Sevilla queda huérfana del toreo más sevillano que pueda
haber contemplado. Ayer, a los 91 años de edad, fallecía en Sevilla el
matador de toros Pepe Luis Vázquez Garcés, quien ha encarnado, desde que
siendo un chavalín que con 10 años jugaba a ser torero en su barrio de
San Bernardo, los más imprescindibles valores del toreo, haciendo de
ellos filigrana pura pero también gracia y sentimiento. Con la muerte de
Pepe Luis –sobra el apellido- el Toreo, la Historia de la Tauromaquia,
pierde a uno de sus puntales básicos del siglo XX. Y Sevilla despide a
quien, como nadie, ha representado la esencia de la Escuela sevillana,
ésa que no tiene dirección conocida sino que anida en el sentimiento de
los aficionados.
Desde hacía años se encontraba deteriorada su salud.
Prácticamente no salía de casa y había ido perdiendo, paulatinamente, la
visión, consecuencia de aquella dramática cornada que sufrió en la cara
en la plaza de Santander y que le marcó. Recientemente una caída le
produjo un derrame cerebral así como una fractura en uno de los huesos
del cráneo. Esta circunstancia ha propiciado, desgraciadamente, su
empeoramiento que ha terminado con este fatal desenlace.
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