A estas alturas y después de aplicar
sobre nuestras endebles almas devotas, el tratamiento sanador más concluyente y
eficaz, reposo, le llaman, seguimos explorando inútilmente en busca del remedio
rehabilitador al desconsuelo padecido durante la tarde de ayer en la plaza de
Las Ventas.
Todo estaba orquestado, "atado y
bien atado" para el triunfo arrollador de un" titán osado" que
desafiaba esos argumentos tan cotidianos como tediosos basados en el trueque
interesado bajo/brazo del toro únicamente fabricado para no incordiar o para
ser ese pobre reducto de animal bravo, lastimero y agraviado.
Tachán!, ya lo teníamos!. Surgió la
noticia: Fandiño de Orduña iba a vérselas con seis astados de esas ganaderías
que tanto escasean por los ruedos tan faltos de esencia eterna, emocionante,
pasional y conmovedora.
Cierto es que el acontecimiento nacía
con cierta dosis de envenenamiento. Por un lado, una campaña excesivamente
divulgada, con mucho de boato y parafernalia virtual, impresa y difundida que
algunos sabios aficionados miraban con cierto escepticismo resultado de mucho
vivido y más sufrido. Mal debe andar esto de la fiesta de los toros, cuando un
torero se encierra con seis toros y parece que puede hasta estallar la
mundial y nos hace acudir hasta con ilusión.
De otra parte, el peligro resultante de
un fiasco ganadero que resultaría argumento ineludible para quienes gastan sus
días y sus entendederas lamentando la existencia de estos hierros tan
"toristas" como "imposibles"...
Aún así, allí estábamos abarrotando la
plaza de Las Ventas, papilas olfativas preparadas y dispuestas para oler a
Toro. Ya ven, a pesar de tan descorazonadora coyuntura moderna aplicada a
granel, seguimos, incautos de nosotros, moviendo cuerpo y alma tras la búsqueda
de ese escanciar que riegue venas de oxígeno reparador e irreemplazable.
Con casi todo a su favor, Fandiño fue
recibido con una ovación de esas que no se olvidan fácilmente.
Respetuosos unos, curiosos otros y entregados, los más. Pero poco a poco, quien
si demostró frágil memoria, resultó ser el propio Fandiño.
Lo que otrora aparecía como "cita
ineludible con la historia" se convertía, toro a toro, en un paso
comprometido por el derrumbe más evidente, falta de recursos, mando y lo peor,
mostrando una carencia de interés impúdica.
Ni el "Partido de Resina" que
abrió plaza ni el siguiente de "Adolfo Martín", presentaron ni
hechuras ni fuerza ni casta. No hubo lucha con el caballo y sí mucho de
"cuido" y pegapasismo barato, interminable y monótono. Mal arranque
de tarde excesivamente esperanzadora.
El tercer burel, melocotón de pelaje y
Cebada Gago de procedencia, resultó manso en comportamiento de salida y varas,
en la muleta enseñó dificultad por el pitón derecho y ese fue su pasaporte
directo para que el torero abreviara de forma irrespetuosa y desconsiderada.
Un bello toro de José Escolar, cuarto en
orden de lidia, que además de encauzar la atención del aficionado que ya
empezaba a dar muestras de abandono, dejó muy a las claras por dónde iban las
penurias que el espada no supo ni quiso solventar. Tomó dos varas, la segunda
desde el centro del ruedo sin una colocación justa pero entrando al caballo con
cierta alegría que no derroche de bravura, auguraba triunfo de los gordos.
Esto, si al muy divulgado espada le hubiese dado en un arranque de torería y
verdad por templar, mandar, bajar la mano, colocarse para torear en algún
muletazo. No fue así, y nos brindó una secuencia tras otra de enganchones que
abrieron como si de un siete se tratase, la caja de Pandora que ya se sabe,
contenía todos los males del mundo, en este caso, el de Fandiño, más aún tras
despedir entre aplausos a un toro que mereció mucho y mejor.
Y así continúo, apático, desinteresado
tanto en la lidia como en esos detalles que tanto nos gusta paladear, nulo en
cuanto a variedad, arrojo, entrega, en la apuesta que nos vendió de órdago y se
quedó en farol destapando trampas hasta en la suerte suprema que fue toda la
tarde un derroche de deslealtad innoble.
No hubo piedad para el
"Adolfo" sobrero que sustituyó a un Victorino codicioso en varas pero
tristemente malogrado en muy interesante pelea con el caballo.
No hubo clemencia para un toro muy justo
de presencia pero muy aprovechable en cuanto a comportamiento.
Otro que mandaba el de Ortuña al
desolladero sin ni siquiera plantarle cara ni por asomo. Desertó al más puro
estilo arrogante e insolente, no sólo era falta de ganas por estar, lo peor es
que tampoco quiso ser...
Otra oportunidad le ofreció el Palha,
que cerraba la tarde pero ya era demasiado tarde para el rescate. El
torero había desaparecido y el desconcierto tomó el mando. Carreras,
descomposición, impasibilidad y apatía inmerecida tanto para su oponente
como para el aficionado que desalojaba la plaza entre apesadumbrado y chulescamente
timado por quien quiso hacer historia a golpe de fascinación envuelta en humo
pesado e irrespirable.
Fuente.- Gloria Cantero. Colaboradora de la Región de Murcia para De Catafalco y Oro.
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