Por Salvador Santoro
(In memoriam, a Manuel Rodríguez Sánchez “Manolete”, Fénix de la
torería, al cumplirse el centenario de su nacimiento en Córdoba y el LXX aniversario de su muerte en Linares)
El pasado viermes, 9 de junio de 2017, el coso de Santa
Margarita de Linares se convertía en sesquicentenario. Por tanto, se han
cumplido ya ciento cincuenta años de su inauguración, que tuvo lugar el 9 de
junio de 1867. Aquella tarde, con tres toros de don Antonio Miura y otros
tantos del Marqués de Saltillo, alternaron mano a mano - con gran éxito y
lucimiento - los matadores sevillanos: Antonio Carmona y Luque “El Gordito” y su hermano Manuel, de
apodo “El Panadero”. A la jornada
siguiente se repetiría el cartel.
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Con una
situación de privilegio, en el centro mismo de Linares - junto a los jardines
de Santa Margarita, de los que toma nombre - se alza majestuosa y bella, la Plaza de Toros, orgullo de
los linarenses.
Bosquejo
histórico
Existen
antecedentes históricos de festejos taurinos celebrados en nuestro pueblo,
durante los siglos XVI y XVII, en palenques habilitados en un promontorio (en
el que estaban las ermitas de Santiago y
San Andrés y que hoy ocupa la
Casa de la
Munición y de la
Moneda) que llamaban “Plaza del Montecillo”, donde según
escrito fechado el 24 de junio de 1566 y con motivo de la festividad de San Juan Bautista: “hubo danzas, gente de a caballo, juego de cañas, lidia de seis toros
y otros regocijos”. Los corrales estaban próximos, en el Callejón del
Taluso, aunque existen documentos donde se dice que había toros en las ruinas
de Cástulo - antiguo poblado ibero y ciudad romana - distantes seis kilómetros.
También se daban en una explanada conocida por “El Llano” (actual Plaza del
Ayuntamiento), junto al matadero que había al principio de la calle de Jaén.
Precisamente allí, con ocasión del otorgamiento por Felipe II del título de
Villa, en 1565, tuvo lugar la primera “fiesta de toros” de que se tiene
noticia. Al menos, hasta 1855 se siguieron dando las corridas en este último
lugar y después en “Las Fábricas del Rey”, a la izquierda de la salida hacia
Baños de la Encina.
Lejanos ayeres.- Linares, 28
de agosto de 1888. Excepcional instantánea tomada, durante el tercio de varas,
con la plaza llena hasta el “tejaíllo”, dos años después de la reforma en la
que se achicó el ruedo. (Fotografía cedida por Francisco Gutiérrez Guzmán)
Construcción
en 1866
Propiciado
por el desarrollo imparable de Linares y siendo el promotor - y a su cargo, el
montante rondaba las 300.000 pesetas de aquel tiempo - don Luis María Granados
y Marín del Rosal, acaudalado vecino de la entonces villa; se inicia en febrero
de 1866 la construcción de un coso taurino permanente, en el paraje llamado “El
Royo” y terrenos de un cortijo de su propiedad, dedicados a eras para trilla de
cereal, vestigios que se aprecian todavía en el primer corral. Este ambicioso
proyecto - se pretendía que el ruedo, de sesenta y dos metros de diámetro,
fuese el mayor del mundo - fue redactado por un arquitecto cuya filiación se
desconoce. La nota registral - manuscrita - de la finca nº 3643, principia del
siguiente tenor literal: “Un circo ó
plaza de toros que ocupa una estensión (sic) superficial de ocho mil cién (sic)
metros cuadrados aproximadamente…”.
Para
rentabilizar el inmueble, se construyeron viviendas (insalubres por mal
ventiladas) debajo de los tendidos, configurando los alrededores de la
plaza una calle circular. Las obras, que
finalizaron a principios de 1867, se hicieron a base de mampostería y grandes
vigas de madera, además de otros materiales como el hierro para las
barandillas, soportes de los palcos y divisorias de tendido. La inauguración
oficial se produjo en junio de ese mismo año, como se describe con detalle más
adelante.
