viernes, 24 de mayo de 2013

Rafael Gómez Ortega "El Gallo" tuvo un bar

Rafael Gómez, el Gallo, veterano del arte taurino , poseedor legítimo de una auténtica popularidad cordial y pintoresca, tuvo un bar inaugurado en una de las calles más céntricas de Madrid. el Gallo abrió un bar, era el decir de las gentes, que cundia de boca en boca. No nos metamos en interioridades administrativas, que acostumbran a ser un misterio.  

Y más tratándose de el Gallo, que en materia económica siempre fué una verdadera calamidad. Nadie —ni él mismo—fué capaz nunca de «echar la cuenta» a este Faraón flamenco, manirroto y genial. Nadie—ni él mismo—supo jamás lo que el Gallo ganó ni lo que tuvo. Auténtico bohemio, calé de raza, este calvorota artista y arbitrario hizo de su vida acaso su mejor «faena» de arte. Supersticioso, fatalista, abúlico y simpático, el Gallo fué, por sí solo, toda una tradición y toda una leyenda. Nunca un hombre vulgar, ni una personalidad amorfa y adocenada.

Rafael fué único en su arte, en su bondad libérrima, en su pintoresquismo y hasta en su prestancia física, que los años no pudierón amortiguar. Lo cierto es que, sea o no cierto—dejemos interioridades administrativas—, el Gallo tuvo un bar. Allí estába él, de la mañana a la noche, con su cráneo reluciente y su sonrisa matizada de gitana melancolía, haciendo los honores del nuevo establecimiento. «El bar de el Gallo le llamaba la gente, y la gente tenia razón, porque su instinto le dice que el pintoresco disparate de establecer un despacho de bebidas cuando no habia vino ni tapas, y la cerveza escaseaba, y los mariscos tenian precios astronómicos, y los licores famosos se habian transmutado en química misteriosa, en plena guerra civil española,no podía ocurrírsele más que a Rafael el Gallo.

Sin embargo, allí estába Rafael, hierático, cetrino y sonriente, como siempre; parco de palabras y de gestos, como un auténtico ídolo de bronce el rostro, de marfil antiguo la calva veterana. Rafael era estoico y fatalista. Por su edad, podría libremente estar lejos de Madrid, o, por lo menos, evacuarse a un barrio menos batido por la metralla enemiga. Pero Rafael tienia los oídos habituados a todas las tempestades. —Los que se estremecen—sentenciaba Rafael— cuando estalla un obús no saben Cómo suena ; un «¡ole!» cerrado o una «bronca» en una plaza de toros.

El bar de Rafael se rotulaba «Los Hércules». Era un recuerdo a la vieja Alameda sevillana, matriz de toda una casta de artistas flamencos y toreros famosos, sevillanos todos..., menos este magnífico Rafael Gómez Ortega, que nació en Madrid. —Me dicen que me vaya—decia el Gallo—, y no me voy. Por casualidad naci en Madrid, y si aquí tengo que morir, será mi sino. Todo lo que le tiene que pasar a un hombre está ya escrito, y no hay nadie más tonto que el que cree que poniendo tierra por medio se libra de su suerte. Además, a mi no me cogen de sorpresa guerras y revoluciones. Parece que me dedico a coleccionarlas. He dado muchas volteretas por el mundo. En América, ya se sabía: llegar yo a una República y liarse un fregao de tiros, era todo lo mismo. En Méjico, en Uruguay, en Paraguay, en Venezuela, en la Argentina, en Cuba, he sido testigo de no sé cuántas revoluciones.

Estoy curado de espanto. Ahora, compadre, que «esto» de ahora es lo más serio que había visto: er sin fin der mundo... Su silueta magra, estilizada, tienia un aire inconfundible, de auténtico señorío, garboso y simpático. . Rafael sentenciaba; -—Cada uno, aunque no entienda de política, tiene su sitio. Un artista popular es del pueblo que lo hizo. ¿A quién se lo debe uno todo? Al pueblo. Su aplauso, su cariño nos dieron fama y dinero. ¡Ea!, pues con el pueblo hay que estar a las duras y a las maduras... Yo he pasado muchos tragos amargos. Me he visto a veces «entregado», hundido. En una sola tarde de suerte, el aplauso del pueblo me ha resucitado. ¿Es que uno puede olvidar esto? . Y el Gallo vuelve a su silencio hierático. Empiezan a estallar, no lejos, truenos de metralla asesina. Rafael fuma impasible. En su rostro broncíneo, el gesto hermético, inalterable— estoicismo y melancolía—, de las «tardes malas». Rafael "El Gallo" tuvo un bar...
Fuente.- Antonio Román Romero.  http://gestauro.blogspot.mx/2013/05/blog-post_1.html 

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