Quizá os parecerá extraño, pero hoy es una de esas
tardes donde te viene a la mente tantas y tantas personas que durante esta ya
larga “vida taurina”, la cual he vivido y;
ahora en las postrimerías de la vida sigo viviendo quizá con más
intensidad que nunca.
Mi primer maestro Raimundo Navarro, gran aficionado,
particular empresario y hasta apoderado de toreros como Antonio Millán “El
Teruel”. José Luis Galera, otra persona importante en mi vida que me llevó por
vez primera a torear al campo, aún recuerdo ese corralón cuesta abajo lleno de
piedras y un carro viejo desarmado como único refugio ante una vaca vieja y
cornalona que se coló de espontánea en una finca que no era la suya y fuimos
“maco al hombro”, andando el polvoriento camino hasta llegar a “El Santo” para
poder torearla.
Tiempos lejanos que ya solo quedan en el recuerdo,
bonitos recuerdos no cabe duda, de unas experiencias que hoy por mucho que se
quiera, resulta imposible que los jóvenes chavales puedan experimentar, no por
nada, tan solo porque en la vida se ha producido un cambio abismal.
Pero sobre todos y precisamente por la edad que cargo sobre las espaldas, mi recuerdo quiero centrarlo hoy en Pepe Tobaruela,
no es que se me olvidara no, el día del aniversario de su fallecimiento no fue
el propicio para dedicarle unas líneas por no encontrarme en las condiciones
idóneas de escribir y, no lo hice.
Por eso ahora, cuando hace tan solo algo más de un
mes que se han cumplido los cinco años de su fallecimiento quiero recordarle. Y
quiero recordarle porque en esa larga vida taurina que comentaba al principio
de mi escrito, fue Pepe, mi gran amigo Pepe Tobaruela quien me puso en ese
camino tan romántico, ese camino tan lleno de satisfacciones que es el camino
que lleva a la Finca Cerropelado, propiedad del ganadero D. Iñigo Garzón.
Fue un 18 de marzo de 2009 cuando recibí a la hora
de comer una llamada de Pepe diciéndome que me acercara a su casa para ir al
campo. Fue una tarde fantástica, esa tarde realizó las tareas de tienta el
torero de Cortijos Nuevos Alberto Lamelas y como ocurre en la actualidad, tuve
la ocasión de ponerme frente a una becerra después de no haberlo hecho durante
muchísimos años, pues la verdad que desde mi instancia por tierras de La Rioja
allá por el año 1982-83, no me había medido ante alguna res medio respetable.
En el post “Finca Cerropelado. Donde el buen toreo
se apodera de los sentidos” he nombrado a dos de mis maestros en esto de ser
“juntaletras”; pero hoy al ver las fotos de las dos becerras a las cuales tuve
el privilegio de salir en el tentadero, me he acordado de Pepe Tobaruela. El
bueno de Pepe se fue, pero no se ha ido de nuestro recuerdo, en Cerropelado en
muchas ocasiones Pepe es nombrado, es recordado por lo buena persona que era y
por las ganas que ponía desinteresadamente a costa de su propio bolsillo, en
ayudar a algún chaval de Linares que se iniciara en esta difícil profesión de
torero y; cómo no, la de satisfacer como es el caso, la afición desmedida de un
aficionado.
Por todo ello, mi buen amigo Pepe, siempre estará en
el recuerdo, como todos mis buenos amigos y maestros, pero él ocupará ese
puesto especial al haber llegado en un momento en el cual encontrándome como
suele decirse “herido de muerte”, resurgió en mí la esperanza, las ganas de
vivir nuevamente esa experiencia taurina de estar con toreros, ganaderos, gente
del toro en general y, sobre todo la de poder tener entre las manos esa
“pañosa” con olor a alcanfor para su conservación, recordando unos tiempos que
creí no volver a recuperar.
No haría un recuerdo justo si no nombrara al
ganadero D. Iñigo Garzón. El señor ganadero con su experiencia y conocimiento
de su ganado es quien además de haberme abierto las puertas de su casa, me ayuda, me dirige en esos terrenos que tan
difíciles son de ver cuando estás delante de una becerra e incluso de algún
novillo donde todos los presentes me aconsejaban no salir, excepto él, D. Iñigo
sabe confiar en las personas, me guía como digo y me da ese punto de confianza
que cualquier neófito en la materia necesita para estar ahí delante por muy
pequeña que sea la becerra; eso es algo que todo aquel que se ha puesto delante
de una res sabe que no hay dinero en el mundo para pagar tal satisfacción.
Vivir estos momentos de tentaderos así como
herraderos y otras tareas camperas durante el resto del año que del mismo modo
te hacen sentir experiencias nuevas e incluso enseñanzas de esos buenos amigos
que son los veterinarios; poder acercarte al campo en cualquier estación del año,
sentir esa mágica primavera, ese agotador verano, ese espectacular otoño y
finalizar con ese acogedor invierno junto a la chimenea del cortijo; observar
los toros en su hábitat, las madres con sus crías, los momentos de traer al
mundo a un ser bravo que el día de mañana verás embestir y dar triunfos a un
torero en la Feria de alguna localidad de la provincia, todo ello es algo que
sintiéndolo mucho, no se puede traspasar en palabras el sentimiento tan hondo
que un aficionado recibe.
Así es esto del toreo, aunque sea desde el punto de
vista de aficionado, sentimientos, recuerdos, vivencias, unas vivencias que
llegado el momento de la marcha a ese Olimpo Encastado donde solo llegan unos
pocos elegidos, sigue quedando entre los que te han conocido, la simiente queda
para que otros tomen el relevo y tu memoria y vivencias taurinas no se olviden
jamás.
In Memoriam de Pepe Tobaruela.
No hay comentarios:
Publicar un comentario