En el siglo pasado.- Vista
panorámica de la Plaza
de Toros y aledaños. Linares, 1959. (Fotografía gentileza de Francisco Gutiérrez Guzmán)
Reformas y
aforo
Originariamente, la cabida de la plaza era de 6.968 localidades, pero en
1886 y por imposición del diestro cordobés Rafael Guerra Bejarano “Guerrita” -
primera figura de la época - se redujo el anillo quedando fijado su diámetro en
56 metros
(en realidad medido por el que suscribe, es de 57 m, tres menos que el de Las
Ventas de Madrid). Con ello se pudo añadir a los tendidos, dos gradas y un
pasillo; siendo su nuevo aforo de 8.368 localidades. La reforma la realizó don
Bartolomé Sotés, maestro de obras, bajo la dirección del arquitecto don Francisco Casado y
Gómez, según plano fechado el 8 de mayo de ese mismo año.
Es en 1949
cuando se lleva a cabo una importante remodelación - ejecutada por el conocido
contratista de obras apodado “El Monago” - que le da, prácticamente, el aspecto
actual. La reforma afectó, principalmente, a la fachada (con recercados en sus
huecos adintelados, circulares y apuntados) y a las cinco puertas de acceso
(sustituyendo las de madera por metálicas) y, asimismo, se realza la “Puerta Grande” -
de medio punto - con pináculos y ménsulas. En el interior, se hace nueva la
arcada de la grada cubierta, configurada con arcos “escarzanos” blanqueados y
columnas de fundición. También, los palcos (en número de diez) y el de la
presidencia con un friso cerámico con el escudo de Linares y, diametralmente
opuesto, se sitúa el casetón del reloj (marca Belotto). Se trata, en conjunto, de un recinto casi descubierto en
su superficie y exento en la mayoría del
perímetro, con una arquitectura de estilo andaluz, de sobrio diseño,
sólida construcción y buen estado de conservación. Tras la reforma efectuada en
2008, la capacidad pasa de 9.392 entradas numeradas a 8.500 y, por adaptación a
la normativa vigente, a las 6.360 actualmente autorizadas.
Descripción
general
Con
orientación noroeste en su eje principal, el graderío - hecho de cantería con
sillares de piedra arenisca - está dividido en ocho tendidos (la mitad de
sombra) formados por: barrera, contrabarrera, delantera y doce filas. En un
tercer nivel está la grada cubierta, que consta de: delantera, más cinco filas
con asiento de cemento, que sustituyen a los viejos de tablazón.
El edificio
cuenta con las dependencias necesarias para que se pueda dar cualquier tipo de
espectáculo taurino. Como resultaría prolijo hacer una descripción detallada de
cada una de ellas, nos limitaremos a nombrarlas y, si acaso, destacar algún
detalle relevante. De entre todas sobresale, por solera y encanto, el “patio de
caballos” (ágora de aficionados y curiosos) que está presidido por una vieja
higuera, testiga muda a su sombra de sabrosas tertulias y, también llama la
atención, la frondosidad de las plantas y el cromatismo floral que poblan este
espacio abierto, con pavimento de adoquín. La enredadera llega a cubrir la
arquería de las caballerizas. Pasa desapercibido - en el parteluz - un
escantillón metálico graduado, para medir la alzada de los caballos de picar. El
22 de agosto de 2015 - precisamente en este mismo sitio - y a iniciativa de la Peña Taurina “Tercio de Varas”
de la que fuera destacado y activo socio; se descubrió un precioso azulejo
cerámico dedicado al preclaro aficionado Manolo Troya, fallecido
prematuramente a principios de ese año.
Desde este
patio, se accede a otras dependencias de la plaza como: oficina, taquilla, conserjería, aseos, cocheras, carpintería, ambigú,
cuadras, capilla (bajo la advocación de Ntra. Sra. del Rosario), despacho de la Delegación Gubernativa
(antes guadarnés), báscula (para pesar los petos y las reses “al arrastre”) y
desolladero.
En la bocana
del túnel de cuadrillas, figuran - en sus paramentos verticales - seis mosaicos
cerámicos, dedicados a los matadores de toros linarenses: Víctor Quesada, Paco
Moreno (cuya peña taurina
tiene su sede en la misma plaza), José Fuentes, Palomo Linares, Curro Vázquez
y, desde 2012, a
Paco Bautista.
Puerta Grande de la Plaza de Toros de Linares.
