Es una grata sorpresa ir a los tentaderos de la
Finca “Cerropelado” y presenciar en los tentaderos a chavales que acompañan a
los toreros encargados de la tienta y verles torear ahora cuando están
empezando y con el tiempo volverles a ver convertidos bien en novilleros con
picadores e incluso en todo un matador de toros como fue la semana pasada con
Francisco José Espadas, al cual una de las tardes acompañó al torero madrileño
César Jiménez.
Hoy os presento a una jovencísima promesa llamada
Alfonso Garzón. Este joven principiante el cual se está iniciando en el llamado
“Arte de Cúchares” procede de familia ganadera y empresarial, es hijo de
Antonio María Garzón, empresario, ganadero y actual apoderado del matador de
toros extremeño José Garrido y sobrino nieto de D. Gregorio Garzón Valdenebro,
padre del actual propietario de la Finca “Cerropelado”, don Iñigo Garzón.
El sábado como habréis podido ver en un anterior post
estuvimos de tentadero en su finca y el joven Alfonso tuvo la oportunidad de
ponerse delante de las cuatro becerras que se tentaron. Una de ellas fue
elegida acorde a su corta experiencia, pero cuál fue la sorpresa de los
presentes cuando esta joven promesa se decide a pedir permiso al señor ganadero
para seguir toreando una vez el torero encargado del tentadero ha realizado la
correspondiente faena a la becerra en cuestión.
Alfonso Garzón es un chaval como digo muy joven,
tiene trece años pero la cabeza muy en su sitio, educado, cordial y muy
respetuoso con todo el mundo; es verdad, se torea como se es.
Muleta en mano, templado, habiendo observado
perfectamente a la becerra mientras la toreó Diego Carretero, el joven Alfonso
montó la “pañosa” y andando muy despacito hacia la cara de la res, instrumento
una serie con la derecha donde el temple le nació de esa aún frágil muñeca y
ese giro de cintura que tanto lució por su espigado talle, el cual le permite
estar con una seguridad pasmosa delante de las becerras.
Una segunda y tercera tanda del mismo corte, esta
vez escuchando las atentas explicaciones que desde un burladero próximo le
daban su padre y su tío hicieron que Alfonso se confiara plenamente y saliera
con una gran sonrisa al rematar las tandas.
La tarde fue trascurriendo y Alfonso Garzón fue
desgranando en cada becerra tentada su forma de ver y concebir el toreo, un
toreo que aunque aún con los normales defectos de la bisoñez, advierten
pasmosidad, templanza, pero sobre todo y lo más importante, sentimiento, un
sentimiento que tras el tentadero y ya en la típica tertulia ganadera,
pendiente a lo que sus mayores comentaban, él muy atento denotaba alegría y una
satisfacción típica por haber realizado con éxito una de las muchas pruebas que
ha de pasar si quiere conseguir ser alguien en este difícil pero maravilloso
mundo del toro.
Como aficionado me quedé con un buen sabor de boca,
como digo, me encanta ver a los toreros desde sus inicios, lo siento pero es mi
pasión, verles torear con sus virtudes, sus defectos, ver como se hacen poco a
poco en esta bonita profesión, llegar un día y presenciar un festejo donde ya
vestido de luces demuestre que todas estas tardes de campo, todas las lecciones
recibidas y bien aprendidas con ahora expuestas en público para satisfacción de
los aficionados, que quieren que les diga, es algo que solo el aficionado que siente
el toreo, solo el aficionado que lo lleva en la sangre como si fuera un torero
más, es quien sabe aunque sea difícil, descifrar todos estos sentimientos que
como es el caso de Alfonso Garzón sintió la tarde del sábado en Cerropelado.
Ya solo queda ir siguiendo la evolución de este torero
en ciernes y les aseguro informarles de todo cuanto acontezca en la carrera de
esta joven promesa que se llama Alfonso Garzón.