Por Salvador Santoro
Los diestros que la inventaron o la practican con
asiduidad, dan nombre a muchas suertes del toreo. En lo que sigue, trataremos
de hacer una breve - aunque incompleta - selección de sus denominaciones, creador
o intérprete más destacado.
Para
comenzar, referir algunas suertes que se hacen con el capote, tan difícil de manejar con arte como reducido su
repertorio en estos tiempos. “La
chicuelina”, muy conocida, surgió como improvisado recorte de Manuel
Jiménez “Chicuelo”, en las Fallas de Valencia de 1920. Luego - con
temple y las manos muy bajas - la ha interpretado Antonio Bienvenida, lo que se
dio en llamar el “quite de la escoba”; Paco Camino, el desaparecido José María
Manzanares y José Antonio “Morante de la
Puebla”, entre otros.
Los toreros
mexicanos - versátiles y creativos con el percal -, han puesto su onomástica o
apodo a infinidad de ellas. Sirvan como ejemplo “La caleserina”, artístico remate para cualquier quite con
el capote a la espalda, creación de Alfonso Ramírez “Calesero” y “La brionesa”, similar al pase
de pecho, pero con la capa, invención de los hermanos Luis y Félix Briones. Por
su parte, el elegante coleta salmantino, Paco Pallarés (al que apoderaba junto
a José Fuentes, el intuitivo Rafael Sánchez “El Pipo”), daba la “brionesa contraria”, sin
habérsela visto hacer a su autor, Luis, con quien alternó en su debut en el
coso de Monterrey.
Más
recientemente, con “lopecina”
y dándole su primer apellido, ha rebautizado Julián López “El Juli” el
vistoso quite de origen azteca - que
aprendió durante su estancia de novillero en ese torerísimo país - llamado “zapopina”, en honor a su
descubridor el matador, Miguel Ángel Martínez “El Zapopán”. También,
suele prodigarla en sus actuaciones, David Fandila “El Fandi”.
Finalmente,
hablaremos de “La rogerina”,
que se ejecuta para llevar al toro al caballo con el capote a la espalda -
girándolo del reverso al anverso - y andando por delante en sentido contrario
al viaje del burel. Es suerte de gran plasticidad, al hacerse con astado y
torero en movimiento y tiene otras dos acepciones; en México nació como “tapatías al paso” por Pepe
Ortiz (el “orfebre tapatío”, le
llamaban) y en Colombia se le designó “cacerina”
en atención a Pepe Cáceres. No obstante, en España, es “rogerina”
por Victoriano Roger “Valencia”. La realizaba también, con sumo gusto,
el malogrado Julio Robles.
Siguiendo el mismo criterio,
en este apartado, se mencionan otras realizadas en el tercio final de la lidia,
la faena de muleta, cuya
denominación deriva del nombre o alias de su creador
A
continuación, nombraremos dos muletazos de recibo muy populares. En primer
lugar, “El litrazo”, cuya
autoría se debe a Miguel Báez Espuny “Litri”, tenido por ilustre onubense
- por ascendencia y vecindad - aunque naciera en la localidad de Gandía, en
1930. El conocido por “litrazo”, surgió de pura casualidad en una ventosa tarde en la desaparecida plaza
de Cádiz (de las poquísimas capitales, que hoy, no cuentan con coso), en la que
el “aire” (palabra usada icorrectamente, pero más torera) le echó la muleta
detrás cuando se arrancaba el toro de largo. En puridad, se cita al animal con
la “franela”
en la mano derecha, escondida por la espalda, aguantando la embestida. Cuando
el morito, entra en jurisdicción (a unos tres metros), se le saca el engaño y
se pega el muletazo. El secreto está en el valor, calcular la velocidad del
bicho y esperarle impávido. Además, El Litri, solía hacerlo mirando al tendido.
El gran
torero de Albacete, Pedro Martínez “Pedrés” (que rivalizó con su paisano
Juan Montero), bautizaría la arriesgada suerte de “La pedresina”. Su ejecución, tiene esta secuencia: el
diestro se coloca pegado a la barrera, mirando a las tablas; se llama al astado
con la muleta plegada, como para dar un pase natural, y - en lugar de desplegarla por delante,
cuando el toro llega al embroque - se gira el cuerpo y el brazo para, con los
pies inmóviles, darse la vuelta y abrir la “pañosa” por la espalda. De esta
forma, se logra que el morlaco cambie su trayectoria y no pase junto a los
tableros sino por fuera.
Una
variante de la descrita, es la “pedresina
de rodillas”, efectista aportación del matador valenciano, de los años
cincuenta, Francisco Barrios Estelrich “El Turia”, que fuera director de
la Escuela Taurina
de Valencia; quien juiciosamente declaraba: “Los alardes sirven en un
momento determinado, sin duda para predisponer al público, pero esto no vale de
nada si el toreo fundamental no se realiza como mandan las reglas”. A esta
atinada aseveración, mi particular níhil
óbstat.
Salvador Santoro
(Columnista
taurino)
· Nota bene.- Publicado el día 5 de mayo de 2015, en la página
Web: http://jaentaurino.com/2015/05/suertes-y-toreros/ que edita y dirige José Luis Marín Weil.
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