domingo, 13 de marzo de 2011

Tentadero en la Ganaderia "El Cotillo"


Vivir en torero ¡cuántas veces se habrá escuchado esta frase entre los aficionados! y que pocos serán los que verdaderamente sepan su significado ¡Cuántos matices contiene esta palabra! y que suerte poder estar junto a un torero y compartir momentos imposibles de descifrar con alguien que no sea torero, que no se sienta torero; por algo el dicho y ahora lo comprendo más que nunca; que ser torero es algo único y diferente.
A pocos días de la estación primaveral, cuando el comienzo de las ferias taurinas empieza a llenarse de luz y colorido, aplausos, brillo en alamares y trajes chispeantes; en el campo bravo siguen las tareas inherentes al mismo como son los tentaderos, prueba indispensable para la medición de bravura de las reses. En este inicio de primavera lluvioso y tan beneficioso para el campo y las reses que en él pastan, ya empezamos a ver el cambio de colores que el campo nos ofrece, que aún siendo días de poca luz no deja de ser una delicia para los sentidos. Los días van alargándose y con este cambio, los árboles nos van indicando que la savia nueva empieza a brotar vida en ellos, cambiando su atuendo habitual una vez superado el duro invierno. El ganado bravo barrunta también la estación venidera e igualmente prepara su “traje de gala”; esa piel fina que lucirá tersa y brillante tan caracteriza en las reses de lidia una vez desprendido el deslucido por su tosquedad y conocido en el argot taurino como “pelaje de invierno”; resultando paradigmático observar como la naturaleza llevada de la mano de Dios, aparte de forjar las cosas perfectas hace que tengan sentido.
En esta ocasión hemos pasado una jornada de tienta en la Finca “El Cotillo”, representada por Juan Collado Ruíz que junto a su hijo, propietario y magnífico picador Agustín Collado Cecilia mantienen la ganadería que creó su abuelo Agustín Collado Zamora, persona muy querida y conocida en todo el mundillo taurino. Fallecido como ya se publicara en este mismo medio el pasado 22 de septiembre -coincidencias taurinas- el mismo día del nacimiento de otro “grande”, el matador de toros Antonio Millán Díaz.
La ganadería de “El Cotillo” ingresa en la Asociación en 1986. Entre 1986 y el año 2000 adquiere vacas y sementales a don Javier Camuñas, de origen puro “Jandilla”. En 2001 solicita el ingreso por la prueba y tras lidiar los festejos reglamentarios con resultado satisfactorio es admitido en la UCTL en el año 2004. Conocido por todos es la histórica corrida de la Feria de Sabiote del pasado año donde Curro Díaz y José Carlos Venegas indultaron un toro cada uno esa tarde, “Fundador” y “Sortijo”, el más completo dentro del magnífico encierro presentado, pocos días después en Sierra de Segura este mismo diestro jienense vuelve a indultar otro del mismo hierro.
En el tentadero intervinieron por antigüedad los matadores de toros “Carnicerito de Ubeda, Torres Jerez y Juan Luís Pizarro, estando presentes en el mismo los novilleros Juan Reyes y Cayetano García, hijo del matador de toros valenciano de la década de los 70 Julián García al que los buenos y veteranos aficionados recordarán por su peculiar toreo.
Las becerras tentadas -ignoro los apuntes del señor ganadero- en mi opinión “sirvieron” y los toreros y novilleros pudieron lucirse y como suele decirse “hincharse” a torear. Becerras fuertes, de seria mirada, presencia y cara; bravas y con codicia; y mucho poder. Muy exigente la primera, en la que Juan Antonio Millán dio un recital de toreo del “güeno” volviendo a demostrar a todos los presentes que está en esto del toro por algo, su toreo vertical, mandón, dando las distancias justas en cada momento y toreando por debajo de la pala del pitón de la becerra, corriendo la mano hasta el final, rematando detrás de la cadera para quedar colocado e iniciar una nueva tanda como si estuviera frente a un toro en cualquier tarde de corrida, hizo o al menos así lo percibí, que solo se escuchara tanto del Palco ganadero como de la montura donde se encontraba Agustín Collado ese ¡bien! profundo y sentido de los ganaderos cuando sale del alma, cuando se está disfrutando tanto del torero como del animal que se ha criado. De mucha clase la segunda en la que el torero almeriense Torres Jerez del mismo modo se sintió en varios pasajes de la faena demostrando su buen momento. La tercera becerra, la que más problemas presentó, Juan Luís Pizarro estuvo muy firme ante un animal que exigía estar bien colocado en todo momento sin perderle la cara, sin dudarle y hacerle todo muy despacio y por abajo, tónica esta común a todas las becerras. Sensacional Juan Luís que además tuvo que “pechar” con el añadido del aumento de peso en la muleta y un firme que a esas alturas se encontraba ya en peores condiciones, no debido a la lluvia, sino a las lágrimas que el cielo derramó al ver una tarde de tanto arte sobre la plaza de tientas de “El Cotillo”, que aunque intermitentes, arreciaron en su turno. Como aficionado, a pesar de la nota de cada becerra, sea porque los tres toreros estuvieron “sobrados”, en mi opinión las reses dieron un juego apetecible para los toreros. Los dos novilleros pudieron disfrutar también su oportunidad ante unas becerras que seguían embistiendo sin abrir la boca en ningún momento, incluso alguna de ellas fue remisa a tomar la puerta de salida al campo ¡vimos bravura, sí señor!
Agustín Collado en la prueba de las becerras ante el caballo estuvo superior. Como aficionado a los toros disfruto de una buena suerte de varas y Agustín como todos sabemos es un picador, que sin tirar el palo, lo monta a toro arrancado, para parar la res y colocar la puya en todo lo alto; no en vano es un picador que aunque muy joven es un profesional donde los haya; cinco tardes en Madrid en el año 99 y actuar a las órdenes de Rafaelillo, Javier Vázquez, Óscar Higares, Curro Vázquez, José Mª Manzanares (padre) y con José María Manzanares (hijo) 7 temporadas avalan y dan fe de su preparación y profesionalidad, solo hubo que verlo el año pasado en Sevilla, ¡sin palabras señores, sin palabras! no se hizo “eco” por parte de los medios especializados; en cambio sí por los buenos aficionados, también y como no podía ser de otra manera, por parte de todos los picadores presentes en el festejo ¡que feliz vimos a Agustín esa tarde! verdad Agustín.
Las sensaciones vividas esta jornada harían el relato interminable, solamente añadir que para finalizar la jornada de tienta y en un ambiente netamente taurino dentro de un acogedor salón bajo una techumbre con vigas de madera de finales del siglo XVIII que sirvió en otros tiempos de iglesia para la empresa que por aquellos entonces explotaba la minería del carbón, Juan Collado como buen anfitrión, atendió a sus invitados con la misma clase, torería y buen hacer que dirigió la tienta desde ese señorial Palco que del mismo modo tiene decorado y cuidado hasta en los más mínimos detalles.
Agradecer a los señores ganaderos, Juan y Agustín Collado, tanto su amabilidad como la oportunidad de hacernos sentir unos momentos inolvidables, un lujo al alcance de pocos que gracias a ellos, ya nadie nos puede quitar.