¡Que tiempos aquellos!, tiempos pasados que no volverán, tiempos en los que por cualquier carretera y caminos de nuestra piel de toro podíamos ver a esos chavalillos olvidados con el “maco” al hombro, estaquillador y estoque de madera o vara en mano en el mayor de los casos y esa gorrilla para protegerse de los rayos de un sol abrasador que les caían encima, sin otro consuelo que encontrar un arroyo que le brindara generosamente su fresca agua para calmar su sed o encontrar un sembrado o huerta para poder echarse al estómago algún tubérculo o fruta y coger energía en su largo peregrinar hasta conseguir llegar a tan anhelada finca ganadera en la que había oído decir que tal día se celebraba un tentadero y si había suerte, que no en todas las ocasiones era posible, dar unos pases con la remendada “pañosa” y poder demostrar a los presentes ante una vaca “exprimida” por el matador de turno, el toreo que llevaba dentro, mientras tanto seguía con la tan aliada espera en la talanquera de la pequeña plaza de tientas esperando esa “oportunidad”, fijo en lo que los maestros ejecutaban, pendientes a la res en todo momento y sobre todo soñando con que algún día llegando a ser matadores de fama, algo tan bello y tan grande como lo que percibían sus ojos alrededor, pudiera poseer.
¡Cuantas zapatillas desgastadas! ¡Cuantos costurones en los pantalones, provocados por los revolcones en las capeas de los pueblos! Y eso era un mal menor, ya que en ocasiones llegaba la noticia de que en tal o cual pueblo la vaca fulanita o el toro menganito habían dejado mal herido e incluso exánime a alguno de estos chavales, desconocedores a veces y conscientes en otras de que el ganado era el mismo que recorría prácticamente toda la zona, habiendo incluso reses que habían sido soltadas de “mamonas” para deleite de los mas pequeños.
Estos TOREROS, aunque normalmente se dirigían en solitario, todos se conocían, raro era el pueblo donde no mas allá de media docena se juntaban y antes de la hora prevista para la suelta de las reses, convenían el orden de actuación e incluso el reparto de pases a una res, por si ésta, que también ocurría, fuera nueva en la plaza o venida de retienta de una ganadería afamada y vendida ya por vieja, se “tragara” cuantos pases se le dieran. Pocas veces ocurría tan milagroso hecho, pero cuando acaecía, peñas de la localidad, gentes en particular e incluso algún Alcalde bondadoso no dudaban en ofrecer algún manjar y buena cama en el pajar de algún vecino compasivo, por lo menos esa noche dormían calientes con el “maco” como almohada y el viejo y recosido capotillo como manta, a la espera de que a otro día pudieran repetir la hazaña o se cambiara el ganado, algo en la mayoría de las ocasiones quimérico.
¡Que afición!, muchos de ellos, trabajadores durante el penoso invierno de la zona, allá por la minas de Utrillas en la provincia de Teruel eran mas afortunados, juntaban los ahorros de su trabajo para una vez empezada la temporada por San Blas y con un “lujoso” 600 u 850 “coupé” de tercera o cuarta mano empezar de nuevo el peregrinar anual para ver si esa nueva temporada había suerte. En ocasiones si se producía un pinchazo en el neumático ante la imposibilidad de cambiarlo por no llevar tan siquiera rueda de repuesto, no dudaban con el cobijo de la noche y gato en mano “coger prestada” alguna de vehículo similar, dejando eso sí, puesta en el lugar del cambio la rueda pinchada para sorpresa del dueño, enajenando solamente el aire contenido en la misma, para así poder proseguir su deambular.
¡Hombre “Perla”! ¿Qué tal estás?, ¿no viene este año contigo “Romerito”, comentaban entre conocidos en su nuevo reencuentro, a veces ocurrían sorpresas, pues mira no, Don Fulano el socio de la plaza de……. Que estaba presente en la tienta de don Mengano el año pasado, se lo ha llevado y ya anda toreando por la zona de Salamanca, ¡que suerte!, bueno venga vamos a ver si hoy tenemos suerte y armamos el “lío”, soñadores de que en algún momento pudiera pasarles lo que a “Romerito”.
Otros más atrevidos llegaban de zonas del Levante como “polizones” de los ya desaparecidos “Ferrobuses”, trenes de traqueteante y lenta velocidad, en los que los viajeros en la mayoría de los trayectos, tapaban con los bultos o ayudados de sus piernas escondían bajo los huecos de sus asientos a tan singulares y conocidos personajes, hasta que por fin y tras un largo recorrido llegaban a su destino para seguir a pié hasta el final del trayecto, no sin antes hacer una parada por la puerta trasera que daba a las cocinas de algún establecimiento hotelero, donde tras identificarse sin ser necesario al contemplar su figura y mostrar algunas fotos incluso vestidos de luces, (paseando alguna oreja con el capote “extendido” tras su figura, signo de esa cola desplegada de “Pavo Real”, en señal de majestuosidad, detalles añejos realizados por pocos matadores de la actualidad), el encargado de la misma les obsequiaba con algún suculento bocadillo de buen jamón de la tierra y agua fresca para el viaje, ofreciendo previamente algo de “caliente” del llamado plato de “familia”. Agradecido por la atención prestada y con el estómago lleno se despedía prediciendo: “el día que llegue a ser figura del toreo, me acordaré de usted y tenga por seguro que le he de brindarle un toro”.
Muchas zonas de nuestra geografía han sido testigo del deambular de estos románticos, entre los que se encontraron muchos de los matadores hoy ya retirados, muchos los ganaderos que han visto las primeras actitudes frente a un toro de estos chavales y que algunos matadores de notoria fama echaban una mano, llevándolos a su propia finca y “arroparon” para que probaran fortuna, creyendo en ellos y lo más importante, no siendo “vampiros” de tal situación, las cosas claras, ¡chaval si vales yo te ayudaré, de lo contrario busca un oficio del cual puedas vivir!, no pierdas el tiempo muchacho, esto no es fácil.
Entre las zonas mas destacadas, dado su gran número de festejos populares a los cuales podían acceder los popularmente conocidos “capas” o “maletillas” se encuentra por poner solo un ejemplo, la zona de Aragón, concretamente la parte de ese Teruel tan desconocido por muchos y prolífico en ganaderías, algunas de las cuales hoy en día practican la trashumancia a tierras de Andalucía, de hecho en nuestra provincia tenemos conocidos ganaderos de esa zona o vecinas a ella como son los Hermanos Flores Albarrán, Sorando, Jiménez Indarte y más concretamente el ganadero D. Alfredo García, que posee la finca ganadera en la cercana localidad de Baños de la Encina. D. Benito Mora q.e.p.d. y su vecino en aquellas tierras D. Alfredo seguro que sabe mucho acerca de estos protagonistas y de las fiestas del pequeño pueblo de Terriente al igual que las organizadas en las Fincas de “El Garbe” y “Valtablao”.
Había un dicho en aquella época que decía “para ser torero, hay que ver la hierba nacer” y en verdad así era, ¡cuantas veces dormían debajo de un roble o encina hasta el amanecer! para proseguir al despuntar el alba nuevamente el camino en busca de la ansiada “gloria”.
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