Ya dejé de endulzar
lo desagradable. Aposté por un proyecto de torero de Arte con mayúsculas, con
pellizco, capaz de emocionar a golpe de personalidad, naturalidad, opuesto a la
trivialidad de modas actuales.
Desafié técnicas, métodos y opté por una gota de miel en vez
de un tonel de vinagre.
Guardaba siempre en la retina, un par de gramos de delirio en
rama, por si atacaban con su razón los cuerdos y paseé mi amor por nobles
plazas...
Más su deslealtad, desafió la mía, y poco a
poco demandé solícita, AUTENTICIDAD y ENTREGA al más indescifrable de los
ritos, al más sagrado de los oponentes.
Garbeó con simulacros de toro, corridas que
nunca deberían salir al ruedo y negó la esencia, sucumbiendo al negocio.
Y así, a golpe de desengaño, abracé la máxima
"Nulla estética sine ética" (No hay estética sin ética) y no me bastó
una sola verónica por muy eterna que pareciera, ni creo posible el Toreo eterno
frente a un toro inocuo e inocente.
Si el toreo se debe proyectar hacia el
aficionado, apelo al silencio, rogando a Morante, se deje de dengues
metafísicos, misterios y circunloquios, para discursear en los ruedos.
Sr@s, ya ven, amé a un torero, y es que, a
veces, el corazón tiene razones que la razón no entiende.
Fuente.- Gloria Cantero. Colaboradora de la Región de Murcia para De Catafalco y Oro.
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