, acompañando al banderillero Roberto camino de la plaza de tientas me comenta que la tarde es de triunfo, aunque el cielo está gris, el viento se ha echado y la temperatura es ideal, incluso unas gotas de lluvia durante la faena serían buenas para torear y que influía positivamente en los animales; además esta tarde se lidian sus congéneres en Las Ventas y seguro las becerras harán honor a su estirpe, le contesté; y así ocurrió. Acabado el tentadero recibimos noticias que José María Manzanares cortó dos orejas al de Núñez del Cuvillo saliendo por la Puerta Grande de Madrid, resultando la tertulia en el cortijo tras la faena de campo de lo más amena e instructiva.
La tarde no pudo dar más de sí positivamente hablando, el torero Raúl Velasco realizó unas faenas al más puro estilo campero, gustándose y toreando para él mismo una vez la becerra fue supervisaba por el señor ganadero. Raúl Velasco para quienes le conozcan es uno de esos toreros que basan su toreo en el clasicismo, su pureza en el manejo de la muleta lo convierten en uno de los diestros que gustan al buen aficionado. Raúl es nacido en Madrid, debutó con picadores el 2 de septiembre de 1996, presentándose en Las Ventas el día de San José de 2003 ante reses de Nazario Ibáñez. En esta misma plaza se despidió de novillero el 19 de mayo del mismo año, alternando con un torero muy allegado a nuestra Peña Taurina “Carnicerito de Ubeda” como es Luís Miguel Vázquez. El doctorado fue el 22 de septiembre de 2007 en Villaviciosa de Odón, con reses de “El Torreón”, su balance en tan importante fecha para un torero fue de cuatro orejas y sus compañeros de cartel fueron Antón Cortés y Salvador Vega.
Muchos y buenos momentos hemos podido vivir este año durante las faenas de tienta y selección en esta casa ganadera, pero esta tarde de miércoles ha sido una de la que más matices ha marcado de cuantas hemos asistido, siendo muchos los motivos.
En esta casa siempre se tiene de parte del señor ganadero una atención exquisita a los invitados que quieren probar “suerte” delante de una becerra tras su pertinente examen, y esta tarde ha sido especial, una tarde de tentadero donde la placita de tientas se ha convertido en aula para jóvenes alumnos así como añejo púlpito para viejos aficionados prácticos, ha valido la pena estar más de veinticuatro horas hasta volver a coger el tálamo y dar descanso a un cuerpo ya agotado por las horas y el esfuerzo.
Asistir a un tentadero donde todo ha salido a pedir de boca es un goce difícil de narrar; ver disfrutar a un ganadero altamente exigente con lo que están demostrando sus productos ante el caballo y la muleta de un torero que les ha exigido igualmente, obligándolas mucho por abajo, templando la embestida y consiguiendo que se desplazaran hasta donde el brazo del torero les marcaba el final del trazo del muletazo como ha sido el caso, más difícil todavía.
Después como he comentado, se da paso a los aficionados. Me encanta esta parte del tentadero, el joven alumno que me acompaña, tras la petición del permiso reglamentario con la educación que exige el protocolo -siendo lo más parecido a cuando el maestro en una Plaza de Toros solicita permiso al Palco Presidencial- este se dirige a la res, silencio absoluto de campo, solo se escucha el respirar de la becerra y las explicaciones que el señor ganadero confiere al neófito que atento en todo momento, lo realiza al pie de la letra con el estilo y sentimiento personales que cada torero confiere a lo que realiza ante la res. Por último el aficionado práctico, más prudente y temeroso dada su edad; intenta consiguiéndolo a veces, dibujar un par de derechazos o naturales que le mantendrá ese “gusanillo” que nunca muere, adormecido por un tiempo que varía según sea el nivel de afición.
En el camino de regreso, después de sentir ambos esa enorme satisfacción de poder haberse medido ante una becerra y vencer esa línea imaginaria que marca el valor y el miedo interior, hay algo que sustancialmente les diferencia en cuanto a pensamientos. El joven alumno solo hace un comentario que palpablemente se refleja en un rostro que irradia felicidad “esta noche no voy a poder dormir”.
El viejo aficionado práctico ríe, calla y no dice nada, solo piensa. La satisfacción, aunque de igual modo la siente, la exterioriza menos aunque el pensamiento no cesa; muchas cosas inundan una mente que no puede dominar. ¡Qué pena! por lo que el tiempo se llevó. El tiempo, el maldito tiempo que ha pasado sin apenas darse cuenta en un abrir y cerrar de ojos, y lo peor es que se lleva con él -sin hacerle falta- lo más importante, algo a lo que ya no se puede opositar como es la juventud, la fuerza y el vigor de años pasados y que ahora vuelve a renacer al lado de una joven promesa.
Bien es verdad que a cambio de esa juventud se recibe madurez, experiencia; pero en esto del Toro, un mundo que es distinto a todo ¿para qué sirven? si no van acompañadas de eso que llaman “Divino Tesoro”. Por eso es la profesión más bonita del mundo, por eso es tan difícil y por eso solo las mentes privilegiadas y poderosas optan a ser grandes en esto tan español que jamás podrá desvanecerse y que ha venido denominándose Tauromaquia.

 Con el maestro Raul Velasco

El maestro Raul Velasco

La joven promesa

El viejo aficionado

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