viernes, 8 de mayo de 2015

PEPE TOBARUELA Y SU OLIMPO ENCASTADO


Quizá os parecerá extraño, pero hoy es una de esas tardes donde te viene a la mente tantas y tantas personas que durante esta ya larga “vida taurina”, la cual he vivido y;  ahora en las postrimerías de la vida sigo viviendo quizá con más intensidad que nunca.

Mi primer maestro Raimundo Navarro, gran aficionado, particular empresario y hasta apoderado de toreros como Antonio Millán “El Teruel”. José Luis Galera, otra persona importante en mi vida que me llevó por vez primera a torear al campo, aún recuerdo ese corralón cuesta abajo lleno de piedras y un carro viejo desarmado como único refugio ante una vaca vieja y cornalona que se coló de espontánea en una finca que no era la suya y fuimos “maco al hombro”, andando el polvoriento camino hasta llegar a “El Santo” para poder torearla.

Tiempos lejanos que ya solo quedan en el recuerdo, bonitos recuerdos no cabe duda, de unas experiencias que hoy por mucho que se quiera, resulta imposible que los jóvenes chavales puedan experimentar, no por nada, tan solo porque en la vida se ha producido un cambio abismal.

Pero sobre todos y precisamente por la edad que cargo sobre las espaldas, mi recuerdo quiero centrarlo hoy en Pepe Tobaruela, no es que se me olvidara no, el día del aniversario de su fallecimiento no fue el propicio para dedicarle unas líneas por no encontrarme en las condiciones idóneas de escribir y, no lo hice.
Por eso ahora, cuando hace tan solo algo más de un mes que se han cumplido los cinco años de su fallecimiento quiero recordarle. Y quiero recordarle porque en esa larga vida taurina que comentaba al principio de mi escrito, fue Pepe, mi gran amigo Pepe Tobaruela quien me puso en ese camino tan romántico, ese camino tan lleno de satisfacciones que es el camino que lleva a la Finca Cerropelado, propiedad del ganadero D. Iñigo Garzón.

Fue un 18 de marzo de 2009 cuando recibí a la hora de comer una llamada de Pepe diciéndome que me acercara a su casa para ir al campo. Fue una tarde fantástica, esa tarde realizó las tareas de tienta el torero de Cortijos Nuevos Alberto Lamelas y como ocurre en la actualidad, tuve la ocasión de ponerme frente a una becerra después de no haberlo hecho durante muchísimos años, pues la verdad que desde mi instancia por tierras de La Rioja allá por el año 1982-83, no me había medido ante alguna res medio respetable.

En el post “Finca Cerropelado. Donde el buen toreo se apodera de los sentidos” he nombrado a dos de mis maestros en esto de ser “juntaletras”; pero hoy al ver las fotos de las dos becerras a las cuales tuve el privilegio de salir en el tentadero, me he acordado de Pepe Tobaruela. El bueno de Pepe se fue, pero no se ha ido de nuestro recuerdo, en Cerropelado en muchas ocasiones Pepe es nombrado, es recordado por lo buena persona que era y por las ganas que ponía desinteresadamente a costa de su propio bolsillo, en ayudar a algún chaval de Linares que se iniciara en esta difícil profesión de torero y; cómo no, la de satisfacer como es el caso, la afición desmedida de un aficionado.

Por todo ello, mi buen amigo Pepe, siempre estará en el recuerdo, como todos mis buenos amigos y maestros, pero él ocupará ese puesto especial al haber llegado en un momento en el cual encontrándome como suele decirse “herido de muerte”, resurgió en mí la esperanza, las ganas de vivir nuevamente esa experiencia taurina de estar con toreros, ganaderos, gente del toro en general y, sobre todo la de poder tener entre las manos esa “pañosa” con olor a alcanfor para su conservación, recordando unos tiempos que creí no volver a recuperar.

No haría un recuerdo justo si no nombrara al ganadero D. Iñigo Garzón. El señor ganadero con su experiencia y conocimiento de su ganado es quien además de haberme abierto las puertas de su casa,  me ayuda, me dirige en esos terrenos que tan difíciles son de ver cuando estás delante de una becerra e incluso de algún novillo donde todos los presentes me aconsejaban no salir, excepto él, D. Iñigo sabe confiar en las personas, me guía como digo y me da ese punto de confianza que cualquier neófito en la materia necesita para estar ahí delante por muy pequeña que sea la becerra; eso es algo que todo aquel que se ha puesto delante de una res sabe que no hay dinero en el mundo para pagar tal satisfacción.

Vivir estos momentos de tentaderos así como herraderos y otras tareas camperas durante el resto del año que del mismo modo te hacen sentir experiencias nuevas e incluso enseñanzas de esos buenos amigos que son los veterinarios; poder acercarte al campo en cualquier estación del año, sentir esa mágica primavera, ese agotador verano, ese espectacular otoño y finalizar con ese acogedor invierno junto a la chimenea del cortijo; observar los toros en su hábitat, las madres con sus crías, los momentos de traer al mundo a un ser bravo que el día de mañana verás embestir y dar triunfos a un torero en la Feria de alguna localidad de la provincia, todo ello es algo que sintiéndolo mucho, no se puede traspasar en palabras el sentimiento tan hondo que un aficionado recibe.

Así es esto del toreo, aunque sea desde el punto de vista de aficionado, sentimientos, recuerdos, vivencias, unas vivencias que llegado el momento de la marcha a ese Olimpo Encastado donde solo llegan unos pocos elegidos, sigue quedando entre los que te han conocido, la simiente queda para que otros tomen el relevo y tu memoria y vivencias taurinas no se olviden jamás.

In Memoriam de Pepe Tobaruela.

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