La entrada de
personas en España procedentes de países que hasta hace no tanto se calificaban
como del tercer mundo por aquello de la hambruna, la violencia y de la falta de
oportunidades es un hecho con el que todos los días nos estamos desayunando. A
cientos saltan la valla de Ceuta y Melilla aquellos a quienes denominan los
periódicos como subsaharianos, utilizando el símil de expresión y palabra
para esconder y dulcificar una realidad dura, cierta y llena de profunda
crudeza. Hoy día escondemos muchas veces en el lenguaje la acepción real y por
la que todos, especialmente quienes ya peinamos canas, distinguimos lo que
quiere decir cada vocablo.
Pero llegó la
Logse de las divinas palabras, huera en realidades y formación profunda y
trastabilló a muchos alumnos. Tanto que parece obvio ahora el uso de ambos
géneros para denominar la realidad. En español, el plural en masculino
implica ambos géneros. Así, que al dirigirse al público, no es necesario ni
correcto decir chiquillos y chiquillas, niños y niñas, vecinos y vecinas,
españoles y españolas, como se puso de moda y hoy en día tantos
ignorantes ya sean políticos y comunicadores continúan con la divulgación del
error. No tienen en cuenta que decir ambos géneros es correcto, sólo cuando el
masculino y el femenino son palabras diferentes, por ejemplo: mujeres y
hombres, toros y vacas, damas y caballeros. Tanto es así que hasta algunos
modernísimos reverendos de la Iglesia católica verían con buenos ojos el cambio
en el canto del “gloria in excelsis Deo et in terra pax hominibus (et
MULIERIBUS) bonae voluntatis. (Gloria a Dios en el cielo y en la
tierra paz a los hombres -y mujeres- de buena voluntad), pues ya se empieza a
oír también en algunos púlpitos lo de chicos y chicas, amigos y amigas, niños y
niñas logsianos.
Pero bueno por
aquello de no irme por los cerros de Úbeda traigo hoy una fotografía de un
picador de raza negra que ha aprendido el oficio y quiere practicarlo por esas
plazas de Dios. No negarán los lectores que la nota de color frente a la
habitual blanca existente en este de picador como en el de torero puede parecer
si no exótica cuando menos extraña por aquello de que cuantos diestros toreros,
subalternos, banderilleros y picadores se dedican a la muy noble actividad de
la Tauromaquia son de raza blanca.
La historia de la
Tauromaquia cuenta entre sus filas con toreros de raza negra que supieron dar
un sentido, mostrando su arte y su afición en los ruedos en los que se les
contrataba. Por recordar a uno muy significativo que conocí citaré a José Nelo,
el Morenito de Maracay, que ponía banderillas al quiebro con una soltura,
profesionalidad y riesgo espectaculares. Seguramente que aquí muchos de mis
compañeros más expertos habrán conocido y oído hablar de otros toreros negros
como Ricardo Chibanga.
En fin que la
Tauromaquia está abierta a todos, sean de la raza, sexo y origen que sean, y si
en ella quieran mostrar su colaboración, pericia, arte y su afición,
aprendiendo y acatando las normas y reglamentos por los que se rige la antigua
y tradicional lidia de toros, algo tan evidente como el sol que nos alumbra,
bienvenidos sean.
Foto.- José Cisneros
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