En el friso, figura el año de construcción: 1866. (Foto: Tachi Troyano)
Otras
dependencias
De nueva
cuenta y prosiguiendo con la descripción, en el referido túnel está, al nivel
conveniente, el embarcadero y - traspasado el portón de cuadrillas - el ruedo,
cubierto de arena silícea (genuina de la zona, en lugar de albero) y limitado
por la barrera (de 1,60 m
de altura, tras rebajarse en 20
cm la cota del ruedo), formada con tablas de madera
empotradas en pilastras de piedra formando paños de 1,75 m de separación,
interrumpida por cuatro puertas de doble hoja y dos de “los sustos”. Partiendo
del denominado “de matadores” o “de capotes” que se sitúa en el tendido 3, y
dispuestos en cruz, se hayan otros tres burladeros, cuyo diseño ha variado a lo
largo del tiempo.
Por una
tronera, abierta junto a la báscula, se pasa a la “meseta de toriles” y por
distintas puertas, al molino y a los corrales. Éstos, constituyen un estudiado
laberinto de pasarelas, corraletas, puertas, “manga” y diez chiqueros, para
facilitar las labores de manutención, reconocimiento, pesaje en vivo, apartado
y enchiqueramiento del ganado. Dividiendo la meseta de toriles (donde se
realiza el sorteo) y el palco de ganaderos (en el exterior), hay una artística
verja de hierro, datada en 1874.
Como última
estancia - importantísima - citaremos la enfermería, a la que se llega desde el
callejón (corona circular de 1,70
m de ancho), en cuya proximidad figura una placa,
dedicada por sus compañeros del equipo médico, al eminente cirujano don Fernando Garrido
Arboledas; que asistió a Manolete tras la cornada inferida - al consumar la
suerte suprema - por el quinto toro, “Islero”,
de don Eduardo Miura, en la fatídica corrida del 28 de agosto de 1947, con
Gitanillo de Triana y Luis Miguel Dominguín cerrando el cartel. La enfermería,
cuenta con un quirófano (magníficamente dotado) y salas de reconocimiento,
reanimación, hospitalización y reposo.
Esculturas y
placas conmemorativas
Junto a la
puerta de “arrastre”, hay una placa - en cerámica de La Cartuja sobre mármol
blanco de Carrara - a la memoria de Manuel Rodríguez Sánchez “Manolete”, que contiene un medallón central con la
efigie del Califa cordobés, obra del escultor Amadeo Ruiz Olmos, quien también
cincelara su mausoleo y el trofeo, en plata y oro, que lleva su nombre. Del
mismo autor, en los aledaños de la edificación - la “Plaza de los Toreros” -,
había una excelsa escultura en bronce de Manolete (vestido de corto) erigida en
1972, conmemoración del XXV aniversario de su muerte y que, por oculta, merecía
mejor emplazamiento. Con buen criterio y restaurada, en la feria de 2008, se
coloca definitivamente en los jardines de Santa Margarita, con el coso al
fondo. El 12 de febrero de 2010, se develó por el alcalde de Linares, Juan
Fernández, el “Monumento al Toro” -
imponente tótem en bronce, a tamaño natural - en los alrededores del recinto
taurino.
Propietarios
y empresas
En cuanto a
la propiedad, la Plaza
de Toros de Linares, siempre de titularidad privada, ha pasado tras su impulsor
el señor Granados, por los siguientes dueños: don Anastasio Carrasco, por poco
tiempo, pues por impago revertió al precitado propietario que, a su vez, la
vende en 1879 a
D. José Genaro Villanova, pasando luego a su nuera, que la enajena, en 1903, a favor de don
Sebastián Izquierdo, a la sazón ganadero de reses bravas. Después, en 1947, su
hijo D. Enrique Izquierdo formaliza la venta a don Bernardino Giménez Indarte,
siendo sus herederos - titulares de varios hierros de bravo - los actuales
propietarios. Desde ese año, por espacio de cuarenta, es empresario la casa Balañá, de
Barcelona; hasta el 2007 en que cede la explotación a Funciones Taurinas - empresa vinculada a la anterior - y dirigida
por el salmantino Antonio García Jiménez (conocido en este mundillo por Toño
“Matilla”). En 2013 y por dos años, se hace cargo de la organización, RB Producciones Taurinas, con el empresario
cordobés, Juan Bajo Alba,
al frente. Luego, en 2015, se hacen empresa los hermanos Collado Ruiz y, al
siguiente año, el actual Juan Reverte, murciano, en comandita con Matilla.
Administrativamente, la Plaza
de Toros linarense, está clasificada como de segunda categoría.
