Desconciertan
al aficionado de hoy, y mucho, las buenas relaciones que tienen entre sí los
toreros de ahora, muy efusivos y campechanos entre ellos. Saludos,
felicitaciones, abrazos e incluso besos, están a la orden del día.
Algo muy
distinto al trato que tenían entre sí los toreros de antes. Y es que incluso
cuando mantenían amistad entre ellos se cuidaban muy mucho de demostrarlo ante
sus partidarios en el convencimiento de que nadie lo entendería.
Joselito y
Belmonte, Lagartijo y Frascuelo, por ejemplo, contendieron en los ruedos pero
mantenían una entrañable amistad fuera de ellos. Pero no siempre la
relación entre los toreros punteros fue tan idílica. Al contrario, lo
habitual era no dejarse ganar la pelea por nadie dentro de la plaza y a veces
tampoco fuera.
En este
sentido, el caso más paradigmático fue, posiblemente, la rivalidad de Joselito
el Gallo con Ricardo Torres Bombita o mejor dicho, "contra"
Ricardo Torres Bombita. Joselito quería estar encima de todos, así fuera
familiar suyo, pero su inquina hacia Ricardo Bombita alcanzó
tintes muy fuertes.
El menor de
los Gallos había conocido de chico las supuestas afrentas hacia su
hermano Rafael de Ricardo Torres, a quien hacía responsable de los malos
derroteros de la carrera del Divino Calvo, y se juró que le vengaría.
Por eso,
cuando tomó la alternativa dedicó su primera temporada como matador a echar del
toreo a Bombita. No obstante, como Joselito podía ser muy duro pero fue siempre
muy justo, marchó primero en busca de Machaquito, la pareja torera de Ricardo,
y le espetó a bocajarro:
-¿Cuándo se
retira usted? Porqué como sé que es tan amigo de Rafael mi hermano, no quiero
hacerle daño a usted. Vengo al toreo para ser el amo y quiero que sepa que no
vengo a por usted, sino a por Bombita. Le quiero anular por todo el daño que ha
hecho a mi hermano Rafael.
Machaquito
quedó sorprendido y molesto de que siendo él una figura del toreo viniera
un mozalbete de 18 años a decirle eso. Cuando pudo se fue en busca de Rafael a
contarle lo que le había dicho su hermano.
-Sí, Rafael.
Eso es lo que me ha dicho tu hermano.... O es un atrevido o es un genio.
La respuesta
del Gallo fue tajante:
-¡Es un
genio!
A final
de la temporada de ese año de 1913, se cumplía la profecía y Bombita se
retiraba de los ruedos ante el empuje de Joselito. Días después le seguía
Machaquito.
En la tarde
de la despedida de Bombita, todavía Joselito ( es anécdota muy conocida) no
acababa de darle tregua al de Tomares y, en el último toro, le ofreció
banderillas a Bombita, pese a que este le había pedido expresamente que no lo
hiciera:
-José. Yo ya
he acabado mi carrera. Así que no me ofrezcas banderillas en el último toro.
Haciendo
caso omiso, José puso en ese compromiso no deseado
a Bombita quien colocó un primer par corriente Luego Gallito colocó
uno sensacional.
La enemiga
de Joselito contra Bombita tenía lugar no sólo dentro de la plaza sino también
fuera de ella, por eso cuando torearon en la Feria de Sevilla del 13, los Gallo
y los Bomba, Joselito gritó al pisar el albero de la Maestranza:
-¡El mejor
torero es éste –dijo señalando a su hermano- y después, yo!
Después de
la corrida hizo que el cochero le llevara a la casa de Bombita en la calle
de los Reyes Católicos. Puesto de pie en el estribo, gritó (años antes de que
la frase la patentara Luis Miguel Dominguín):
-¡El número
uno soy yo!
La pelea de
Joselito contra Bombita le vino de perlas a Juan Belmonte quien –de
rebote- heredó a todos los partidarios de Ricardo aunque los estilos de
torear de ambos estaban en las antípodas.
De toda esta
historia nos queda la lógica imagen de un Joselito joven, vengativo y antipático
frente a un Ricardo Torres Bombita, caballeroso y simpático.
Demasiado
esquemático para ser cierto. NI Joselito era tan irritante como lo muestran
estas anécdotas tan difundidas ni Bombita tan elegante como lo pintan. De
hecho, Ricardo no perdía ocasión de zaherir al menor de los Gallos, antes y
después de su retirada, y devolverle la moneda. Lo que conseguía
ensalzando a Juan Belmonte más allá de lo razonable. En el fondo sus
elogios al trianero eran un reproche encubierto contra quien le había cortado
la coleta.
Las
rencillas de los toreros antiguos, reales o ficticias, son ya cosa del pasado
y, hoy día, hemos pasado de un extremo al otro. A principios de la
competencia de Joselito con Belmonte, los periódicos denunciaban el extraño
comportamiento de los aficionados que abrazaban y besuqueaban a sus toreros
preferidos. Hoy quienes se abrazan y besan son los propios toreros
El
comportamiento de Joselito con Bombita no es deseable, aunque el aficionado
agradezca cualquier conato de pique como la reciente rencilla entre Perera y
Fandiño, pero tampoco es deseable el extremo contrario, Los tiempos cambian y
las buenas formas se imponen (o deben imponerse). Sin embargo entre las peleas
de antes y los besos de ahora, hay mucho trecho.
La postura
intermedia, como por ejemplo la de José y Juan quienes, cuando viajaban,
se separaban al llegar a las estaciones para que sus partidarios no les viesen
juntos, como contaba, el propio Belmonte al periodista Chaves Nogales
puede ser la ideal pues mantener vivo el fuego y la ilusión de los aficionados
es la primera obligación de los diestros.
Como hace,
sin ir más lejos, José Tomás con su actitud en la plaza. Y fuera de ella.
Como dijo el maestro Andrés Vázquez recientemente, ¡¡cualquiera llegaba al patio de cuadrillas y le plantaba dos besos a Domingo Ortega, El Viti o Antonio Ordóñez!!
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