Por Salvador Santoro.
Centrándonos – únicamente – en el toro de lidia, se podría escribir todo un
vademécum de jerigonza taurina. Evitando tecnicismos propios de la ciencia
veterinaria, por ejemplo, se denomina “cortejano” a un animal
terciado, en lugar de utilizar el término brevilíneo (corto “de viga”
o recortado) que, con total propiedad, diría un albéitar.
El pelo (capa o pinta), la encornadura, su morfología y el “tipo” característico de cada encaste, dan lugar a numerosas expresiones de argot taurómaco. En lo que sigue, se ofrece una mínima muestra. Así, por “flor de gamón”, se conoce de forma gráfica en la baja Andalucía, a los toros “sardos” (mezcla de pelos negros, castaños y blancos), que presentan similitud con esta planta silvestre.
El pelo (capa o pinta), la encornadura, su morfología y el “tipo” característico de cada encaste, dan lugar a numerosas expresiones de argot taurómaco. En lo que sigue, se ofrece una mínima muestra. Así, por “flor de gamón”, se conoce de forma gráfica en la baja Andalucía, a los toros “sardos” (mezcla de pelos negros, castaños y blancos), que presentan similitud con esta planta silvestre.
Sin tener relación con la visión, dícese que es “bizco” el
astado que tiene un pitón más alto que el otro. Se nombra siempre del que está
más bajo. Y “zurdo” al cornúpeta que tiene desigualados, en
longitud, los cuernos o por ser más certero corneando con el izquierdo. En lo
tocante a la cornamenta, es amplia la sinonimia, verbigracia: arboladura, leña,
defensas, leznas y alfileres (por astifino), perchas, velas y armamento, entre
otros
Por sus hechuras, un toro puede ser “un zapato”, si es bajo de agujas y reunido o “un dije” si está proporcionado, es agradable de cara (pitones) y tiene bonita lámina. Entre las cuadrillas, apoderados, ganaderos y demás profesionales, es frecuente escuchar diminutivos – que a veces resulta cargante – de este tenor: el toro o novillo es “tocaíto” de pitones (tirando a corniveleto); “quebraíto” de lomo (ensillado o silleto); “lavaíto” de cara (propiamente dicha, si es afilada y avacada) o que hay que llevar al burel muy “tapaíto” al torearlo con la muleta.
Por sus hechuras, un toro puede ser “un zapato”, si es bajo de agujas y reunido o “un dije” si está proporcionado, es agradable de cara (pitones) y tiene bonita lámina. Entre las cuadrillas, apoderados, ganaderos y demás profesionales, es frecuente escuchar diminutivos – que a veces resulta cargante – de este tenor: el toro o novillo es “tocaíto” de pitones (tirando a corniveleto); “quebraíto” de lomo (ensillado o silleto); “lavaíto” de cara (propiamente dicha, si es afilada y avacada) o que hay que llevar al burel muy “tapaíto” al torearlo con la muleta.
En cuanto al trapío del de “los rizos”, se dice que es “un
tío” (por su seriedad) y con casticismo, igualmente, se le nombra: pavo
y galán. Si el morlaco es voluminoso y destartalado se le tilda peyorativamente
de “zambombo”, galafate y galápago. Por su comportamiento en la
plaza, se califica de “mulo” al morito que no embiste o, sensu
contrario, de “carretón” (artilugio usado para torear de salón)
si lo hace con boyantía y humillando.
Relacionado con el encaste del que provenga y para
no dilatar el inventario, reseñar solo dos vocablos, característicos según que
ganadería: “agalgado” (de poca barriga y degollado de badana),
prototípico del toro de Miura (de casta Cabrera) y “chato” (de
belfos achatados) en la progenie de los “guapos” astados de Pablo Romero.
En el ganado bravo, por su edad, los machos se denominan: “becerro”, choto o mamón, hasta alcanzar el año, en que pasa a llamarse “añojo”. Cuando tiene dos y tres años se le dice “eral” y “utrero”, respectivamente. Al cumplir los cuatro, deja de ser novillo y se convierte en toro (“cuatreño”). “Cinqueño” es la res de cinco años y – en adelante – se cita sólo el cardinal: toro de seis años, siete, ocho, etc. Para las hembras, es idéntica palabra, pero en femenino.
En el ganado bravo, por su edad, los machos se denominan: “becerro”, choto o mamón, hasta alcanzar el año, en que pasa a llamarse “añojo”. Cuando tiene dos y tres años se le dice “eral” y “utrero”, respectivamente. Al cumplir los cuatro, deja de ser novillo y se convierte en toro (“cuatreño”). “Cinqueño” es la res de cinco años y – en adelante – se cita sólo el cardinal: toro de seis años, siete, ocho, etc. Para las hembras, es idéntica palabra, pero en femenino.
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