Inauguración en 1867
Sirviéndonos de los datos que aporta un documentado artículo publicado,
hacia 1916, en el número gráfico de La
Unión y firmado con el seudónimo de “Caireles”
(Alfredo Llopis), relatamos la inauguración de la - en 2017 - sesquicentenaria
Plaza de Toros de Linares. Para el evento, se programaron dos corridas de toros
que tuvieron lugar los días 9 y 10 de junio de 1867, festividad de nuestra
Patrona La Virgen
de Linarejos. Se repitió el cartel en los dos festejos. Con tres toros de don
Antonio Miura y otros tantos del Marqués de Saltillo, torearon, mano a mano,
Antonio Carmona y Luque “El Gordito” (alias expresivo de su pergeño
físico) y su hermano Manuel, apodado “El Panadero”, nacidos en el
sevillano barrio de San Bernardo, en un edificio destinado a panadería de la calle Ocho Hornos.
El primero, causó sensación al clavar dos pares de banderillas al cambio (solía
ponerlos “al quiebro”) sentado en una silla, suerte de su invención y que le
reportó justa fama. La segunda tarde, hubo modificación en el ganado anunciado,
al tenerse que lidiar un toro de don
Marcos Higueras, en sustitución del miureño, de nombre “Cochinito”, que se había escapado al ser encerrado, rompiendo una
puerta de los corrales y saliendo al campo. El morlaco, sembró el pánico en los
alrededores al estar huido “varios días”,
campando por sus respetos (según las crónicas tenía desarrollados pitones).
Finalmente, lo mató un tren en la
Estación de Vadollano, al
embestir a la locomotora.
En las
distintas épocas, por la plaza de Linares ha desfilado “toda la baraja taurina”, al decir del aludido revistero. Por
nuestra parte añadir, que en ella han hecho el paseíllo las primerísimas figuras
de la torería de todos los tiempos y, por supuesto, los muchos y buenos toreros
que ha dado este pueblo; propiciando tardes inolvidables y otras menos
exitosas.
Corridas memorables
Innumerables corridas célebres, de perenne recordación, celebradas en el
coso de Santa Margarita a lo largo de su dilatada existencia. Verbigracia, la
acontecida el día 29 de agosto del año 1883. Al día siguiente, en la portada
del número 628 de El Eco Minero (periódico bisemanal con redacción en Mendizábal,
13, de Linares); figura una detallada crónica de este festejo con la rúbrica de
“El Viejo”. Para la ocasión, se
eligieron tres toros de la ganadería del Excmo. Sr. D. Andrés Fontecilla, de
Baeza y otros tantos, con divisa azul y caña, de D. Tomás Ruiz Tauste, de Navas
de San Juan. En reñido mano a mano, hicieron el paseíllo Rafael Molina “Lagartijo”,
I Califa cordobés del Toreo, y su hermano Manuel, también matador de
alternativa. Lagartijo, que lucía un terno encarnado y oro, estuvo magistral
con los toros “Manchego” y, sobre
todo, ante el bravo tercero, “Bailador”
de nombre, con cinco años y medio al que preparó con seis pases muy ceñidos,
dándole una magnífica estocada que le valió merecidos aplausos. El otro espada,
Manuel Molina,
que vestía de azul y plata, con los tres toros de su lote: “Repullo”, “Gitano” y “Pajarito”, el que más ruido dio, se
mostró precavido no luciendo en demasía
Auténtico
fasto, pero accidentada, fue la corrida especial en honor del ilustre marino e
inventor don Isaac Peral (que proyectó el alumbrado público de Linares),
verificada el 23 de julio de 1890, en la que actuaron Fernando Gómez “El
Gallo” y Antonio Arana “Jarana” con ganado (de seis años) de D.
Lorenzo Abizanda. En telegrama dirigido a la empresa, se indicaba que los
diestros Rafael Molina
“Lagartijo” y Manuel García “Espartero”, llegando con tiempo,
matarían un toro cada uno.
Memoria en sepia.- Añoso documento gráfico - de innegable valor
histórico - en el que se aprecia a Rafael Molina “Lagartijo”, intentando cuadrar al
toro “Bailador” para ejecutar la suerte suprema. Celebérrima tarde de toros en la Feria de Linares, un 29 de
agosto de 1883. (Fotografía, de autor desconocido. Fototeca particular de Francisco Gutiérrez Guzmán)
La temporada de 1892 resultó, taurinamente hablando, problemática en Linares. Dos de los festejos celebrados terminaron como el “Rosario de la Aurora”. Concretamente las corridas que tuvieron lugar el 16 de junio, día del Corpus, y el 29 de agosto, segundo de la Feria de San Agustín. En la primera - bajo la presidencia del entonces alcalde de Linares, don Antonio Abellán - torearon, mano a mano, Francisco Bonar “Bonarillo” y Antonio Reverte con ganado de D. Tomás Marín y Marín, e iban “deslizándose todas las suertes sin novedad” - según leemos en la reseña - hasta el tercio de varas del sexto, momento en que le dio “al publiquito por pedir ¡caballos! ¡caballos! y ¡la que se armó!”. La algarada llegó a tal extremo, que los espectadores intentaron pegar fuego a la plaza y a las casas de Villanova, impidiéndolo la Guardia Civil con dos toques de atención.
