Ángel Peralta
se perfila como ganador de la medalla de Oro de bellas Artes
Paco Ojeda,
I Premio Nacional de Tauromaquia
Andrés Amorós / ABC
Se
perfila como merecidísimo ganador de la Medalla de Bellas Artes el
caballero Ángel Peralta. Quizá no le acompañe en la distinción Diego
Puerta, en contra de lo que se había comentado, porque este galardón no
está pensado para alguien que ha fallecido. (El caso de Pepín Martín
Vázquez fue excepcional: la concesión coincidió cronológicamente con su
muerte).
También parece probable que el primer Premio Nacional de
Tauromaquia se otorgue a Paco Ojeda, un diestro de enorme personalidad.
El
maestro Antonio Burgos ha defendido reiteradamente, con toda razón, la
concesión de la Medalla de Bellas Artes a Ángel Peralta, el gran
renovador del rejoneo. Según Cossío, “el rejoneador más espectacular que
ha producido esta afición, entre españoles”.
Sus hazañas
taurinas son innumerables: los trofeos de Sevilla, donde cortó el primer
rabo concedido a un rejoneador; las puertas grandes de Las Ventas; el
récord absoluto de actuaciones, en una temporada: 126, en el año 1971.
Su
inquietud artística le llevó a realizar nuevas suertes y formas del
toreo a caballo; también – un caso singular - a escribir sus vivencias
en libros como “Cabriolas”, “Caballero torero”, “Cucharero”, “Desde mi
caballo”... A ellos se suma ahora uno más, “El mundo del caballo y del
toro, a cielo abierto” (ed. Almuzara), que he tenido el honor de
prologar.
Combina en él reflexiones históricas (cómo nace el
rejoneo), con observaciones técnicas, nacidas de su experiencia: los
aires del caballo torero; las suertes; el milagro del temple... Une a
eso relatos, anécdotas y breves sentencias, a las que denomina
“Cabriolas”, en las que condensa sus reflexiones sobre la vida.
Y,
junto a la prosa, los poemas, de vena popular: sonetos, décimas,
sevillanas, romances o coplas. Los dedica a figuras del toreo, a
lugares, a sentimientos, a momentos de la lidia...
Para este
“Centauro de las Marismas” (así le bautizó el ganadero Antonio Pérez),
el caballo es el amigo ideal: fiel, valiente, leal, sincero. “En sí
mismo, es ya un arte de la propia Naturaleza”. Por eso se identifica tan
profundamente con su caballo: “Éramos dos en uno”. Y lo utiliza,
metafóricamente, para lo más íntimo: el caballo “de mi mente, de mi
inquietud”. Concibe la vida como un sabio galope: “Galopando, galopando /
por el ruedo de la vida / llevo la rienda prendida / en la cintura del
mando”.
Así sigue, hoy mismo, Ángel Peralta: sentado en la
montura, respirando el aire dulce del campo andaluz. Ha hecho poesía a
caballo y la sigue haciendo ahora, cuando escribe “a cielo abierto”
(como reza el título de este nuevo libro). Merece todas las medallas
este veterano y gran jinete.
Bien que la voz de Antonio Burgos clame por la concesión de la Medalla de las Bellas Artes a Don Angel Peralta. Personalmente también lo considero emérito para ello.
ResponderEliminarLas palabras que transcribe de Cossio -se impuso la necesidad de hacer un libro muy gordo-son de las más vacías que leído sobre el Toreo de a Caballo.
El mismo Burgos -irredento desde que descalificó a Manolete- al estar de guinda en todas las tartas, y de lisonja en lisonja, su superficialidad es manifiesta y obligada.
Saludos de Gil de O.