Estamos
en pleno otoño, las ferias taurinas llenas de luz y colorido, los aplausos, los
brillos en alamares y trajes chispeantes, así como esa pasarela de toreros
entre los aficionados que aguardan su salida del hotel o llegada a la plaza
para presenciar su entrada por las puertas de cuadrillas quedaron atrás.
Ahora
toca el campo. En esta época otoñal el
ambiente campero al igual que su entorno, cambia de color. Un ambiente
templado, cubierto de colores cálidos y tonos ocres nos confiere un
paisaje que aun careciendo de la luminosidad primaveral no
deja de ser una delicia para los sentidos. Llegado este tiempo, los días se
acortan siendo la luz más tenue, es cuando los árboles se desprenden de sus
hojas cambiando su atuendo habitual disponiéndose para el duro invierno.
Paradójicamente
el ganado bravo barrunta también la estación venidera e igualmente se prepara
vistiendo un “abrigo” que aunque deslucido por su tosquedad y conocido en el
argot taurino como “pelaje de invierno”, se desprenderá de él a la llegada de
la primavera para volver a lucir esa piel fina, tersa y brillante que
caracteriza a las reses de lidia. Resulta paradigmático observar como la
naturaleza llevada de la mano de Dios, aparte de forjar las cosas perfectas
hace que tengan sentido. Antes de que ese tiempo vuelva a dar savia nueva y esplendor
tanto al campo bravo con su olor a jara, menta y mejorana así como a las reses
que en sus tierras pastan, aprovechamos estas agradables temperaturas otoñales
para seguir disfrutando del toro bravo de una manera diferente, yo diría que la
más natural.
El pasado
jueves tuvimos el privilegio de asistir al primer herradero de este año en la
Finca “Cerropelado” propiedad del ganadero D. Iñigo Garzón. La llegada en horas
tempranas nos brindó la oportunidad de ver el amanecer en una dehesa entre los
mugidos de un ganado bravo que parecía “barruntar” que no era un día
cualquiera, mugidos de ganado adulto y cuajado muy cercano a las corraletas
donde esperaban un nutrido número de jóvenes machos y hembras añojas para que
momentos más tarde se les proporcionara “nombre y apellido”, formando de esta
manera técnica y oficialmente, parte de ese encaste bravo que conforma esta
ganadería y que con tanto mimo desarrolla tanto el ganadero Iñigo Garzón como
su mayoral Juan Cofrades.
Ganadero,
mayoral, veterinario y personal auxiliar, todos en sus respectivos sitios para
que sin fallos y una coordinación perfecta para facilitar la labor al ganado y
las reses sufran el menor stress posible, estas tomen la “manga” y una a una
vayan entrando al cajón dispuesto al efecto para desarrollar esta importante
tarea campera. Quien no haya tenido la oportunidad de colaborar en estas tareas
camperas, lo que voy a decir quizá le parezca una simpleza, pero créanme si les
digo que normalmente en esta faena el ganado suele estar reunido en una
corraleta para tras pasar por el “registro civil” irse reuniendo de nuevo en
otra más grande para después marchar todos juntos a la extensa dehesa y esperar
cuatro años para ser lidiado en una plaza y demostrar lo que llevan dentro;
pues bien, cuando vemos las reses antes de ser marcadas, estas suelen estar
repujándose unas contra otras dando la sensación de parecer un ganado de lo más
normal, pero una vez reconocidas con su hierro y marcas correspondientes, su
salida brava y su comportamiento es totalmente diferente, ya es otro animal;
esos ojos brillantes con una mirada limpia y fija, su majestuosidad y altanería
demostradas con su cuello estirado y la cabeza y rabo buscando el cielo se
hacen patentes, sus continuas idas y venidas en pequeñas carreras dentro del
cercado delatan su bravura como diciendo “pertenezco a este encaste” y me llamo
“fulano”, hijo de la vaca “fulana”, aquí lo llevo grabado y algún día daré una
tarde de gloria a mi criador ante una figura del toreo. Y digo esto porque no
en vano en esta pasada feria de Sabiote, los toros de este Hierro dieron un
juego extraordinario para los toreros, el mismísimo Cayetano bajo un diluvio
hizo una faena sensacional a un gran toro de D. Iñigo Garzón. Lo mismo ocurrió
en la Feria de Iniesta hace unos años, donde una corrida de este hierro quedó
triunfadora de su feria siendo galardonada.
Tras la
jornada de vacunación, marcado y herrado de las reses, llega el momento de la
charla taurina junto a los que verdaderamente saben de esto, ganadero y
mayoral. Alrededor de una buena mesa donde se degusta una suculenta comida
campera, atienden a sus invitados y responden al aficionado curioso llevado por
su afán de aprender sobre la grandeza de este bello animal que es sin duda el
Toro Bravo.
Amanece en la Finca ganadera
Las reses a marcar ya están listas en la corraleta
La mesa del veterinario con las vacunas ya está preparada
El señor veterinario comprobando notas
Los encargados del cajón de herraje
El mayoral Juan Cofrades
Sr. Ganadero y el torero Tornay
Iñiguito Garzón, el futuro ganadero
Res perfectamente marcada
El señor veterinario vacunando a las reses
El señor ganadero y su pequeña María
Mi hijo mayor, buen aficionado
Labor importantísima en el herradero
El amigo Fernando calienta los hierros
El mayoral marca las orejas de los novillos
Saliendo del registro civil hacia la dehesa
Los futuros ganaderos
Marcando una de las reses
La hija del mayoral también colabora en las tareas
Anochecer sobre la dehesa