En la otra “corridita de las que no se olvidan
fácilmente” (la del 29 de agosto de 1892), se lidiaron reses de don Antonio
Miura para los diestros Rafael
Molina “Lagartijo” y el sevillano Manuel García ”Espartero”.
Como éste pretendía que el encierro fuera de la viuda de Concha y Sierra (doña
Celsa Fontfrede, casada con él en segundas nupcias), se formó otro “belén” de
parecidas proporciones. Los toreros, encerrados en la fonda, se negaban a
actuar argumentando que los picadores no disponían de caballos adecuados para la lidia. Viendo el presidente,
que en las cuadras había más de cincuenta “algunos
de coches particulares” aptos para salir a picar y sospechando el verdadero
motivo, se personó en la hostería haciéndose acompañar del Juez de Instrucción,
don Ángel Terradillo, y dos parejas de la Benemérita; obligando a los matadores y a sus
cuadrillas a ir a la plaza.
El público, percatado de lo que se cocía, los recibió con “una ovación de pitos y otras cosas”, cito textual. La corrida
empezó con una hora de retraso y al hacerse de noche, no pudo lidiarse el
último toro llamado “Bragaíto”,
siendo abatido en los corrales de un disparo de fúsil. Tan fea se puso la cosa,
que el “Espartero” tuvo que huir de la plaza por los corrales que daban al
campo “marchando á pie y vestido de
torero á la Estación
de Baeza de donde partió en el primer tren que tuvo á mano. En un tren
carbonero”, termina escribiendo el cronista.
En estereoscopía.- Desplante
con el capote de Juan Belmonte, en el coso de Santa Margarita, hacia 1915. En
la puerta de toriles, puede observarse los mástiles para montar la pantalla del
cinematógrafo. Ampliación de cristal estereoscópico. (Fotógrafo: Antonio
Linares. Colección particular de Isidoro Lara Martín-Portugués)
Bastante
más recientes, la que se dio el 30 de agosto de 1965 con toros de don Juan
Pedro Domecq y que tuvo un triunfal balance: Antonio Ordóñez (4 orejas y rabo),
Diego Puerta (4 orejas y 2 rabos) y Paco Camino, que cortó los máximos trofeos
a uno de su lote. Memorable, la corrida del 29 de agosto de 1971, en la que el
ganadero Juan Pedro Domecq y los matadores Luis Miguel Dominguín, José Fuentes
y Sebastián “Palomo Linares”, salieron a hombros entre el delirio del público,
haciéndose acreedores - ex aequo los
cuatro - al Trofeo Manolete de ese año.
Coda
Como queda,
meridianamente, demostrado, la tradición e importancia taurina de nuestra
ciudad viene de antaño; pero tuvo que ser aquella aciaga tarde de agosto de
1947, en la que sufriera la mortal cogida el “Monstruo” de Córdoba, la que hizo que el nombre de Linares - triste
y perpetuamente unido al de Manolete - quedase escrito, con letras de oro, en
los anales de la Tauromaquia.
Ahora,
cuando entremos a la Plaza
de Toros de Linares y miremos en derredor, impresionará pensar que ciento cincuenta
años de historia del Toreo, nos contemplan. Como apostilla y final, proclamar a
los cuatro vientos: “Linares, pueblo andaluz y minero... y torero, también”.
En la actualidad.- Fachada de
la Plaza de
Toros de Linares, inaugurada hace 150 años. En primer término la excelsa
escultura en bronce de Manuel Rodríguez “Manolete”, en los jardines de Santa Margarita,
de los que toma nombre el coso. (Foto: Tachi Troyano)
Salvador Santoro. Columnista Taurino y Colaborador en la provincia de Jañen para De Catafalco y Oro.
· Nota bene.- Publicado en Diario
JAÉN, el 9 de junio de 2017, festividad de San Efrén Siro.
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